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La Guerra Hispano-Americana: Barcos j cañones y fusiles (con grabados y planos) 3 El bloqueo y la defensa de las costas (con grabados y planos) 4 El Cañón de dinamita (con planos y dibujos). . 2 La catástrofe del ((^Maine» (con planos y gra- bados) I La acción de Peralejo (con retratos y planos). . . 1 AGOTADAS. Eerrocarriles y telégrafos del Tren de Sitio, ' Empleo del hierro en la fortificación. Aplicaciojies de la electricidad á la artillería. El cañón neumático. Los explosivos de constitución química. Las pólvoras sin humo. Comentarios al (f^ Reglamento de Voluntarios de la Isla de Cuba.-í) (En colaboración.) Cartilla del fusil Mauser. (En colaboración.) Estudios geográficos y estadísticos de la Isla de Cuba, con mapas y grabados. (En colaboración con el Ca- pitán de la Guardia Civil D. Facundo Cañada.) El bandolerismo en Cuba. (En colaboración.) EN PREPARACIÓN. La Guerra Hispano-Americana.— 5aw//tír^o íf^ Cuba. yGoogk ^í LA GUERRA ^ HISPÁNO-AMERICANA ^ LA HABANA INFLUENCIA DE LAS PLAZAS DE GUERRA (Con un plano general tirado, en siete colores i seis planos parciales y 35 fotograbados) SEVERO GÓMEZ NL'ÑEZ Capitán d« Artillería. LICIÓN CÍA UO ÜK CJErtClAS • EX DIRECTOR DEL «DÍa.rÍO del Ejército», DE LA HAIANA oO - -g^ > CP^ - MADRID IMPRENTA DEL CUERPO DE ARTILLERÍA San Lorenzo, niím. 5. 1900 yGoogk Es propiedad del Autor. Queda hecho el depósito qise marca la ley. yGoogk i b.LUIS VICENTE DE VELAZCO c-^ CAPITÁN DE NAVÍO DE LA REAL ARMADA COMANDANTE DEL CASTILLO DEL MORRO, DE LA HABANA Muerto en la heroica defensa contra el ejército y armada de Inglatena, el día 3Z de Julio de 1763, á consecuencia de la herida que recibió el día anterior. Nació el 9 de Febrero de 1711 en la villa de Noja, en Santander. yGoogk yGoogk 7^ ÍNDICE Páginas. Introducción. — Recuerdos del tiempo viejo: Toma de la Habana por los ingleses. — La defensa del Morro. — El Capitán de navio D. Luis Vicente de Velasco. — Condiciones de la capitulación — Con- dena del General Gobernador D.Juan de Prado. — Su rehabilitación 9 C APÍTULO PRIMERO. — Un sigio perdido: Tristezas y errores. — Reacción vigorosa. — Decaimien- to absoluto del poder militar. — El Virginius. — El conflicto de las Carolinas. — Diversidad de crite- rios. — Remedios tardíos. — Proyectos de defensa. — Mando de los Genérales Salamanca, Polavieja y Martínez Campos 23 Capítulo II,— Frente maritimo: Descripción de la plaza. — Fortalezas antiguas. — Man- do del General Weyler. — Nuevas obras de fortifica- ción del frente marítimo 49 C KViTXího lll.^ Organización del frente maritimo: Falta de dihero. — Escasez de personal. — División en zonas y obras.— Desembarco de cañones de la Ma- yGoogk LA GUERRA HISPANO-AMERICANA t Páginas, riña. — Trabajos de terraplenamiento. — Baterías si- muladas y auxiliares 65 Capítulo IV. — El campo atrincherado-. Línea exterior terrestre. — Defensas desde el Morro á Cojímar. — Organización de las defensas terrestres. 95 Capítulo V. — Influencia de las plazas de guerra'. Los errores de la opinión. — Confianzas excesivas.— Descuidos y arrogancias. — ^ Concentración ó diá- persión? — Eficacia de las baterías de la Habana, . 107 Capítulo VI. — La pérdida de la escuadra-. Esperanzas, desesperaciones y desalientos. — Días de angustia. — La mala nueva. — ¡ La paz ! — Lo que pasó después 127 Capítulo VIL — Deducciones y conclusiones: Opiniones y consejos. — ¿La ley de los débiles, podrá ser la fuerza? — La guerra hispano-americanasepa- ratista y la anglo-boer. — Estructura de las obras — Organización de las baterías. — Calibres. — Vulnera- bilidad de los barcos. — El mando. — ¡Esperanzas!. 15 1 Apéndice I. — Servicio telemétrico 1 83 Apéndice II. — Documento importante 188 yGoogk ' ÍKDICE DE LAS LÁMINAS FOTOGRABADOS Páginas. El Capitán de navio D. Luis Vicente de Velasco 4 Vista general de la Habana y de la entrada de su bahía. 8 El Templete y la Ceiba. — Monumento erigido en la Habana en el sitio que se dijo la primera misa al des- embarcar Colón 10 Vista interior de la entrada de la bahía. — Baterías del Sol y de la Pastora baja y. espacio donde estaban fon- deados los torpedos 22 Vista de la Habana tomada desde «La Cabana > 40 Vista de la entrada de la Habana 40 Vista del castillo del Morro y batería de Velasco 40 El JUaine, entrando en la Habana 40 Maniobra y puente para montar un cañón de 30*5 cen- tímetros (Ordófiez) en la batería de Santa Clara .... 40 Maniobra de montaje de un cañón de 30*5 cm (Ordó- ñez) en la ídem * 40 Maniobra para el montaje de un cañón de 30 '5 centí- metros (Ordóñez) en la ídem 40 Maniobra de montaje de un cañón Krupp de 30*5 cen- tímetros en la batería niim. 2. . 40 Maniobra para montar un cañón de 30*5 cm. (Krupp) en la batería núm. 2. . . 72 Maniobra para el montaje de un cañón de 30*5 centí- metros (Krupp) en la batería núm. 2 72 El dique flotante con el Alfonso Jf// dentro 72 La Machina 72 Vista del «Morro» y de la «Cabana».— ^«Batería de sal- vas y monumento á los héroes de Cárdenas 72 • Exterior de la batería núm. 2 72 , Interior de la batería núm. l y de los traveses repuestos. 72 Cañón Krupp de 28 cm. de la batería de Velasco 72 Castillo de la Punta y batería anexa de cañones de 15 centímetros ^Ordóñez) 104 yGoogk LA GUERRA HISPANO -AMERICANA X 1 Páginas. Batería de cañones de 1 5 cm. (Ordófiez) adosada al cas- tillo de la Punta 104 Batería de la Reina 104 Exterior de la batería de Santa Clara 104 Vista interior de la batería de Santa Clara y -distribución de los traveses-repuestos '. 104 Vista de un cañón Ordóñez de 30*5 cm. (batería de Santa Clara) 1 04 Batería de Santa Clara. — Un cañón de 30*5 cm. (Ordó- ñez) entre dos traveses 104 Flanco izquierdo de la batería púm. 3 (cañones) 104 Vista interior de la batería núm. 3 (obuses). — Situación de dos obuses y del través-repuesto intermedio 1 36 Un fuerte de la línea exterior terrestre. — Aspecto gene- ral de las obras 136 Detalle de la situación de un obús de 21 cm. (Ordóñez) en la batería núm. 3 1 36 Vista interior de la batería núm. 3 (obuses) 136 Batería auxiliar de morteros antiguos de 32 cm 1 36 Vista exterior de la batería núm. 3 (cañones) 13S LITOGRAFÍAS Frente marítimo. \ Lámina /.* — Plano y cortes de la batería núm, i 56 \ Lámina /.* bis. — Plano de la batería núm. 2 56 Lámina 2,^ — Plano y cortes de la batería núm. 3 (obuses). 56 Láminas.^ — Plano y cortes de la bateh'a núm. 3 (caño- nes) y de la batería núm. 4 56 Frente terrestre. Lámina 4^ — Obras de la defensa terrestre 100 Lámina j".*— Plano telemétrico (reducido) 184 Plano general, en siete colores, de la plaza de la Habana y de su campo atrincherado. yGoogk 1 yGoogk yGoogk INTRODUCCIÓN. Recuerdos del tiempo viefo. Toma de la Habana por los ingleses. — ^La defensa del Morro. — El Capitán de navio D. Luis Vicente de Velasco. — Condiciones de la capitulación. — Condena del General Gobernador D. Juan de Prado. — Su rehabilitación. No es la primera vez que la historia de España registra la nota vergonzosa, de que ondee en el castillo del Morro de la Habana el pabellón ex- tranjero. Numerosos y muy repetidos fueron, desde los primeros tiempos, los atentados de que la isla de Cuba fué teatro. Aparte de las contiendas con los indios, que tuvieron poca importancia dada la fuer- za de los conquistadores, vino después un período inseguro en que forbantes y filibusteros (i), puede decirse que eran dueños á su antojo de aquella (i) Forbantes se llamaban los que cometían en tierra sus correrías, aprovechándose de los ganados, etc., y filibusteros los que las ejecutaban en el mar. yGoogk 10 LA GUERRA HISPANO-AMERICANA tierra, hasta el grado de que, en 1550, el filibus- tero luterano Jacques, gobernando el doctor don Gonzalo Ponce de Ángulo, se apoderó del cas- tillo de la Fuerza de la Habana. Don Diego Maza- riegos, sucesor de Ángulo, logró contenerlos, y concentró en un lugar próximo á la capital, que tomó el nombre de Guanabacoa, los indios que vagaban por los campos, buscando en el suicidio la muerte por no sujetarse al trabajo. Los filibus- teros continuaron cometiendo depredaciones cada vez más escandalosas, llegando á tal punto, que durante el gobierno de D. Gabriel de Lujan, el castellano del Morro (i), de acuerdo con la Audien- cia de Santo Domingo, pidió y obtuvo del Ayun- tamiento de la Habana, hacia 1589, que se reunie- ran en una sola persona los cargos de Gobernador y Jefe militar. Por aquel tiempo hacía sus invasio- nes piráticas Francisco Drake, y diez años más tarde rayó la audacia del corsario francés Beltrán Geron ú Ogeron, hasta á penetrar en el interior donde se refugiaban los colonos: llegó á Yara y secuestró allí al Obispo de Santiago de Cuba, don Francisco de las Cabezas Altamirano , que visitaba (i) El Gobernador 6 castellano del Morro era el jefe de la parte militar. yGoogk -3 'B ■I 2 Si í? o" D yGoogk d Digitized byCjOOQlC RECUERDOS DEL TIEMPO VIEJO 11 SU diócesis , el que para conseguir la libertad tuvo que pagar un fuerte rescate en cueros, tasajo y lOO ducados: irritados ios colonos, levantáronse contra los piratas y los derrotaron, dieron muerte á su jefe é hicieron embarcar de prisa á los que de su persecución escaparon, ¡Bello ejemplo de lo que puede el espíritu de un pueblo cuando está al lado de quien lo gobierna! Iniciadas desde antes va- rias obras de defensa en los principales puertos, nos ocuparemos de ellas al tratar de las poblacio- nes en que se enclavan. Los abusos áit forbantes y filibusteros llegaron á su auge en 1658, que saquea- ron á Puerto-Príncipe y Santiago de Cuba, donde el débil Gobernador D. Pedro. Morales no hizo re- sistencia, llevándose aquellos bandidos hasta los cañones de los fuertes y las campanas de las igle- sias, no sin volar las fortificaciones. Entre los que continuaron saqueando los pueblos de la isla , figu- ran, el forbante Pedro Legrand y el filibustero Fran- cisco L'OUonnois, ó el Olojtés, en Sancti-Spíritus y Remedios, Morgan en Puerto-Príncipe y más tarde Grammont; fué necesario que el pueblo se levan- tase potente en auxilio propio, para que, ayudando á los Gobernadores, consiguiesen poner coto á tan- tos atropellos, impulsando la construcción de de- fensas. yGoogk 12 LA GUERRA HISPANO-AMERICANA En 1734 llegó á aquellas costas un chispazo de la guerra que España é Inglaterra sostenían, y una Armada británica trató de apoderarse de Santiago de Cuba, desembarcando en Guantánamo el Al- mirante Vernon, quien repelido en el trayecto, en los montes de la Galleta, por los habitantes de Oriente, mandados por Cagigal, se reembarcó para Jamaica, con pérdida de i.ooo hombres, ví- veres y municiones (i). Ya desde época anterior era considerada la isla de Cuba como la llave del nuevo mundo, según la calificó D. José Martín Félix de Arrate: las posi- ciones geográficas y comerciales importantes que atesoran sus costas, los puertos amplios y bien abrigados, eran objeto de codicia, sobre todo por parte de Inglaterra, nuestra sombra funesta: no es, pues, extraño, que se dedicase á fortalecer ias costas Cagigal, el mismo que derrotó á Ver- non, cuando, ascendido á Mariscal de Campo, pro- puso, para proteger la Habana, la construcción de una obra de defensa en los altos de la Cabana, que no autorizó Fernando VI. El Mariscal de Campo D. Juan de Prado y (1) El Coronel D. Francisco Cagigal fué ascendido por esta líríllantísima campaña á Brigadier y luego á Mariscal de Campo, y se le concedió el gobierno y mando superior de la isla. yGoogk RECUERDOS^DEL TIEMPO VIEJO 13 Portocarrero, que le sucedió en el gobierno, tam- bién en 1 76 1 insistió en pedir esa defensa, pero los deseos propicios de Carlos III se desvanecieron ante la falta de recursos y el desaliento producido por una invasión horrorosa de fiebre amarilla (i). Firmado el desastroso Pacto de familia, Jor- ge III, Rey de la Gran Bretaña, declaró la guerra á las naciones aliadas, y una de las plazas elegidas por los ingleses, fué la Habana, á la que pusieron sitio. Hay motivos fundados, según se deduce del diario del sitio, publicado por Pezuela, para no disculpar la apatía de Prado, quien se confió con exceso y no tomó todas las medidas de defensa que eran necesarias con rapidez y energía, ni apu- ró la resistencia. El 6 de Junio de 1762, el Almi- rante Pocock, al frente de una formidable escuadra de 32 grandes navios y fragatas y de numerosos transportes, conduciendo 14.000 hombres de des- embarco, se presentó á la vista del puerto. Para resistirle sólo había 4.000 hombres entte soldados y marinos y unos 1.500 nailicianos de color. El Almirante inglés dividió sus barcos en dos secciones. Una se situó frente á Cojímar y desem- (l) De entonces d&ta la aparición del vómito, que importa- ron de Veracniz las tripulaciones de los navios de guerra Reina y América^ yGoogk ^1 14 LA GUERRA HISPANO- AMERICAN A barco 12.000 hombres. La otra, después de caño- near el fortín de la Chorrera, se apoderó de la loma de Aróstegui , donde hoy está el castillo del Prín- cipe, y desembarcó 2.000 hombres. Pronto los in- gleses se posesionaron de Guanabacoa, no sin re- sistencia de una fuerza de 300 campesinos que les salieron al encuentro, al mando del cubano José Antonio Gómez fPepe Antonio), y en seguida tra- taron de apoderarse de la Cabana, donde se habían construido algunas defensas, que se abandonaron antes de tiempo, sin necesidad. Cerrada además la boca del puerto por dos buques echados á pique, no funcionó la escuadra anclada dentro, y cundió el desaliento en los habitantes, que se creían trai- cionados. Dueños los ingleses de la altura de la Cabana, las fuerzas españolas se reconcentraron en el Morro, punto donde se realizó heroica defensa. Los sitiadores se apoderaron entonces de los lugares próximos á la plaza con objeto de impedir la llegada de refuerzos, y se dispusieron á tomar el Morro. Allí se desarrollaron prodigios de valor. El heroico Capitán de Navio D. Luis de Velasco, Comandante del fuerte, agotó todos los recursos, hasta que, herido, tuvo que retirarse á la ciudad para curarse. Continuó en tanto el ataque, y vuelto á encargarse del mando Velasco , redobló su tenaz yGoogk RECUERDOS DEL TIEMPO VIEJO 15 resistencia: por fin, destruidas las obras, hicieron los ingleses una falsa alarma por parte de tierra, volaron los hornillos de mina que habían construí- do en la muralla de mar, y acoderando los barcos, lanzáronse al asalto, donde, en medio de cadáve- res, agrupado con unos cuantos más, alrededor de la bandera del fuerte, cayó Velasco atravesado el pecho por una bala, al medio día del 30 de Julio, falleciendo al día siguiente en la Habana. Su valor extremado, hizo que el Almirante inglés le rindie- ra tributo, suspendiéndose las hostilidades mien- tras duraron las exequias, contestando en su cam- pamento á las descargas hechas por la artillería de la ciudad en honor del héroe. ¡ Ah! ¡Si todos los que dirigieron la resistencia hubieran procedido como Velasco, otra suerte cupiera á la defensa de la Haba- na! En el Caballero de mar de la actual fortaleza del Morro hay, en el sitio por donde entraron los ingle- ses, una lápida de mármol que conmemora el asalto, en la que figura, al lado del de Velasco, el nombre no menos ilustre del Marqués González, con el cual murió también en la brecha, mandando dos caño- nes de á 24, el Capitán D. Fernando Párraga (i). (i) Se acufió una medalla á la memoria de Velasco y de Marqués González por la Academia de Bellas Artes. Á un hermano de Velasco se le concedió el título de Mar- yGoogk Ifi LA GUERRA HISPANO-AMERICANA Dice así: Á LA MEMORIA DE Don Luis de Velasco DEL Marqués González Y DE LOS QUE Á LAS ORDENES DE AMBOS SUCUMBIERON COMO BUENOS £N LA HEROICA DEFENSA DE ESTA FORTALEZA EN 1762 Testimonio de admiración DEL Capitán General de la Isla Antonio Caballero de Rodas 1870 Continuó la defensa, artillándose el fuerte de Atares, en espera de refuerzos del interior, que no llegaron. El 10 de Agosto se intimó la rendición y fué rechazada, y el 11, á la una, oída la Junta de Defensa, se decidió Prado á pedir capitulación. El 1 4 entró en la Habana el Conde de Albemarle al frente de su ejército, y salió la guarnición con bandera y armas, mientras eran conducidos á Euro- pa, á bordo de la escuadra inglesa, Prado, el Mar- qués del Real Transporte, Jefe de la escuadra, el qués de Velasco del Morro , y al del Marqués González el de Conde del Asalto. El hijo ^^ Pepe Antonio (Narciso), fué nom- brado Alcalde provincial y Regidor perpetuo de Guanabacoa. jByGoOgk RECUERDOS DEL TIEMPO VIEJO 17 Teniente General Conde de Superunda, el Mariscal de Campo D. Diego Tabares, siete Jefes, ij Capi- tanes, 6o Oficiales y 845 soldados. Pérdidas del Ejército inglés. Oficiales muertos 11 Heridos 19 Fallecidos de enfermedad 39 ídem de resultas de las heridas. ... 4 Soldados y marineros muertos 279 ' Heridos 631 Extraviados 130 Fallecidos 657 Muertos por heridas 52 73 1.749 1.822 (GentUman Manthly Inteligenser, t. xix , pág. 542.) Nota de los muertos, heridos, prisioneros y ahogados españoles en el asalto del Morro. Muertos de enfermedad 130 Heridos 37 Prisioneros 320 ídem Oficiales. . , 16 Ahogados. ^ 6 Muertos por las balas 213 722 (The Londm Magazine GentUman Monthly, vol. XXXI.) Tomo III 2 yGoogk íü LA nUERRA HISPANO- AMERICANA Los ingleses, según costumbre, se apoderaron de los buques, tabaco, efectos y metálico que ha- bía en !a plaza, por valor de 14.000.000 de pesos; mas aunque trató Albemarle de hacerse agradable á los habitantes, éstos repugnaban la dominación y se retiraban al interior; los víveres no llegaban á la población y los soldados invasores, al menor descuido, eran muertos. En cambio, ellos imponían cada día nuevas contribuciones, desterraban al Obispo, erigían templos protestantes y faltaban á los compromisos de la honrosa capitulación , intro- duciendo numeroso contrabando y negros es- clavos. Firmada en París la paz entre Inglaterra y Es- paña en 10 de Febrero de 1763, se nos devolvie- ron las plazas conquistadas en Cuba, cediéndo- seles en cambio parte de la Florida hasta el Mis- sissipí (i). La relativa dominación inglesa duró diez meses y veinticuatro días, despidiendo á las tropas de (1) Tuvo Cuba dos Gobernadores Generales de 13 de Agosto de 1762 á Julio de 1763. PARTE ESPAÑOLA. LlT¡g::idíeT U« Franciaco Madaríaga, con residencia en Santiago de Cuba. PARTE INGLESA. El Conde de Albemarle. El Almirante Keppel. yGoogk RECUERDOS DEL TIEMPO VIEJO 19 ocupación el Capitán General Conde de Riela, las cuales pasaron á posesionarse de Panzacola, Movila y demás puntos que fueron cedidos. Con ocho días de festejos y regocijos fué despedida aquella odiosa dominación. El Conde de O'Reilly quedó encarga- do de la reorganización del ejército, se reconstru- yó el Morro y empezaron las obras de la Cabana. El General Prado, al regresar á España, fué sometido á una Junta presidida por el Conde de Aranda y sentenciado á pérdida de empleo , des- tierro de la Corte durante diez años y confisca- ción de bienes (i). Tal rigor pareció sin duda poco justo ó exce- sivo, puesto que más adelante, en 1765, se revisó (i) La Revista Técnica de Infantería y Caballería^ que di- rige el distinguido escritor militar Sr. Ibáñéz Marín, publicó intégrala acusación fiscal contra Prado, y en el número del 15 de Mayo de 1898 inserta las conclusiones de aquel funcionario. En la Monografía histórica de Cuba, publicada por D. An tonio Bachiller y Morales, se demuestra que Prado no fué con- denado á muerte, como dicen algunos autores, sino que fué privado de sus empleos militares perpetuamente, con destierro á 40 leguas de la Corte por diez años y á pagar daños y perjui- cios. < La misma pena mereció el Marqués del Real Transporte; al Conde de Superunda y D. Diego de Tabares, diez aflos de suspensión de empleos militares y resarcir los dichos perjuicios con sus bienes; hubo otras penas más leves, > yGoogk 20 LA GUERRA HISPANO- AMERICAN A la cELisa y se le rehabilitó en sus empleos y ho- nores igual que á los demás castigados. La rehabilitación de Prado, se debió á un acto sublime, que vamos á referir, tomándolo de un ar- tículo publicado por el Comandante de Artillería D, Manuel Somoza, en El Carbaybn, de Oviedo, del 2 de Enero de 1885 (i). Describe Somoza La Vefttana de la Cruz, que aún hoy existe, perteneciente al edificio que Prado ocupaba en Oviedo, y dice: «Triste es ser vencido; horrible para el Jefe militar quedar vivo , pero con el estigma de inepto ó cobarde, cuando no con el de traidor, y doblemente horrible si la conciencia está satisfecha por haber llegado al lími- te que tienen todas las resistencias humanas. En los desastres de la guerra frecuentemente se busca y en- cuentra uno f|Lie sufra la pena de todos, las consecuen- cias de lo que tal %'ez no fué posible evitar ni prever, y el severo y no siempre justo fallo de la posteridad. Tal sucedió al infeliz General, que, despojado de sus empleos y honores^ condenado á muerte é indultado más tarde, vino 1 ocultar en Asturias, su patria, y en el hogar de una familia amiga, la desesperación y la vergüenza que le consumían. (i) Estos datos nos fueron facilitados durante un viaje á Asturias por el ilustre catedrático de aqueUa Universidad don Fermfti Canella. yGoogk RECUERDOS DEL TIEMPO VIEJO 21 Y no era posible que su minada naturaleza pudiese luchar con tan inmensa amargura ; cedió la materia y llegó el momento en que las dulzuras de la religión vienen á calmar los últimos sufrimientos del desgra- ciado (i). Á la rojiza luz de los blandones, y entre sollozos de deudos y amigos, el Rey de los Reyes, en manos del sacerdote, descendía piadoso hasta el hom- bre. Entonces, el sin ventura Prado, arrodillándose en el lecho : — iJuro, dijo con voz entera y como buen católico, por la Sagrada Forma que voy á recibir, y por mi eter- na salvación, que como hombre honrado, como mili- tar y como caballero, hice cuanto pude por defender la plaza conñada á mi lealtad ! ¿Cómo es posible mentir en tan solemne momento, cuando se cree en Dios , y se ve tan cerca la eternidad? Lo grave , lo imponente del caso , puso en conmoción á toda la ciudad; los que tenían influencia se interesa- ron por aquella víctima, cuya vida duraba aún como si hubiese de llenar alguna misión en la tierra; se es- cribió el proceso, y por último, una completa y digna reparación vino á alentar con un rayo de alegría los últimos días del moribundo. » ¿Qué hizo entonces? Regocijado, febril, pidió con ansia su uniforme, sus insignias; se hizo sacar del lecho , y no pudiendo salir á la calle , fué llevado á la (i) Falleció en Oviedo el 9 de Abril de 177 1. El 20 de Marzo anterior había testado ante el Notario Nicolás López Villa de Rey, disponiendo que el entierro fuera muy modesto porque tenía muchas deudas. Murió muy pobre. yGoogk 22 LA GUERRA HISPANO-AMERICANA Ventana de la Cruz, que bien podía representar la de su martirio. Allí, á las horas de más tránsito, al salir de la Catedral, le vio todo el pueblo; y allí se asomó durante veinte días, luchando con la muerte y dispu- tándole una hora, un minuto, para protestar con su presencia de una manera solemne contra su inmereci- da desgracia, para mostrarse digno del aprecio de sus conciudadanos para aspirar hasta el último momen- to la consideración que por tanto tiempo le habían negado .» Desde que nos contaron el suceso y siempre que, llenos de respeto, miramos á la Ventana de la Cruz, la imaginación columbra en ella al noble Gobernador de la Habana, que seca su ultrajado uniforme, empapado en lágrimas, al sol de la Jus- ticia. yGoogk yGoogk CAPÍTULO PRIMERO. Un siglo perdido. Tristezas y errores. — Reacción vigorosa. — Decaimiento absoluto del poder militar. — F.1 Fí>¿7«x«*. — El conflicto de las Carolinas. — Diversidad de criterios. — Remedios tardíos. — Proyectos de defensa. — Mando de los Ge* nerales Salamanca , Polavieja y Martínez Campos. Si se compara la situación moral de la isla, que se deduce del ligero apuntamiento que acabamos de hacer, con la que predominaba al estallar la gue- rra hispano-americana, échase de ver una enorme diferencia. Á fines del siglo pasado, los naturales del país, no sólo no respondieron á la voz de los ingleses, sino que, sin excepción, tomaron las armas en favor nuestro y celebraron luego con regocijo la restitución del poder á España. Ahora, al revés: al ser agredidos por los americanos, la mayoría de los habitantes nos era hostil , gran parte indiferen- te y la menor parte leal sin entusiasmo, acaso por conveniencia, y la isla entera ardía en abierta rebe- lión contra la patria española, tres años sostenida. yGoogk U LA GUERRA HISPANO -AMERICANA ¡Da tristeza pensar cuánto error, cuántas fata- les equivocaciones tuvieron que cometer los go- bernantes de España, para producir tamaña varia- ción adversa, en el corto período de un siglo, capaz de transformar un país leal y adicto en un foco de separatistas! Ya analizaremos la cuestión, que ahí queda trazada I en el libro que dedicaremos al examen de las causas de la pérdida de nuestras colonias. Por ahora, necesitamos declarar, que nunca encon- tramos justificada la mano armada del hijo contra el padre; pero también hay que confesar, mal que nos pese, entre lágrimas y sangre, que mucha culpa tuvieron los que llevaron durante este siglo la gobernación del Estado, tan torpemente, que no supieron desarmar el brazo que con astucia, mañ^ y fijeza veíamos alzarse, ni se preocuparon de las asechanzas de los Estados-Unidos, ni procuraron leer en el porvenir, que se delineaba bien claro y terminante. Por lo que atañe al poder militar, la diferencia entre lo que sucedía en 1762 y en 1898 era pal- pable. Entonces, los elementos de defensa de la atacada Habana, hallábanse más equilibrados que ahora en relación con los que traían los ingleses. Nuestra escuadra y nuestra defensa, eran, respecto yGoogk UN SIGLO PERDIDO 25 á ellos, de no tanta inferioridad como la escuadra y defensa que hace poco más de un año presentá- bamos contra los Estados-Unidos. Los recursos de las Naciones inglesa y española, tenían, en aquella época final del pasado siglo, menos disparidad que en los tiempos de nuestra reciente derrota. La Nación no se encontraba antaño aislada y sola en el mundo, sin un amigo, sin un punto de apoyo en que afirmarse. Y por encima de todo eso , ya lo hemos dicho, aquel país cubano, lejos de some- terse de buen grado al yugo de Inglaterra, lo re- chazaba, en tanto que ahora pedía y halagaba y se sometía á la férula de los Estados-Unidos. Puede decirse que tampoco en 1 762 se hallaba la isla bien defendida , mas sí cabe afirmar que sus principales puertos, incluso la Habana, poseían mejor defensa, relativa á los medios de ataque, que la que en pleno esplendor del siglo XIX contá- bamos. Hubo siempre cierto desdén político cuan- do se trataba de las posesiones de Ultramar en pun- ^to á su defensa, hasta que los ingleses se hicieron dueños de la Habana. No habían sido bastantes para imponerla los amagos de forbantes y filibuste- ros contra principales ciudades , algunos tan atrevi- dos como el del francés Geron ü Ogeron, que ya dejamos referido. Según la costumbre española, los yGoogk 26 LA GUERRA HISP ANO-AMERICANA providenciales avisos de nada sirvieron , y fortuna fué que la paz de Versalles nos devolviera la capi- tal de la gran Antilla á cambio de otras cesiones de territorio en la Florida. Eso sí, á partir de aquel momento, emprendióse obra vigorosa de defensa de algunos puertos, y de aquella fecha arranca la construcción de la colosal fortaleza de la Cabana, una de las más hermosas del sistema abaluartado, enclavada precisamente donde los defensores de la Habana contra los ingleses, habían establecido, al principio del sitio, la batería de mayor importan- cia, que sirvió de poco, pues fué prematuramente abandonada y su emplazamiento ocupado por los cañones enemigos dirigidos contra el Morro. Más adelante, construyóse el fuerte núm. 4, flanqueante de la Cabana, y en el opuesto flanco de sotavento el magnífico castillo del Príncipe, modelo de fortifi- cación poligonal, y después las baterías de Santa Clara y de la Reina, que completaban la defensa de la boca del canal de entrada al puerto, con lo que resultaba esta plaza una de las más fuertes del mun- do. No por eso se descuidaban las obras en algu- nos otros sitios, cual Matanzas y Santiago de Cuba, que llegaron á tener valor militar no despreciable. Esa actividad duró hasta más allá de la mitad del siglo actual. Digitized byCjOOQlC UN SIGLO PERDIDO 27 La falta de plan fijo y de dirección firme que caracteriza las cosas de España, hizo que empezase á mirarse con menosprecio la defensa de la isla, y como coincidiese con ese retroceso militar el per- feccionamiento de la artillería, que en pocos años sufrió radical cambio, resultó, que al estallar la gue- rra separatista de 1868, aquella formidable plaza de la Habana empezaba á declinar, y,* algunos años después, no podía pensarse que sirvieran para nada de provecho los cañones de bronce anticuados que armaban sus baterías y la naturaleza misma de las obras, compuestas de mamposterías al descubier- to, poco propicias para resistir el combate contra buques bien armados de cañones de buen alcance y poder. Nadie se preocupó, durante aquella larga guerra, de la defensa del litoral ni de que teníamos en los Estados-Unidos un enemigo tenaz que algún día nos había de atacar, hasta que, en 1873, ocurrió el apresamiento del Virginius y con él la justa y ejemplar ejecución de sus tripulantes, que dio ori- gen á barruntar peligros de guerra con la gran República americana (i). (i) El Virginius fué apresado por el Tornado de nuestra Marina de guerra, al mando del Sr. Castilla, el 31 de Octubre de 1873, después de larga persecución á 25 millas de Jamaica. En el acto de la presa , enarboló bandera americana , y de ahí yGoogk 2S LA GUERRA HISPANO-AMERICANA De prisa y corriendo, nos vendió Krupp á alto precio, seis cañones de acero de 28 cm., que eran la última palabra de la industria militar, y que, con no muy sobradas municiones, costaron 600.000 duros. Tres de ellos, se montaron pronto, en medianas condiciones, á barlovento del castillo del Morro, en la batería de Velasco. Á los otros tres no les llegó la suerte : el peligro de conflicto con los Estados-Unidos desapareció por el mo- mento y en seguida faltó dinero para montarlos, y, arrinconados, sobre polines, en el patio de ía ba- tería de la Reina, durmieran el sueño eterno, á no haber llegado otro nuevo amago de peligro, al que dio lugar el conflicto de las Carolinas (i). Enton- ces, se dieron órdenes y recursos á raja tabla, para establecer en la batería de Santa Clara los tres ca- ñones Krupp de 28 cm., se inició una suscripción nacional para arbitrar fondos, y los artilleros se multiplicaron, como saben hacerlo, improvisán- dolo todo: cabrias, vía férrea para el transporte, medios de arrastre, para el cual se emplearon las máquinas de vapor dedicadas al arreglo de las ca- lles á guisa de locomotoras-carreteras, consiguien- la complicación que después se produjo, pero en aquella oca- sión se procedió con energía y no pasó nada» (i) En 1885. yGoogk UN SIGLO PERDIDO 29 do al cabo de algunos meses tener montadas las tres piezas. Si la guerra hubiera estallado, á buen seguro que el enemigo no diera tiempo de hacerlo, pese á la actividad asombrosa con que se procedió, porque hay que decir muy claro, que el artillado y la fortificación de las costas no son faenas en las que es posible correr, ni menos pueden improvi- sarse. Esos trabajos necesitan abordarse en tiempo de paz, con calma y método, porque requieren lar- ga labor y gran instrucción técnico-práctica si han de responder al fin á que se dedican (i). Así lo comprenden las naciones que se preocu- pan de poner su suelo al abrigo de los ataques del exterior. Bien que mal, quedaron, pues, al finar el año 1885, en disposición de hacer fuego, seis cañones de acero Krupp de 28 cm., de ellos tres en la ba- tería de Velasco y tres en la de Santa Clara. Puede decirse que esa era la única defensa que poseía la Habana entonces, porque las demás fortalezas se- guían con sus morteros y sus cañones de bronce an- tiguos, amén de algunos obuses de hierro rayados de 21 cm. (Elorza), piezas perfectamente inútiles (i) Era Comandante general de Artillería el inolvidable y malogrado General D.Juan Aisa, que falleció poco después víctima del vómito. yGoogk 30 LA GUERRA HISPANO-AMERICANA para el combate contra las escuadras extranjeras. Parecía natural , que , después de sufrir esos dos amagos de ataque, al que dio lugar el Virginiusy el de las Carolinas, y habiéndose evidenciado la deficiencia de la defensa de la Habana (i) y la ne- cesidad de mejorarla, no se diese tregua á la activi- dad hasta conseguirlo; pero, entre nosotros, suce- den las cosas al revés de como deben ser, y, pa- sado nuevamente el peligro, todo quedó en sus- penso, así en lo que se refiere á fortificación como al artillado: los créditos para personal y material de Artillería é Ingenieros se fueron mermando cada vez más, dejándolos reducidos á lo indispensa- ble para una mala conservación de lo que existía, y llegó la guerra separatista del 95 sin que nada hubiera turbado esa dulce calma, porque las la- mentaciones oficiales que de vez en cuando lanza- ban artilleros é ingenieros perdíanse en el vacío. Cierto es que á la vez sufría tajos y mandobles el ejército todo de la isla. Ese era el estado de la defensa cuando á Cuba llegó el General Martínez Campos. Lo que sucedió después resulta tan gráfico y (i) iNo tiene que decir cómo estarían los otros puertos de la isla! Digitized byCjOOQlC UN SIGLO PERDIDO 31 curioso que bien merece que lo describamos con algún detalle, aunque no lleguemos á darle todo el color subido de la realidad, siquiera para ver si se consigue que sirva de enseñanza y toque al co- razón de los actuales enemigos de la defensa na- ciotial, * Antes de que el General Martínez Campos to- mase acuerdos decisivos, no dejó de haber otros que hicieran esfuerzos por que la defensa de la isla saliera del statu quo. Realmente, nunca faltaron buenos deseos, traducidos en trabajos y estudios, cual los que en 1874 realizó el entonces Coronel de Ingenieros, hoy ilustre Teniente General don Rafael Cerero, que comprendían todo un plan no- table de defensa de la isla, y especialmente el proyecto completo de fortificación marítima y te- rrestre de la Habana: más tarde, en tiempo del General Salamanca (i), una comisión de Jefes y Oficiales de Artillería, Ingenieros, Estado Mayor y Marina (2) recorrió á bordo de un cañonero el (i) El General Salamanca se encargó del mando el 13 de Marzo de 1889 y lo ejerció hasta su fallecimiento, ocurrido el 6 de Febrero del 90. (2) Componían esta comisión el Coronel Teniente Coronel yGoogk LA GUERRA HISPANO-AMERICANA litoral, deteniéndose en los puertos principades y haciendo el estudio de su defensa: después, al ini- ciarse el mando del General Polavieja (i), funcionó otra comisión magna que encaminaba sus trabajos al mismo fin (2). En El Eco Militar, de la Habana, que dirigía el Coronel de Estado Mayor D. Emilio Arjona, apareció por entonces una larga serie de artículos, redactados por el que esto escribe, demostrando que, en cinco afios, consignando tan sólo 500.000 pesos cada presupuesto, podían quedar defendidos y convenientemente artillados con cañones moder- nos los seis puertos principales de la isla, ó sea Habana, Cienfuegos, Matanzas, Guantánamo, San- tiago de Cuba y Ñipe. Nadie hizo caso de esas ad- vertencias. La cuestión era reducir, y reducir sin tasa, los presupuestos de guerra. de Estado Mayor D. Francisco Galbis, el Comandante de Ar- tillería D. José Sanchís, el de Ingenieros D.José Artola y el Teniente de Navio D. Victoriano López Doriga. (i) El General Polavieja desembarcó en Cuba el 24 de Agosto de 1890. (2) Era Presidente de esta comisión el Capitán General, y figuraban en ella el Segunde Cabo General Sánchez Gómez, -el Comandante General del Apostadero Sr. Casariego, los Co- mandantes Generales de Artillería é Ingenieros Generales Mo- lins y Ossorio y Jefes y Oficiales de Artillería, Ingenieros, Es- tado Mayor y Marina. Digitized byCjOOQlC UN SIGLO PERDIDO Por manera que tales impulsos de los Capita- nes Generales de la isla, no pasaron nunca de pro- yectos, porque las impuestas economías desmo- chaban cuanto tendiera á ponerlos en práctica: profesábase acaso la teoría de que no podíamos te- ner por allí más enemigo exterior que los Estados- Unidos, éstos no habrían de atacarnos sino cuando tuviéramos guerra interior encarnizada, y en ese caso, toda esperanza de nuestra parte resultaba ilusoria, y, por lo tanto, no se necesitaban las de- fensas de los puertos. Los que así pudieron pensar decían : Para la guerra contra los insurrectos del in- terior no necesitamos fortificaciones costeras, por- que ellos no tienen medios de atacarnos por mar, y si logran enredarnos en guerra con los yankees á la par que la isla está insurreccionada, no po- dríamos sostenernos con los dos enemigos inte- rior y exterior, y sobran, "por tanto, las fortifica- ciones. Desde luego se ocurre que así no se puede dis- currir en el terreno puramente militar, porque cabe argüir, que los Estados-Unidos se hubieran abste- nido tanto más de mezclarse en nuestros asuntos cuanto mayores dificultades hubieran visto para su empresa, y la dificultad estaba, en este caso, re- presentada por nuestras plazas marítimas, si las Tomo III yGoogk a4 LA GUERRA HISPANO- AMERICANA hubiéramos tenido bien artilladas, y por nuestra escuadra: hoy que la triste realidad nos demuestra que no teníamos escuadra , pueden afianzar su ar- gumento los partidarios de esa teoría, que para abrigarla, tendrían además en cuenta, otros datos de orden político que señalaban fatal mente^l próxi- mo fin de nuestra dominación en Cuba, debido á los errores, á los fi*acasos y á los abusos que facili- taban á los Estados-Unidos el ir tranquilamente echando los jalones de su futura dominación. No podemos participar de la tendencia que tal teoría establece, tendencia que no pasó del terre- no conjetural, pues entendemos que la dificultad esencial con que tropezaban los planes de defen- sa, era la falta de crédito para realizarlos, ó me- jor dicho, la resistencia á concederlos, resistencia que también alcanzaba al ejército activo, merma- do de presupuesto en presupuesto, en forma des- piadada. Entre otros expedientes á los que se acudió, citaremos el de obligar á los Cuerpos á rebajar forzosamente una parte de su fuerza. El espectácu- lo era feroz : al soldado se le ponía á la puerta del cuartel para que buscase por sí trabajo. Se le arro- jaba, en fin, por ley del presupuesto, del cuartel, su casa, sin siquiera devolverlo á España. ¡Cuántos yGoogk UN SIGLO PERDIDO 35 hemos visto en las calles de la Habana pidiendo li- mosna, y otros en el campo, andrajosos y míseros, pordiosear colocación de ingenio en ingenio!.... Ntinca hemos podido comprender la razón de ese sistema de economías , que desprestigiaba al ejér- cito, en un país ya de por sí hostil (i). Y negando dinero los Gobiernos para sostener al soldado, ¿cómo iban á darlo para comprar cañones y cons- truir baterías? Tal era el estado de la cuestión cuando en 1895 llegó á Cuba el General Martínez Campos, substi- tuyendo al General Calleja en el mando superior civil de la isla y en el. del ejército que peleaba contra los insurrectos. Es por demás curiosa la forma en que arrancó el impulso para la defensa; y por si pudiera servir de enseñanza, ya que en ese caso dio resultado práctico, creemos llenar un deber dedicándole al- guna mayor explicación. Era Comandante general de Artillería D. José Lachambre, cuando en 18 de Septiembre de 1895 puso al Capitán general una comunicación en la (i) Esta fué una de las causas que obligaron al General Polavicja á presentar la dimisión de su cargo después de presa- giar lo que iba á suceder con indiscutible sinceridad , de la que no se hizo caso« yGoogk 36 LA GUERRA HISPANO-AMERICANA que, poco más ó menos, manifestaba, que aun cuando los Comandante» Generales de Artillería, que le habían precedido (i) en el cargo, habían lla- mado la atención acerca de la situación poco satis- factoria en que se encontraba el artillado de las pla- zas de la costa, en vista de los peligros que se avecinaban; lo hacía á su vez, porque habiéndose ordenado de Real orden el estudio de la defensa de la boca del puerto de la Habana con torpedos automóviles, eso revelaba la tendencia á poner aquella plaza en estado de resistir y rechazar algún ataque, puesto que la defensa por torpedos era el complemento de la de baterías de cañones. Los puntos que convenía defender perentoria- mente, habrían de ser aquellos puertos comercia- les que reunieran mejores condiciones de posición, abrigo y calado, para servir de apoyo, refugio y base á los barcos de guerra nacionales que sur- caran los mares y que necesitasen abastecerse, re- parar averías, tomar carbón ó recibir instrucciones. Señalábanse desde antiguo, como de más impres- cindible defensa, los puertos de la Habana, Cien- fuegos, Guantánamo, Santiago de Cuba, Ñipe y (i) De entre ellos es justo consignar el nombre de un Ge- neral inolvidable : D. Federico de Molins y Lemaur. yGoogk UN SIGLO PERDIDO 37 Matanzas. Su importancia estaba reconocida y re- comendada en numerosas Memorias y estudios efectuados, siendo recientes los de una comisión mixta de Jefes y Oficiales de Artillería, Ingenieros, Estado Mayor y Marina, que el General Salaman- ca nombró para que recorriese todo el litoral, y otra de Generales, Jefes y Oficiales que funcionó en tiempo del General Polavieja. De manera, que lo que á estudios y proyectos se refería, había sido ya analizado ampliamente, y lo que faltaba, era proceder á la realización práctica de algunos de ellos. Tomando por base el aspecto de la cuestión que se relacionaba con el artillado, parecía lo más práctico contar con cañones moder- nos, los que se montarían en baterías enterradas ó con parapetos de tierra, en los lugares más á pro- pósito de los puertos, ya en todos designados; ba- terías que, además de dar resultados comprobados por los combates, superiores á las de grandes mam- posterías, reúnen las condiciones de baratura y la más esencial de rapidez en la construcción, pues las grandes obras tardase muchos años en reali- zarlas, y las necesidades defensivas de la isla de Cuba eran de índole apremiante. Tomábase asimismo en cuenta, la provisión de los medios conducentes para evitar desembarcos yGoogk LA GUERRA HISPANOAMERICANA formales, para lo que se necesitaba artillería ligera y fusiles de gran alcance (i), á fin de utilizar co- lumnas de extremada movilidad y eficacia, en la inteligencia, de que los gastos no habían de repre- sentar un eáfuerzo imposible, sino muy llevadero, porque de las seis plazas más importantes citadas, sólo la Habana tenía difícil defensa, á causa de ha- llarse la ciudad encima de la costa y tener fondos libres el mar cercano para permitir aproximarse los buques enemigos, lo que hace '►temible el bom- bardeo. Los seis cañones Krupp de 28 cm., anticuados ya, pues eran del año 1876, que poseía, eran defi- cientes é insuficientes por su número, situación y alcance; existían sectores importantes privados de fuegos, y en los cuales podrían impunemente situar- se los barcos enemigos que atacasen la plaza ó bom- bardeasen la población, entre ellos, algunos am- plios espacios comprendidos á la derecha del Mo- rro hasta Cojímar, y otros por la costa del Vedado hacia la Chorrera, que obligaban á pensar en con- tar con algunas piezas que los defendieran, forzan- do á los buques de guerra á separarse de la costa lo suficiente para alejar el bombardeo de la población. (1) Todavía teníamos incompleto el armamento Mauser. yGoogk UN SIGLO PERDIDO 39 dificultando además el ataque y los desembarcos. Eran de fabricación corriente en la Península pie- zas baratas y buenas, y podría darse el caso de ha- ber plazas y campos de experiencias que, sin gran detrimento de la seguridad , hubieran podido ceder algunas para Cuba, de no poder comprarse de ace- ro, indicando este medio como recurso para man- dar pronto cañones potentes. Aún se facilitaba más el envío , tratándose de los otros calibres medios y pequeños que completan la defensa de una plaza y que tan buenos resultados darían en los puntos ci- tados. Complemento indispensable de los cañones era el personal que había de servirlos, que necesita larga instrucción , acerca de lo cual se llamaba la atención superior. De aceptarse la idea, podía precisarse el nú- mero de piezas y su coste, siempre dentro de la base de que no habría de proponerse nada que fuera superfino ni dejase de encajar en los límites de la mayor economía, limitando los proyectos á lo indispensable, rápido y más urgente, para colo- carnos en condiciones de defensa con los recursos más indispensables. El General Martínez Campos, no sólo encontró aceptables muchas de esas manifestaciones, sino que las acogió con singular interés, y contestó, en yGoogk 40 LA GUERRA HISPANO-AMERICANA 7 de Octubre siguiente, desde Santa Clara, donde se hallaba por razón de las operaciones, que, ente- rado de lo que se le proponía sobre artillado de la plaza de la Habana, le parecía oportuno acceder á lo pedido, y que se procediese á estudiar los ante- cedentes que hubiera de este asunto para darle cuenta con su opinión, cuando regresase á la ca- pital, sobre la defensa más adecuada de su puerto y costa. A consecuencia de esa autorización, el General Lachambre nombró una comisión de Jefes y Ofi- ciales de Artillería, que examinó prolijamente los aproches de la Habana por tierra y mar; de modo que al regresar á la Habana, un mes después, el General Martínez Campos, pudo examinar en se- guida los planos y la Memoria correspondiente á su artillado, haciéndola suya, y .disponiendo que el General Lachambre enterase de ella al Coman- dante general interino de Ingenieros y al Coman- dante general del Apostadero (i), hecho lo cual envió con carácter urgente á la Península aquel proyecto, que no traía la forma reglamentaria, lo que fué materia de discusión, pero que al fin se (i) Ejercían estos cargos el Teniente Coronel de Ingenie- ros Sr. Dominicis como interino , y el Capitán de Navio de pri- mera Sr. Gómez Imaz. yGoogk < < < < Q Cx] Q < O H < P < yGoogk yGoogk < p < a H yGoogk yGoogk ^i'' ■ VI,., mm o Q "D £ ñ •i ^ < Í3M O O o . O ^ i > X -o I fe y Google yGoogk Digitized byCjOOQlC c m ÜC PQ O »o 5 I H E P O Di H ^ Oí a- •§ Digitized by VjiOO^lC yGoogk u o < tí " CA) c Googk yGoogk ^^ ^IHI ^ ^v^^^^^^l j^HH ^^■k 4tfM¡^P^E^9l tw^^w á ^^^H i^^^^^^P3E%^VDI nH^HF "^*^_^^H Ü ^B ^"^Bj^ET 1 jB L ül 5 ^^^^^^H' ^^^^^^^^^^I^^E. 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Del trazado de éstas se encargó el dis- tinguido Teniente Coronel de Ingenieros Sr. Mar- vá, procurando con tan escasos recursos hacer todo lo eficaz posible la defensa. Los trabajos empeza- ron inmediatamente (i). Los vapores que transportaron el material fueron : San Francisco: entró el 14 de Diciembre de 1 895 y transportaba dos cañones Ordóñez de 30 ' 5 centímetros con todo su material , á excepción de las basas y anclaje. (x) En estos trámites se distinguió por su actividad el Ge- neral Aguilar, Comandante General de Artillería , y el de In* genieros Sr. Barraquen yGoogk 42 LA GUERRA HISPANO-AMERICANA San Fernando: entró el 26 de Diciembre aba- rrotado de material de artillería; traía marcos, cu- reñas, basas y anclaje para dos cañones de 30*5 Krupp, cuatro cañones Ordóñez de 15 cna., con todo el material que les corresponde; efectos para ocho obuses de 21 cm. Ordóñez, menos las piezas y cureñas, y explanadas para cañón de 1 5 cm. Ver- des: en junto, 260 toneladas de material. Satrüstegui: entró el 27 de Diciembre con ba- sas y anclaje de los cañones de 30 ' 5 cm. Ordóñez. Buenos- Aires: entró el 28 de Febrero de 1896, y transportaba 2.200 cajas de proyectiles de ca- ñón de 15 cm. y obús de 21, y los dos cañones Krupp de 30 ' 5 , cuatro cañones de 1 5 Ordóñez, ocho obuses de 2 1 ídem , 1 2 marcos y 1 2 cureñas para cañón de 16 cm. y accesorios para ídem; cua- tro marcos, cuatro cureñas y cuatro basas de ca- ñón de 15 cm.; ocho marcos, ocho cureñas y ocho juegos de rodillos para obús de 21 cm. Ordóñez; carrileras para los cañones de 15 y 16 cm.; com- presores, juegos de armas, accesorios, etc. San Frajicisco (segundo viaje): entró el 4 de Marzo, llevando dos cañones de 24 cm. Ordóñez, tres cureñas y tres avantrenes de sitio para caño- nes de 16 cm. Además, el Alfonso XII y otros, que llevaron yGoogk f UN SIGLO PERDIDO 43 material en menos cantidad, sin contar los que fueron cargados de fusiles y cartuchos (i). Á medida que las explanadas estaban conclui- das, se iban montando los cañones y se transpor- taban desde los muelles á sus baterías, improvi- sando todo género de recursos. Fué aquella una época de actividad asombrosa que también, an- dando el tiempo , sufrió detención perjudicial por agotamiento de los fondos para las obras de Inge- nieros. No se limitó á la plaza de la Habana la inicia- tiva del General Martínez Campos, sino que en seguida nombró una comisión mixta de Artillería é Ingenieros (2) que recorriese los puertos de Ma- tanzas, Cienfuegos, Santiago de Cuba y Guantána- mo, y formulase los proyectos de defensa: esta co- misión llenó su cometido y presentó la correspon- diente Memoria, incluyendo en ella la bahía de Ñipe; mas aquélla no fué tan afortunada como la (i) De los transportes de todo el material hasta almacenes y baterías, desde el 14 de Diciembre de 1895 ^^ 20 de Agosto del mismo año , estuvieron encargados el Teniente Coronel de Artillería D. Joaquín Ramos y el Capitán D. Enrique Nieto, que realizaron esfuerzos prodigiosos hasta ver coronada su obra. (2) La presidía el General Lachambre , con el General de Ingenieros D. Carlos Barraquer, y Jefes y Oficiales auxiliares de Artillería é Ingenieros. yGoogk 44 LA GUERRA HISPANO-AMERICANA anterior: siguiéronse los trámites del Reglamento mixto de Artillería é Ingenieros, consistentes en tanteo de defensa, tanteo de fortificación, tanteo de armamento, anteproyecto de las obras, pro- yecto; y como algunos de esos despachos necesi- tan, para poderse pasar al siguiente, la aprobación y el estudio de los altos centros consultivos; y eso, que siempre retrasa, tratándose de Cuba retrasaba más; fué pasando el tiempo, recayó resolución pi- diendo más datos y más completo plan respecto á Santiago de Cuba y á los demás puertos, volvió á salir una comisión á buscarlos (i), se remitieron, y en tanto llegó el momento de tener que defen- derse las plazas y resultó que nos faltaba todo. Y menos mal que la gran autoridad del Gene- ral Martínez Campos, imponiéndose y rompiendo la doctrina reglamentaria, que bien pudiéramos llamar tradición vetusta, dio margen á que nos cogiera el conflicto con la Habana en regulares condiciones de defensa, lo que de mucho valió, según hemos de demostrar en este libro; porque, á no ser por eso, los Estados-Unidos hubieran tomado en seguida esta plaza, según dicen que (i) Era entonces Presidente de la Junta de defensa el Ge- neral Parrado. Luego ejerció ese cargo el General D. Francisco de Loño , que dió curso al estudio final. yGoogk 1 UN SIGLO PERDIDO proponía el Cónsul Lee, y entonces, las condicio- nes de paz, con ser tan terribles, acaso hubieran revestido mayor gravedad. Quiere decir lo expuesto, que hay necesidad de simplificar mucho los trámites de la defensa, y á ello parece que se tiende ahora, si no queremos que en la Península é islas adyacentes vengamos al mismo resultado, ó sea, que cuando necesitemos que las plazas marítimas hagan fuego, nos encon- tremos con que no son tales plazas, ni tienen más baterías que las proyectadas en luminosos planos; pero no se crea que sólo al expedienteo usual acha- camos ese perjuicio, que al mismo tiempo, ó por encima de eso, hay que tomar en cuenta la nega- ción de recursos para poseer los cañones. No se regateen esos, cómprense las piezas primero que todo, y se verá cómo pronto quedan montadas, mejor ó peor, pero en actividad para la defensa. Eso sucedió en la Habana. Llegaron los cañones y se establecieron en batería. Si hubiese habido en la Península más cañones de costa que mandar á los demás puertos ó se hubiese concedido con tiempo dinero para comprarlos, hubiera sucedido lo mis- mo con ellos, porque voluntad y energía no falta en artilleros é ingenieros; lo que falta son medios de realizar el trabajo. yGoogk 46 LA GUERRA HISPANO- AMERICAN A « La teoría que mejor cuadra al aquilatar nues- tros desastres, puede deducirse de la moral que en- cierra el siguiente telegrama, recientemente publi- cado, y relativo á los fracasos de los ingleses en el Transvaal: <í Londres, 14 Noviembre (8 m,) El Subsecretario de Guerra, en un discurso pro- nunciado anoche en Dower, dijo que no debe hacerse al Departamento de Guerra único responsable de las deficiencias de los armamentos ingleses y del estado de sus fuerzas militares en el África del Sur. La responsabilidad recae, sobre lodo, en el Go- bierno, y ha obedecido principalmente á razones polí- ticas.» No va eso en son de crítica; quiere decir que achacamos esas largas tramitaciones de los asun- tos, en primer término, á la falta de dinero, pues cuando de éste se dispone en abundancia, empuja á soluciones rápidas y decisivas y todo se allana y facilita; no obstante, hay que convenir en que aquel que tiene que dictar providencia acerca de planos basados en el conocimiento del terreno, que á veces no ha visto, necesita largo estudio, si ha de hacerse cargo de todos los detalles, el qvie puede allanarse y abreviarse mucho, simplificando el despacho de esos asuntos en forma que las solu- yGoogk UN SIGLO PERDIDO 47 dones arranquen desde luego de aquellos que por sus propios ojos han visto las posiciones y con sus propias manos han trazado los proyectos. Tráenos este caso como por la mano á afianzar lo que hemos sentado en anteriores libros (i), á saber: que en la defensa de las costas hay que seguir el sistema de menos estudios y- más realidad. (i) Véanse Baños, cañones y fusiles y El bloqueo y la defen- sa de las costas. yGoogk yGoogk CAPÍTULO II. Frente marítimo. (') Descripción de la plaza. — Fortalezas antig^uas. — Mando del Cíeneral Weylcr. Nuevas obras de fortificación del frente roaritirao. Desde largo tiempo atrás se considera la isla de Cuba como posición estratégica de primer or- den, llave del Golfo de Méjico y centinela perma- nente para el dominio del Mar Caribe. Entre los puertos bien abrigados que abren en sus costas, descuellan, en lugar preferente, los de la Habana, Guantánamo, Santiago de Cuba, Ñipe, Cienfuegos (Jagua) y Matanzas. El de la Habana, constituye un lugar á propósito para predominar en el estrecho de la Florida, sirviéndole de flanco Matanzas por barlovento, y Mariel y Bahía-Honda á sotavento; Cienfuegos corresponde á la costa Sur; Ñipe puede servir de base para cerrar el canal (i) Véase el Plano genercU de ia Habana y de su campo atrin- cherado que forma parte de este libro. Tomo Hí 4 yGoogk 50 LA GUERRA HISPANO- AMERICANA viejo de Bahama, que da acceso á los mares cerca- nos al gulf'Strcam. En relación con los Estados-Unidos, la Haba- na, por su proximidad á las costas de los Estados- Unidos y á las plazas de Cayo Hueso, Dry Tortu- gas, New-Orleans, Mobila y Panzacola, es una posición inmejorable y de un valor naval y militar que se echa de ver con sólo mirar al mapa. Tiene la Habana malas condiciones para la de- fensa, porque aun cuando dispone de un canal de entrada muy estrecho (8o m.), ofrece poca longitud y los barcos que en el puerto se abriguen quedan al alcance de los tiros que desde el mar se. dirijan por referencia: lo mismo sucede á la población, enclavada sobre la costa misma, á la vista y á tiro de los cañones que monten las escuadras. La costa, á barlovento y sotavento de la boca de la bahía, abre al mar libre, si no en línea com- pletamente recta, muy poco quebrada en entrante, y ofrece cotas muy bajas, y, por lo tanto, muy poco á propósito para el establecimiento de bate- rías de buenas condiciones defensivas. Dos peque- ñas ensenadas hay cercanas, la de Cojímar á bar- lovento, la de la Chorrera á sotavento, en la que desemboca el río Almendares. Puede considerarse que €í frente marítimo de la plaza, está limitado yGoogk FRENTE MARÍTIMO 51 por estas dos ensenadas, de poco fondo y exten- sión, pues sólo servirían para barrear al aproche por tierra, pero que al enemigo le darían lugares de desembarco, refresco y aguada. Este frente lo dividiremos, para la descripción de las obras, en dos partes. Barlovento (Sste). Comprende desde el castillo del Morro i la en- senada de Cojímar, y contiene, además del expre- sado castillo, la fortaleza de la Cabana (i) y el (i) En esta fortaleza, se alza á la mitad de la batería de sal- vas un modesto monumento que ha sido respetado por los ame- ricanos , y que consiste en una pirámide de mármol , bajo la cual reposan los restos de los héroes de Cárdenas, que murie- ron combatiendo contra los expedicionarios de Narciso López. La inscripción dice: a la lealtad y al heroísmo. AqoI yacen las cenizas de los soldados Vicente Pérez, Antonio Martínez, Francisco López, Ramón Caballero y Galo Tejedor del Regimiento Infantería de León, Y LOS del cabo i.*' GlNÉS IbÁSEZ Y SOLDADOS del Regimiento de Caballería Lanceros del Rey Feliciano Carrasco, Roque Blanco, José Crespo y Francisco Valenzuela Que murieron en Cárdenas el 19 de Mayo de 1850 Peleando por su Reina y Patria Compañeros, honrad la memoria de los muertos yGoogk 52 LA GUERRA HISPANOAMERICANA fuerte de San Diego ó nüm. 4, como obras anti- guas, á más de un fortín secundario que existe en Cojímar. Algo más moderna es la defectuosa bate- ría de Velasco, y de última construcción las bate- rías números i y 2 ó del Barco perdido. La cota de las baterías del Morro , cuyas mura- llas baña el mar, no excede de 18 m., y poco menor la tiene la batería de Velasco. Desde ella, las cotas van descendiendo, y la costa resulta accesible por el mar, aunque poco á propósito para desembar- cos, por ser de roca madrepórica (diente de perro). El terreno va subiendo suavemente hasta la Caba- na, fuerte núm. 4, y alturas de Villarreal, y forma una cresta que domina toda la bahía y la ciudad. Sotavento (Oeste). Comprende desde el castillo de la Punta al río Almendares (Chorrera), y tiene, además de este castillo, como fortalezas antiguas, el del Príncipe^ la batería de la Reina, el baluarte de la Punta y el castillo de la Fuerza, amén de otro castillejo an» tiguo que hay en la Chorrera. Obra más moderna, - modificada, es la batería de Santa Clara, y obras nuevas son la batería núm. 3, dividida en dos par- tes, una de obuses y otra de cañones, y la núm. 4. En está zona de sotavento , se hallan los esta- yGoogk FRENTE marítimo 53 blecimientos militares, Maestranza de Artillería y Pirotecnia militar, directamente expuestos al fuego enemigo, así como el hospital de Alfonso XIII. El arsenal de Marina se encuentra al fondo de la bahía , muy bien situado y resguardado. Dentro de la bahía había otros recursos navales de gran in- terés, como son el dique flotante y la machina, capaz de 8o toneladas, y algunos barcos de guerra, de los que nos ocuparemos más adelante. Distancias. Las principales distancias de las obras son las siguientes : Metros, Morro á Cabana 1 . 100 ídem á batería núm. 2 ó del Barco abandonado. 1 . 530 ídem á San Diego , núm. 4 2 . 143 ' 75 ídem á castillo del Príncipe 3 . 657 ídem á castillo de la Punta 460 Batería del Barco abandonado á batería núm. 1. 770 ídem de la Reina á batería de Santa Clara 1 .030 ídem de Santa Clara á batería núm. 3 Punta Bra- va (obuses) 960 ídem de Santa Clara á batería núm. 3 Punta Bra- va (cañones) 1 . 200 ídem de Santa Clara á batería núm. 4 Chorrera. 2 . 300 ídem de Santa Clara á castillo del Príncipe. ... 1 . 600 Knsenada de Cojímar á Ensenada de la Chorrera. 12 . 000 yGoogk t 54 LA GUERRA HISPANO- AMERICAN A Alturas sobre el ziivel del mar. Barlovento (Este). Metros. Batería núm. 1 10*60 ídem nüm. 2 18 ídem Velasco 15 Castillo del Morro 17 ídem de la Cabana. 25 ídem núm. 4 (San Diego) 50 Sotavento (Oeste). Castillo de la Punta (Batería alta) 10*50 Batería de la Reina (Alta) 8*50 ídem de Santa Clara H'40 . « /t, T, s í Obuses... 1*90 ídem num. 3 (Punta Brava). ( ^ ^,.« ^ '' I Cañones.. 2*10 Ideni núm. 4 2*20 Castillo del Príncipe 49 *50 Dada la configuración de la costa, las distan- cias que existen entre las posiciones y las alturas de éstas, se comprende que el terreno se prestaba perfectamente para establecer baterías de gran campo de tiro ; pero si se pretendía buscar en ellas condiciones defensivas ventajosas, ó sea de cotas superiores á 30 m., había que retrasar notablemen- te las obras, en especial en la zona de sotavento, y como además se partía de un pie forzado, el de yGoogk FRENTE marítimo disponer tan sólo de número escaso de cañones, muchos de ellos de condiciones deficientes, ningu-» no de tiro rápido, y se deseaba alejar todo lo más posible la posición de bombardeo de los buques enemigos, de aquí que se sacrificase en algunas baterías, cual la 3 y 4, la altura al avance sobre el mar, decisión que, si es discutible en muchos casos, nunca puede ser en éste vituperable (i). De haberse dispuesto de cañones donde ele- gir — cosa que puede hacerse en tiempo de paz, pero que no se alcanza cuando en tiempo de gue- rra se han de sujetar los proyectos á las piezas de que se disponga — evidente es que la situación de algunas de las obras, hubiera sido distinta de la que en el plano general se observa, especialmente á sotavento, más contando con número fijo de ca- ñones, acaso se creyó mejor sacrificar determinada ventaja de las baterías á la facultad de alcanzar más allá y de batir amplias zonas marítimas. La posición del castillo del Príncipe, por ejem- plo, se prestaba admirablemente para situar una (i) En el estudio de estas baterías del Coronel Maivá se lee: «De otro modo hubiéramos proyectado las baterías, si hubié- semos dispuesto de cañones de 15 cm. de tiro rápido, con mon- taje de eclipse á voluntad , y pudiendo disparar granadas de acero con cargas de explosión de pólvoras vivas.» yGoogk 56 LA GUKRRA HISPANOAMERICANA buena batería de obuses, caso de haberlos tenido de á 30's cm. en abundancia; no sucediendo esto, para piezas de mediano calibre resultaba muy re- trasada, tal vez, y no se creería prudente perder 1.500 m. de distancia á la costa, poniendo hacia allí algunas de las pocas piezas de que se dis- ponía. Creemos pertinentes estas indicaciones, an- tes de describir las obr^s nuevas que se constru- yeron. Y por de contado, de las fortificaciones apiti- guas no nos ocupamos al tratar de esta fase activa de la defensa, porque ellas sólo pueden conside- rarse, en todo caso, como obras de segunda ó ter- cera línea, aplicables á depósitos y alojamientos, y en alguna parte á servir de baterías secundarias, destinadas á despistar al enemigo y atraer sus fue- gos, idea debida al Comandante General de Arti- llería D. Julio Fuentes, de la que hemos de ocu- parnos más adelante. Naturaleza de las obras. Empezaron en Enero de 1896, y se procedió con mucha actividad, aun cuando, siguiendo la costumbre clásica nacional, no se dispuso de los yGoogk LAmNA lA CORTE DE LOS LOCALES ACASAMATADOS líprrnigán'ThrtlaiicL ^CarrUea: \ — ILj CORTE POR H.L. CORTE POR EF. 10T.llli>sz MUSEO i>s ARTA Digitized byCjOOQlC li; y Google ^ y »i ; • . - í Digitized byCjOOQlC BAní i yGoogk LAMINA 2^ batería Y 1 ! I i z i ALMACÉN CORTE VOVi T V ALMACÉN COKTE PORXZ. I ! EXPLANADA T POZO. CORTE POR R S. yGoogk i 2 i yGoogk LAMIXA 5.^ batería N? 4 4 C.H.E. 15 CM. 2 C. T. r. '''^^^^..-, CORTE POR A B. FCT-LIT. víz mrSEO Ds ART.^ yGoogk Digitized byCjOOQlC FRENTE MARÍTIMO 57 fondos necesarios, lo que hubiera permitido acele- rarlas (i). El General Weyler procuró, dentro de los re- cursos de que disponía, que no faltase dinero para las obras á cargo de ingenieros, siendo admirable- mente secundado en la parte artillera por el Co- mandante General de Artillería D. Isidro Aguilar y por el Coronel de dicho Cuerpo D. Enrique Hore, que interinó largamente aquel mando. También lo ejerció interinamente con gran acierto y actividad, que se tradujo en impulso considerable de los ser- vicios artilleros de la Habana, el Coronel D. César Español, Las obras ejecutadas, obedecían á un trazado conveniente para distancias de bombardeo de 9.000 metros, que es el alcance de los gruesos cañones con ángulos inferiores á 1 2 ó 13^, suponiendo que no pueden ser disparados desde los barcos con án- gulos mayores. En nuestro concepto, la hipótesis de imposibilitar ó dificultar el bombardeo , podía (i) La escasez de dinero, también se corrobora en el nota- ble folleto-estudio del Coronel de Ingenieros D. José Marvá (N^otida de algunas baterías de costa), en cuya página primera dice: «Cumplimentando las órdenes de la superioridad, fueron construidas las baterías en brevísimo plazo , que hubiera podido reducirse á la mitad de haber dispuesto de los fondos necesarios ^. yGoogk 5S LA GUERRA HISPANü-AMERICANA desecharse, porque en una plaza como la Habana, de costa rectilínea y enclavada materialmente sobre la orilla, era imposible evitarlo sin avanzar en el mar la defensa por medio de fuertes marítimos, ó de baterías flotantes, de no haber donde cimentar los fuertes. No se podía pensar en esas defensas. « El modo eficaz de combatir á los acorazados , se- gún asegura el insigne artillero Vallier en su Balística experimental y es lanzarles proyectiles con carga inte- rior de pólvoras rompedora?, tales como el algodón- pólvora, bellita, ácido plcrico, etc. (i). De no tener las baterías cota muy elevada, los ca- ñones son poco eficaces para batir los puentes blinda- dos, por el pequeño ángulo de caída de los proyecti- les, mucho menor que el límite inferior necesario para evitar el rebote. El tiro de granada ordinaria de los cañones de. 30 ' 5 centímetros y de calibres inferiores, contra las partes no protegidas de los barcos , es de grande efecto , pero \\o conviene hacerlo á distancias mayores de 4.000 metros, por la incertidumbre del tiro y corto número de disparos de que se dispone en general. (i) Los artiUeros de los principales Ejércitos, dedican hoy mucha atención al problema de emplear explosivos fuertes 6 pólvoras vivas en la carga de los proyectiles , y podemos ase- gurar que no ha de ser nuestro Cuerpo de Artillería de los que se queden atrás, así en ese punto de la industria militar como en la fabricación de los explosivos aplicables á estos usos , fa* ])ricación confiada á su profesión y peritaje técnico. yGoogk FRENTE marítimo 5ü Así, pues, de no poder situar las baterías de caño- nes á distancias menores de 4.000 m. de las últimas posiciones que á la escuadra enemiga le es dado ocu- par para hacer efectivo el bombardeo, no hay más re- medio que apelar á los obuses para contrarrestarlo, compensando con su número y potencia lo incierto de su tiro.» (i). Las consideraciones que preceden sirvieron, entre otras, de fundamento para fijar la situación de las baterías á que nos referimos, de modo que fuesen batidas aquellas superficies navegables que pudiera ocupar una escuadra con propósito de bom- bardear la plaza. Con el bombardeo no se resuelven los com- bates: para batir las obras, los barcos necesitan aproximarse y entrar en la zona de tiro eficaz de los cañones, no superior á 4.000 m. Ejemplo de ello ofrecen los fuegos sostenidos por la escuadra americana contra las baterías de Puerto-Rico y Santiago de Cuba. Así que los espesores de parapeto y la desenfi- « lada, tendían á contrarrestar los efectos balísticos de la poderosa artillería de los barcos , para lo cual se fijaron los espesores mínimos en 12 á 14 m. de (i) NotUiá de algunas baterias de costa construidas durante el año J8g6, por D. José Marvá y Mayer, Coronel de Ingenieros. yGoogk 60 LA GUERRA HISPANO-AMERICANA arena, y la desenfilada para precaverse de ángulos de caída de 12 á 14** (tang. ^/j) en distancias com- prendidas entre 7.000 á 7.500 m., y al ^¡^ para distancias de combate de i.ooo á 4.000 m., en ba- terías bajas (i). El proyecto de las obras, se encerraba dentro de la tGnácncia. prog-resiva , para qué pudieran ser susceptibles de sucesivo perfeccionamiento, es de- cir, que la planta del trazado, permitiera todas las ventajas ofensivas y que las defensivas se completa- sen más adelante; de suerte que la batería de obu- ses núm. 3 , llevaba en sí la idea de suplir los defec- tos de su baja cota, con escudos metálicos y aún con cúpulas, si las circunstancias lo permitieran. Las piezas iban siempre colocadas entre traveses que á la vez sirviesen de repuestos, efectuándose el municionamiento por galerías á la altura de la boca de carga. El blindaje de los repuestos, era formado por rails de ferrocarril, sobre los cuales se afirmaba una capa de hormigón de«cemento apisonado, de i '60 metros, y, encima, otra de tierras de 2 á 2*50 m. La estructura de las obras era en todas aná- (i) Esta era la más general para desenfilar las maniposte- rías. yGoogk I'V'--' ■ FRENTE MARÍTIMO loga: poca profundidad en el sentido de la línea de fuego; revestimientos y muros interiores de mam^ postería; traveses huecos de bóveda plana, formada por rails; blindaje de hormigón de cemento apiso- nando las capas, recubiertos de arena y tierra: los traveses, servían de repuestos y se comunicaban con las explanadas de las piezas que tenían á de- recha é izquierda por galerías blindadas de igual manera, que venían á desembocar cerca del plano de carga, aislando al través del parapeto: proyec- tos de alojamiento para el personal á los costados y detrás de la línea de traveses. De todos estos datos darán mejor idea los cro- quis de las obras que contienen las láminas //S 2.^ y 3?- Las diversas fotografías de las baterías que re- producimos , completan el conocimiento de su es- tructura. * Además del Coronel de Ingenieros Sr. Marvá, conocidísimo en el mundo científico por su talento excepcional, y cuya labor fué allí inmensa, traba- jaron en las obras del frente marítimo otros brillan- tes Jefes y Oficiales de Ingenieros, y entre ellos, figura en primer término, el malogrado Coman- yGoogk 62 LA GUERRA HISPANO-AMERICANA dante D. Juan Moreno, víctima del vómito, que le arrebató, en pleno vigor de la vida, al cariño de los que le admirábamos; este Jefe dirigió la Obra número 2 hasta casi su completa terminación; el Capitán D. Pedro Nüñez trabajó mucho y bien en la Obra nüm. 3 (cañones), y el Capitán D. Miguel Gómez Tortosa, en la núm. 3 (obuses); en la nú- mero I, los Capitanes D. Enrique Toro y D. Eva- risto García Eguía y el Comandante D. José de Soroa y Sabater; en la batería de Santa Clara el Capitán D. Arturo Amigó, que también tendió un puente flotante sobre el Almendarea, durante el bloqueo, para el transporte de tierras á las obras de sotavento; con ese objeto se construyó una vía férrea, que arrancando de allí llegaba á las Obras número 3: en barlovento se instalaron planos incli- nados y vías férreas para el terraplenamiento de las Obras números i y 2; el Comandante D. José Ramírez, Jefe del Detall de la Comandancia, acre- ditó una vez más en ese período sus condiciones de ingeniero ilustre; merecen asimismo consignar- se los trabajos del Teniente Coronel D. José Abe- hile. Comandantes D. José Padrós y D. Félix Ca- bello; Tenientes Coroneles D. Antonio Ríus y don Juan Monteverde, Capitán Maluquer y Coronel don Sebastián Kindelan, que durante mucho tiempo yGoogk FRENTE marítimo fué Comandante general Subinspector interino de Ingenieros. Dedicamos aquí justo recuerdo al Ge- neral de Brigada D. Carlos Bárraquer, Subinspec- tor de Ingenieros durante todo el período de traza- do é inicial de las obras, á las que dedicó sus afa- nes (i). (i) f^cntimos no conocer los nombres de todos los ingenie- ros que trabajaren en esas obras para consignarlos aquí. yGoogk yGoogk «?rr CAPÍTULO III. Organización del frente maritimo. Falla de dinero. — ^Escasez de personal. — División en zonas y obras. — Desem- barco de cañones de la Marina. — Trabajos de terraplenamiento. — Baterías simuladas y auxiliares. Mucho antes de estar terminadas las obras, gracias á ese sistema de montar los cañones tan pronto como se disponía de las explanadas, hallá- banse en disposición de hacer fuego, así que el Co- mandante general de Artillería D. Isidro Aguilar, después de muchos meses de incesante labor, pudo tener la satisfacción de probarlos en escuelas prác- ticas que dirigió el Comandante de Artillería de la plaza, Coronel D. César Español, y fueron presen- ciadas por el infatigable inventor de la mayor parte de las piezas montadas, hoy General de Brigada, D. Salvador Ordóñez. Empezó desde entonces una labor penosísima, la de perfeccionar el servicio en fuego de las bate- rías, comprendiendo todos los detalles de aprecia- Tomo III s yGoogk C6 LA GUERRA HISPANO AMERICANA ción de distancias (telemetría), municionamiento, carga de cartuchos, dotaciones de batería, ilumina- ción eléctrica de las superficies marítimas batidas, comunicaciones entre las obras y los observatorios centrales y de batería , todos los múltiples servi- cios, en fin, que necesita la Artillería para su fun- cionamiento seguro y aprovechamiento útil; por- que con montar los cañones no queda resuelto el problema: lo más largo y penoso, es instruir el per- sonal, formar apuntadores, artificieros y obreros encargados de pieza; acostumbrar á tirar pronto y bien con arreglo á distancias, corrigiendo, midien- do las velocidades de los barcos, calculando las alzas y derivas en relación con la duración de las trayectorias y con aquella velocidad ; todo un mun- do de detalles que no lucen para el profano, y que, sin embargo, son perseguidas por los Oficiales de Artillería con abrumadora y constante labor. Durante el mando del General Weyler, el tra- bajo de los ingenieros en las baterías avanzó siem- pre, aunque con algunas intermitencias, por esca- sez de recursos; pero, por lo común, era impulsado con firmeza: no menos cuidado dedicó á este asun- to el General Blanco, quien luchaba con mayor escasez de fondos, lo que dio lugar á que las obras se paralizasen, precisamente cuando más falta hacía yGoogk ORGANIZACIÓN DEL FRENTE MARÍTIMO 67 concluirlas, porque estaban sin terminar los re- puestos de las baterías y hallábanse éstas con los macizos de cemento al descubierto, sin la masa cubridora de arena y tierra que les sirviese de pro- tección. Fueron aquéllas épocas de penuria, que se recuerdan con tristeza, y que hoy muestran su al- cance, vinculado en el atraso de los pagos al Ejér- cito y de todas las atenciones militares, así que no es extraíío que se escatimase dinero para las obras, pese al esfuerzo que los encargados d^ ellas hacían por obtener recursos. En esas condiciones, volvió á hacerse cargo de la Comandancia general de Artillería el General D. Julio Fuentes , quien dedicó toda su actividad é inteligencia, á gestionar por cuantos medios pudo la organización de las obras para su servicio en fuego. No era tarea fácil conseguirlo. El terraplena- miento exigía muchos miles de metros cúbicos de tierra y arena, pero unidas todas las iniciativas, lograron los ingenieros dinero para realizarlo, y se procedió á plantear vías férreas, transportes, puen- tes y lo demás que era preciso para una faena rá- pida y urgentísima, puesto que el conflicto con los Estados-Unidos se había presentado de improviso y los barcos enemigos estaban á la vista. yGoogk 68 LA GUERRA HISPAN O- AMERICAN A ¡Vivo está el recuerdo de aquella temporada de prisas y actividades asombrosas, dignas de mejor suerte final 1 El General Fuentes , secundado por el Coronel Español y por todos los Jefes y Oficiales de Arti- llería que rivalizaban en entusiasmo, se ocupó, desde luego, de instalar buenos observatorios tele- métricos, logrando tener pronto una red de comu- nicaciones telegráficas y telefónicas que ligaba los observatorio^ centrales de la Pirotecnia y castillo de San Diego, ó núm. 4, con los observatorios de las baterías, donde un plano telemétrico cuadricu- lado , representaba la superficie marítima y servía para localizar sobre ella la posición del buque ene- migo y conocer la distancia. En los observatorios centrales se obtenía también la distancia al buque enemigo por medio de telémetros Salmoiraghi, y se hacían las enfilaciones necesarias para dar la cuadrícula de situación, que se comunicaba por telégrafo ó teléfono á las baterías. Aplicáronse á la iluminación de noche los pro- yectores eléctricos de Artillería, que, instalados uno á la derecha de la batería de Velasco, otro entre la Punta y la batería de la Reina y otro en el litoral del Vedado, cruzaban sus haces luminosos y hacían imposibles las sorpresas. La Marina encendía tam- yGoogk ORGANIZACIÓN DLL FKr.NTE MAKÍTíMü fiU bien su proyector para vigilar ta línea de torpedos. E! conocimiento de la gran importancia del enemigo que se iba adquiriendo por la inspección de sus buques desde los observatorios — donde se disponía de! álbum del Capitán de Artillería don Adolfo Martínez Jurado, que los describe minucio- samerte— decidió al General Fuentes á proponer que se situasen más pieíías en segunda línea, y para la defensa de los torpedos que la Marina (i) estableció entre el Morro y la Punta que obedecían al plan siguiente: (i) Instaló los torpedos el Coman^lante de AruUena üe U Armada ü. Elias Iñarte y el Teniente de Navio, torpedista, se- ñor üenavcnte. yGoogk LA GUERRA MlSPANU-AMERtCANA ti si Número de torpedos y sistema. 1.» línea. 2." línea. 3." línea..! 12 mecánicos Busta- mante de 45 kilo- gramos de carga. Puntos en que estaban fondeados. A 200 m. de la boca cerran- do la canal . . 4.' línea.. 9 eléctricos de fon- do Latimer Clark de 226 kg. de car ga 7 ídem de id. igual carga... Desde la punta 3 m . §■§■ S 2. 2* 8 p- 25 32- 45 m.. del Morro á/r»„„j^ iRto. la punta delj^^^/^^^'^ » 60 m. Número de estacione y su situación. castillo PunU, .Desde el Pes-i de^ cante al em-j . . i barcadero de I ' la Punta. ...J Desde 35 Ar 9 m.. ,60 m. ^Montados en 2 tubos para lanzai I automóviles Wite-j head de gramos I de 57 kilo-^ s Md. B. 57 I Graduados en una plan- cha situadaj en el espigón ^^^ „ ^ del muelle del P«'^2m. la Capitanía 1 del puerto.. . / Una de com gencia sittt entre la a , pana y H ' irada del 1 Una de fiiega tuada en la ma al NE la Oalera retag:uar del camino biert 5, s- §. 9 n o f : es para Artíllería * S o f a n i f f :ll • o. 3 • \'igías. cerrar el puerto. ligera. 1 ' u 1 semáforo del Un proyec- Dos calabrotes de Dos ametra- Morro unido tor de 300 1 1 a d o r as por telefono Cárcel si- dores , tendido Norden- con tas esta- tuado e n uno desde el felt de 26 ciónesele fue- el muelle Morro á la Pun- milímetros go y convcr- del Pes- ta y el otro des- vergencia. cante. de la hatería de ira caso de ro- la Pastora á un tiini de la lí- lanchón fon- 2 2 3 2 2 2 9 20 1 nea telefóni- deado en frente ca, señales de Estos calabrotes banderas du- se tendían des- rante el día y de la puesta del de noche con sol al amanecer. el farol Cou- lom. yGoogk 72 LA GUERRA HISPANO-AMERICANA Montáronse numerosos obuses de 2 1 cm. , para enfilar el canal, en las baterías de la Pastora y San Lorenzo de la Cabana; establecióse una batería de dos cañones de 1 5 cm. Ordóñez en la Punta, fuera del castillo, y como caso especial debe citarse, que se dispuso de cuatro cañones de 16 cm. Hontoria, desmontándolos del Alfonso XII — puesto que es- taba el barco inútil — y se establecieron en batería, dos en una adosada á la núm. 4 de la Chorrera, y otros dos en la de la Reina. Estas obras fueron ex- clusivamente construidas por Jefes y Oficiales de Artillería, y para poner en condiciones la de la Reina hubo que recubrir su muralla exterior, de mampostería limpia, con más de 24.000 ni.* de tierras, obra inmensa que realizó el Teniente Co- ronel de Artillería D. Joaquín Ramos.' A la derecha de la batería de Velasco, monta- ron los Oficiales de Artillería dos cañones Honto- ria de 12 cm. de tiro rápido. Éstos y otros seis cañones de 57 mm. de tiro rápido que facilitó la Marina y que se situaron en los flancos de las ba- terías números i, 4 y Santa Clara, eran las únicas piezas de ese sistema de que podía disponer la de- fensa. Con cañones y obuses de 1 5 cm. sistemas Ver- des y Mata que desde la Península se remitieron. yGoogk Digitized byCnOOQlC i í § « 's H »0 - .2 ^ yGoogk yGoogk yGoogk < 00 £ yGoogk yGoogk 'id U «3 Si o o S E yGoogk yGoogk 1 3¿ O ^ J ;4 — El I Digitized byCjOOQlC o H c/) U O. Ul (/) b] > H O b] Q ^ -D » H < < u Q P$ O b] H yGoogk yGoogk o u < > Q tí H < < Q 00 Q D yGoogk yGoogk ORGANIZACIÓN DEL FRENTE MARÍTIMO 73 organizóse un tren de sitio, para poder acudir á cualquier lugar, al mando del Teniente Coronel de Artillería D. Fernando Bringas, y en tanto no se usaran como tren de batir, se asignaban, en parte, para la defensa del canal interior y para funcionar en las baterías auxiliares. Obligaba á esa dualidad de organizaciones, la escasez de personal y de piezas, y como era poco probable que á un tiempo mismo se necesitasen esos cañones en las dos aplicaciones, se suplía con un aumento de instrucción, de fatiga y trabajo y de movilidad, lo que faltaba en elementos de com- bate. Por último, tuvo el General Fuentes la buena idea de establecer baterías auxiliares y simuladas, aprovechando en algunas morteros antiguos. Estas baterías, que ahora vemos preconizadas en revis- tas extranjeras para contribuir á la defensa de los puertos, hubieran allí hecho un gran papel. Dio origen á pensar en ellas, el bombardeo de Puerto Rico, donde se observó que los barcos enemigos disparaban numerosas piezas y á cor- tas distancias, aproximándose mucho á las obras, lo que hubiera dado lugar en el ataque á la Haba- na, á sensibles bajas en las baterías de poca cota, porque el enemigo dirigiría contra ellas, desde es- yGoogk 74 LA GUERRA HISPA NO- AMERICAN A casa distancia, el fuego certero de sus cañones de tiro rápido, de las baterías secundarias y de las cofas de los barcos. Para evitarlo, recurrió á pro- poner el Comandante general de Artillería ese pro- cedimiento de las baterías simuladas y auxiliares, dedicadas á atraer fuegos del enemigo, obligándole á dividirlos entre muchos objetivos. Así que, á la derecha de la batería de Santa Clara, quedó insta- lada una; á la izquierda de la núm. 3 (obuses), otra; entre la nüm. 2 y Velasco, otra; entre la núm. i y la nüm. 2, dos, para que, disimuladas por el terre- no y la vegetación, pudieran contener cañones de 9 cm. Be, de 7*5 cm. de tiro rápido Krupp, y de 12 ó 15 cm. Verdes; todos los elementos, en fin, de fuego de que se disponía para contrarrestar ese análogo fuego de los buques americanos , que se observaba empleaban en todos los casos, aproxi- mándose mucho á las obras para sacar el mayor partido posible de sus cañones de tiro rápido. El recurso, claro es que no deja de serlo de pobre, pero no cabe duda, que aquellas baterías auxiliares repartidas entre las Obras, hubieran po- dido lanzar buena cantidad de proyectiles, que en- torpecerían, si se aproximaban los barcos, el ser- vicio de sus baterías secundarias, lo que unido al fuego de las baterías simuladas y al que hicieran yGoogk ORGANIZACIÓN DEL FRENTE MARÍTIMO 75 las de las fortalezas antiguas, formarían extensa línea de objetivos, que compensase la falta de ca- ñones de tiro rápido, obligando á la escuadra ene- miga á subdividir ó desconcentrar su ataque. Conste, por tanto, que esas baterías auxiliares y simuladas que hoy se ensalzan, surgieron allí por iniciativa artillera. Á consecuencia de tales medidas, quedó la de- fensa de la Habana constituida por las piezas que á continuación se relacionan, comprendiendo algu- nas de la línea terrestre de que hemos de ocu- parnos. yGoogk 76 LA GUERRA HISPANO-AMERÍCANA C. H L, 28.. M. B. 27... M. B. 32.. M. Be. 16.. ü. Be. 16. co<« « ■ » o. H. R. 21. lit»'^ Moaec O O n o P o. H. Ce. 21.. C. tr.57.. .. C. Ac. Ce. Cr. 8. C. Be. 9.... C. G. H tr. 12. C. Be. 12.. C. H. R 16. C. B. R. 16 C. Be. 15. C. H. E. 16 C. G. H 16. C. H.E. 21. ;C. Ae. 28.. C. H E. 3Ü'5. C. Ac. 30'5... O a a H iá H < < OH P3 :« - -i c 2 l"« I \s o h Digitized byCjOOQlC ORGANIZACIÓN DEL FRENTE MARÍTIMO — > .- ,1 -.o « 00 'c S « E '= u o s -=. " o •c a 3 II ■il ci o r« «B oS oS oB O O O O - - a á a a < s yGoogk 78 LA GUERRA HISPANO-AMERICANA Mas la dificultad, no sólo tenía asiento en la carencia de dinero ó en las intermitencias con que se libraba, sino que, bajo el aspecto técnico, se complicaba con la falta de personal bastante para el servicio en fuego de los cañones. De los dos Ba- tallones, 10.^ y ii.°, de que se disponía para los servicios de artillería de toda la isla, hubo alguna fuerza empleada en operaciones como infantería, que poco á poco se fué arrancando de esta misión, hasta lograr que todos se dedicasen á su peculiar cometido , que exigía larga enseñanza. Aun así no bastaba. El personal de Jefes y Oficiales también era escaso. El General Fuentes tuvo que suplir esa escasez , con una bien meditada y vigorosa organi- zación, para lo cual obtuvo del General Blanco toda clase de apoyo y de facilidades. Dividióse el frente marítimo en dos zonas, una (barlovento) que comprendía desde el Morro á Co- jímar, y otra (sotavento) desde la Punta á la Cho- rrera. De barlovento, quedó el mando á cargo del Teniente Coronel del ii.^ Batallón, D. Guillermo Cavestany, con la fuerza disponible de ese cuerpo, y de sotavento tomó el mando el Teniente Coro- nel del ic®, D. Eduardo Arnáiz, con la fuerza dis- ponible de dicho Batallón. Cada una de estas dos grandes zonas, se subdi- yGoogk ORGANIZACIÓN DEL FRENTE MARÍTIMO 79 vidió en obras á cargo de un Comandante, con los Capitanes y Oficiales necesarios para el servicio de fuego y municionamiento; y como el personal artillero no llegaba para todo, ni aun compren- diendo los Segundos Tenientes de la Escala de re- serva — ya que exigencias del material hacían que la mayor parte de los escasos Primeros Tenientes del Cuerpo estuvieran en las baterías de monta- ña — atrajo á este servicio á los dos Batallones de Artillería de Voluntarios, que* mandaban sus res- pectivos Coroneles Corujedo y Vandama, y que hasta entonces, por de contado, prestaban servicio como infantería, teniendo sólo de artilleros el nom- bre. También vino á depender del Comandante ge- neral de Artillería, el titulado Regimiento montado de Voluntarios, que mandaba el Marqués de Apez- teguía, Regimiento que, al igual que los dos Bata- llones citados, movilizó su fuerza al mando de su Teniente Coronel Sr. Fernández. Pudo desde enton- ces disponerse, de un núcleo de personal auxiliar para el municionamiento, obras de segunda línea y otros servicios , lo que permitía tener los artilleros del ID.® y II .*^ Batallón en el de las piezas de prime- ra línea. Sirva eso de enseñanza á los que escatiman fuerzas de Artillería, que luego hay que improvisar en malas condiciones, en el momento del peligro. yGoogk LA GUERRA HiSPANCKAMERICANA La organización por Obras, á cargo de un Jefe, es la que mejor cuadra á las defensas de costa, asig- nándoles más ó menos fuerza y Oficiales del Cuer- po , según el número é importancia de los cañones que monten; y como esa organización es necesaria para la guerra, debe acometerse en tiempo de paz. Los Jefes de las obras de la Habana, dieron verdadera importancia, siguiendo indicaciones su- periores, á la mecánica de los montajes y de los cierres y organismos, para lo cual se les asignó un obrero por cañón, medida que hemos viste abrirse paso y que es necesario fomentar, porque los cañones de costa modernos, son máquinas com- plicadas, que exigen que el Oficial de Artillería cuente con personal obrero permanente que atienda y repare los ligeros entorpecimientos que puedan resultar y responda de su conservación perfecta. No sólo por estas razones, sino porque cree- mos justo dejar consignados los nombres del per- sonal artillero de la Habana, en compensación al penoso servicio desarrollado durante el bloqueo de aquella plaza, siempre en batería, al lado del ca- ñón, esperando la orden de hacer fuego, inserta- mos la organización dicha, que en sí y por los ser- vicios anexos que abarca acaso sirva de modelo para otras plazas. yGoogk ORGANIZACIÓN DEL FRENTE MARÍTIMO 81 Distñlincídn del personal ei la plaza de la Habana. Comandante General de Artillería Excmo. Sr. General de Brigada D. Julio Fuentes y Forner. Á LAS ÓRDENES DEL COMANDANTE GENERAL. Teniente Coronel , D. José Sagarra y Genoux. Capitán , D. Severo Gómez Núfiez. ídem, D. Fabriciano Haro y Porto. ídem, D. Lino Sáenz de Cenzano, Ayudante de Campo. ídem, D. Julio Fuentes, ídem id. COMUNICACIÓN CON BATERÍAS Y CENTROS. Dos telefonistas y dos aparatos telefónicos. COMANDANTE DE ARTILLERÍA DE LA PLAZA. Coronel , D. César Español y Sarabia. Capitán , á sus órdenes, D. León Martín Peinador. Primer Teniente de Infanteiía, á sus órdenes, D. Luis Español. FRENTE MARÍTIMO. Barlovento. Jefe, el Teniente Coronel del ii.*" Batallón, D. Guillermo Ca- vestany. Cabana, Batería de San Lorenzo: 4 C. H. R. i6 cm. y 3 C. B. R. 16 cm. Capitán , D. Arturo Morcillo. Segundo Teniente, D. Manuel Boado Novoa. 6.* compañía del II.° Batallón (108 artilleros) y 5."* com- pañía movilizada de Voluntarios movilizados de Arti- llería (53). Tomo III 6 L yGoogk 82 LA GUERRA HISPANO-AMERICANA BaUria de la Pastora Baja: 9 O. H. R. S. 21 cm. 6.^ compañía del il.** Batallón (32 artilleros) y Volunta- rios movilizados (24). Un telefonista y un aparato telefónico. RebelUn de San Leopoldo: 2 C. H. R. 16 cm. El mismo personal. Batería de San Ambrosio: 6 C. B. R. 1 6 cm. Capitán, D. Francisco San Miguel. • Segundo Teniente, D. Pascual Moya. 6.* compañía del 1I.° Batallón y 3.* compañía de Volun- tarios movilizados de Artillería. Batería de la Pastora Alta: 3 O. H. R. S. 21 cm. £1 mismo personal. Obras números i y 2, Castillo núm, 4 (San Diego) y Observatorio telemétrico. Jefe, Comandante, I). Sixto Alsina Vila. Ohra núm. /; 4 C. H. E. 15 cm. Ce y 2 C. t. r. 57 mm. Capitán , D. Víctor de la Tejera. Primer Teniente, D. Antonio Muñoz Calchinarii. Segundo ídem , D. Juan Caballero, ídem, D. Luis Vaya Chilibrea. I.* compañía del II.° Batallón (137 artilleros) y 3.* com- pañía Volunlarios movilizados de Artillería (108). Dos obreros, dos telefonistas, un telegrafista, un aparato telegráfico, dos ídem telefónicos y un anteojo. Servicio sanitario: Médico l.°, D. Antonio Casares, un sanita- rio y ocho camilleros. Obra tiitm. 2: 2C. Ac. 30*5 cm. Krupp, 4 O. H. S. 21 cenlí- metros Ce. y 2 C. t. r. 57 mm. Capitán , D. Eduardo de Tapia Ruano. ídem , D. Andrés Torrico Peralvo. ídem , D. Manuel Rañoy. Primer Teniente , D. Luis Villalba. ídem , D. Alfonso Suero. ídem , D. Gonzalo Torres Armesto. Segundo ídem, D. Jesüs Ares Picó. yGoogk ORGANIZACIÓN DEL FRENTE MARÍTIMO 88 7.^ compañia del ll.° Batallón (164 artilleros y i,* com- pañía movilizada de Voluntarios movilizado* de Arti- llería (124). Cuatro obreros, tres telefonistas, un telegrafista, un apara* to telegráfico , dos ídem telefónicos y dos anteojos. Servicio sanitario: Médico I.**, D. Marcial Martínez Capdevi- la, un sanitario y seis camilleros. Castillo de San Diego: 4 C. B. R. 16 cm. Capitán , D. José Fernández Puente. Segundo Teniente, D. Benigno Álvarez. ídem , D. Pablo Veintinilla. 4.^ compañía del ii.*^ Batallón (49 artilleros). Un obrero. OBSERVATORIO TELEMÉTRICO DE SAN DIEGO. Capitán , D. José Fernández Puente, ídem , D. Carlos Sánchez Pastorñdo. Ocho telefonistas, un telegrafista, un aparato telemétrico, un ídem telegráfico y dos ídem telefór.icos. Castillo del Morro ^ Obra Velasco y Batería del SoL Jefe, Comandante, D. José Pita y Caramés. Obra Velasco y Batería de Marina anexa: 3 C. Ac. 28 centíme- tros, 4 C. 12 cm. González Hontoria t. r. y I C. t. r. 57 mm. Capitán , D. Juan Ortiz £gea. ídem , D. Ramón Várela Jáuregui. Segundo Teniente, D. José Jiménez Cacho. ídem , D. José María Iborra. 8.* compañía del li.° Batallón (77 artilleros) y 5.^ com- pañía de Voluntarios movilizados de Artillería (21). Dos obreros, dos telefonistas, dos aparatos telefónicos y un anteojo. Sección de la Armada: Alférez de Navio, D. Luis Noval y Celis y 19 individuos. Servicio sanitario: Médico i.**, D. Ramón Olmos, un sanitario y siete camilleros. yGoogk 84 LA GUERRA HISPANOAMERICANA CASTILLO DEL MORRO Y BATERIA DEL SOL. Capitán , D. Ricardo Blanco Muguerza. Batería de Santo Tomás: 3 O. H. R. S. 21 cm. CabalUro de Mar: 3 O. H. R. S. 21 cm. Baluarte de tierra: 3 C. B. R. 16 cm. Segundo Teniente , D. Juan Diéguez. Batería de San Pablo: 2 O. H. R. S. 21 cm. Morrillo: 2 O. H. R. S. 21 cm. Segundo Teniente, D. Patricio Fernández. Batería del Sol: 6 C. H. L. 28 cm. y 2 O. H R. S. 21 cm. Capitán , D. Pedro Barrionuevo. Segundo Teniente, D. José Bastón. 8.* compañía del II.** Batallón (64 artilleros) y 5.* com- pañía de Voluntarios movilizados de Artillería (13). OBSERVATORIO DEL MORRO. Capitán , D. Pedro Barrionuevo. Cuatro telefonistas y un aparato telefónico. OBSERVATORIO TÍLEMÉTRICO DE LA CABALA. Capitán , D. Mariano Lorenzo Montalvo. Cuatro telefonistas, dos telemetristas, un aparato telemé- trico, un ídem telegráfico y un ídem telefónico. Municionamiento central de Barlovento (en la Cabana.) Comandante, D. Manuel Sanz. Segundo Teniente, D. Liborio Merino. Un auxiliar de Almacenes. 6.* compañía del 11." Batallón y i.* y 3.* compañías Vo- luntarios movilizados de Artillería. Proyector eléctrico Breguet de go cm.¡ núm, i (Playa del Chivo,) Capitán , D. Lorenzo del Villar. Tres obreros, dos carreteros y dos carros-algibes. Digitized byCjOOQlC ORGANIZACIÓN DEL FRENTE MARÍTIMO 85 Escolta de la i.^ compañía Voluntarios movilizados de Ar- tillería (15). Comunícacioms: Sección ciclista del ll.^ Batallón. Transportes: Tres carros, tres carretas, 14 mulos con dos carros afectos al il." Batallón. Sotavento. Jefe, Teniente Coronel del 10." Batallón D. Eduardo Arnáiz. Un telefonista y un aparato. Obra de Santa Clara: 2 C. H. E. 30*5 cm., 3 C. Ac. 28 cen- tímetros Krupp, 4 O. H. R. S. 21 cm., 2 C. t. r. 57 mm. y 4 ametralladoras Gatling. Jefe, Comandante, D. Manuel de Tapia Ruano. Capitán, D. Ricardo Morata. ídem , D. Miguel Gómez Romeu. ídem , D. Isidoro Moreno. Primer Teniente, D. Antonio Pastor. ídem, D. Faustino Mifión. ídem, D. Francisco Franco. Segundo Teniente, D. Francisco Roca. ídem , D. José Santos. ídem , D. Alejandro Rodríguez. ídem, D.Joaquín Escasi. 5.* compañía del I o." Batallón (123 artilleros) y 4.» com- pañía Voluntarios movilizados de Artillería (163). Cuatro obreros, cinco telefonistas, un telegrafista, un apa- rato telefónico, otro telegráfico y dos anteojos. Servicio sanitario: Médico Mayor, D. Luis Hernández Rubín, un sanitario y siete camilleros. Obras números 3 y 4. Jefe, Comandante, D. Rafael RipoU (i). Obra núm, 3: 4 O. H. R. S. 21 cm. Ce. Capitán , D. Luis Blanco. (i) Dejó el cargo que ejercía á las órdenes del General Hernández Ve- lasco, para tomar parte en los servicios de artillería. yGoogk 86 LA GUERRA HISPANOAMERICANA l'rimer Teniente , D. José Izquierdo. Segundo ídem , D. Juan García Armesto. 7.* compañía del iO.° Batallón (69 artilleros) y 6.* com- pañía Voluntarios movilizados de Artillería (18). Dos obreros, cuatro telefonistas, un aparato telegráfico, dos aparatos telefónicos y un anteojo. Si^vieio sanitario: Médico i.", D. Nicanor Cilla, un sanitario y siete camilleros. O^ra núm, 4: 2 C. H. E. 24 era. y .2 C. H. E. 1$ cm. Capitán, D. Manuel Gastón. Primer Teniente, D. Eduardo Pereiro. ídem , Escala de reserva , D. Domingo Ortíz. Segundo ídem , D. Guillermo Morete, ídem , D. Francisco Llíteras. 7.* compañía del io.° Batallón (70 artilleros) y 6.* compa- ñía Voluntarios movilizados de Artillería (44). Dos obreros, dos telefonistas, un telegrañsta, dos aparatos telefónicos, un aparato telegráfico y un anteojo. Servicio sanitario: Médico Mayor, D. Juan Ristol, un sanitario y cuatro camilleros. Obra núm. J y Batería de Marina anexa. 4 C. II. E. 15 cm., 2 C. t. r. 57 mm. y 3 C. 16 cm. González Hontoria. Jefe, Comandante, D. Fernando Corradi. Capitán, D. Joaquín Rodríguez Sánchez. Primer Teniente , D. Víctor Serra. ídem. Escala de reserva, D. José Arias Mosquera. Segundo Teniente, D. Nicolás Eguarás. 3.* compañía del io.° Batallón (85 artilleros) y 2.* compa- ñía Voluntarios movilizados de Artillería (77). Dos obreros, cuatro telefonistas, dos aparatos telefónicos y un anteojo. Sección de la Armada: Alférez de Navio , D. Guillermo Colme- nares. Servicio sanitario: Médico i.", D. Higinio Peláez, un sanita- rio y ocho camilleros. yGoogk ORGANIZACIÓN DEL FRENTE MARÍTIMO Batería de la Reina, 7 O. H. R. S. 21 cm. y 3 C. i6 cm. González Hoiitoria. Jpfe, Teniente Coronel, D. Joaquín Ramos Masnata. Capitán , D. Luis Sanz López. Segundo Teniente, D. Luis Berenguer. 3.* compañía del 10." Batallón (12 artilleros), 7.** compa- ñía del 10." Batallón (17), 4.* compañía del li .** Bata- llón (18) y Compañía movilizada del I.« Batallón Vo- luntarios de Artillería. Seis telefonistas y dos aparatos telefónicos. Sección de la Armada: Alférez de Navio, D. Eduardo Berdía. Servicio sanitario: Méáico i.**, D. Francisco Soler, un sanita- rio y nueve camilleros. Proyector eléctrico Mangin de go cm., núm. 2 (Vedado), Capitán, D. Rafael Osuna. Cuatro obreros. Escolta de Voluntarios movilizados de Artillería. Proyector eléctrico Breguet de 60 cm,, tiúm, j (San Lázaro), Capitán, D. Francisco Antein. Tres obreros. Escolta de Voluntarios movilizados de Artillería. Reserva general de Sotavento. 2.* y 4.* compañías Voluntarios movilizados de Artillería. Comunicaciones: Sección ciclista del 10." Batallón. Transportes: Ocho carros y 15 mulos, con dos carros afec- tos al io.° Batallón. Orilla izquierda de la Bahía. Jefe, Coronel, D. Eduardo Valera. Castillo de la Punta y Batería anexa: 2 C. H. E. 15 cm. Ce, 3 C. B. R. 16 cm. y I C. 28 cm. L. Capitán, D.Joaquín Seoane y Caño. yGoogk LA GUERRA HISPANO- AMERICAN A Segundo Teniente, D. José Navarro. $.* compafifa del il.*' Batallón (133 artilleros) y 4.^ com- pafiía del l.^ Batallón Voluntarios de Artillería. Dos obreros , un telefonista y un aparato telefónico. Semi'baluarte de la Punta: 4 C. H. L. 28 cm. y 3 C. Be. 15 cen- tímetros Ce. Primer Teniente, D. Luis García Lara. Segundo ídem, D. Simón Maroto. 5.* compañía del 1 1.** Batallón y 5.* compafiía del i.« Ba- tallón Voluntarios de Artillería. Un obrero. Cuartel de la Fuerza: 4 C. H. L. 28 cm. Segundo Teniente, D. Antonio Forradellas. Compafiía movilizada del l.er Batallóo de Artillería. Observatorio telemétrico de la Pirotecnia. Capitán , D. Eustasio Amilivia y Calvetón. Primer Teniente, D. Francisco Español y VUlasante. Seis telefonistas, 10 telemetrístas, dos telegrafistas, dos apa- ratos telemétricos, uno telegráfico,, tres telefónicos y dos an- teojos. Castillo del Príncipe y Centra de municionamiento de la zona de sotavento: 4 M. 15 cm. y 9 C. B. R. 16 cm. Comandante, D. Ricardo I^ofio. Capitán , D. José Junquera. Segundo Teniente, D. Ramón Novoa. 3.* compañía del iO.° Batallón (32 artilleros), 4.* copipa- nía Voluntarios movilizados de Artillería (30) y 2.* y 3." compañías del l.er Batallón Voluntarios de Artille- ría (27). Un obrero, dos telefonistas y un aparato telefónico. Loma de las Animas: 3 C. B. R. 16 cm. £1 mismo personal del Castillo del Príncipe. Talleres y almacenes de la Pirotecnia. Capitán , D. Vicente de Santiago. Compafiía de obreros de la Pirotecnia y personal auxiliar. Digitized byCjOOQlC ORGANIZACIÓN DEL FRENTE MARÍTIMO Castillo di Atares y municionamiento central de la linea exte- rior terrestre: 6 C. B. R. i6 cm. Capitán , D. Joaquín Mariné. Segundo Teniente , D. Manuel Losada Castro. Auxiliar de Almacenes , D. Darío Baceta. Uíi telefonista. Talleres y almacenes de la Maestranza y Parque, Capitán f D. Antonio Planas Sierra. Ídem , D. Juan Jiménez Andino (Compañía de obreros). Primer Teniente, Escala reserva, D. Jacinto Ester. Segando ídem, D. Pascual García Gómez. Personal auxiliar. Compafiía de obreros. Tres telefonistas y un aparato telefónico. Baterías auxiliares, BARLOVENTO. Jefe, Comandante, D. Enrique Sánchez. Entre Obras núm, a y Velasco : 3 O. Be. 1 5 cm . Primer Teniente, D. José Company. Fuerzas del li.** Batallón y de la 5.* compañía moviliza- dos de Artillería (25). Casa del Inglés: 3 C. Be. 15 cm. Capitán , D. José Casado. Fuerza del ll." Batallón y de la 5.^ compañía movilizados de Artillería. SOTAVENTO. Jefe, Teniente Coronel, D, Fernando Bringas. Izquierda de Santa Clara: 4 O. Be. 15 cm. y 6 C. Be. 12 cm. Capitán , D. Elíseo Loriga, ídem, D. Román Grima. Primer Teniente, D. Antonio RuU. ídem , D. José Martínez Díaz. Segundo ídem, D. Manuel Sanjuán. ídem, D. Salvador Hernández. Digitized byCjOOQlC •JO LA GUERRA HISP ANO-AMERICANA Segundo Teniente, D. Manael Fernández Cortina. ídem , D. Alfredo Sendra. 3.^ batería de Sitio y Voluntarios movilizados. Izquierda de la Obra nú/n, j; 6 M. Cn. B. 32 cm. Capitán , D. José Junquera. Segundo Teniente, D. Francisco Roca, i.er Batallón Voluntarios y Voluntarios movilizados. Izquierda de la obra núm. j'; 6 C. Be 9 cm. Capitán, D. Ismael Pérez Vidal. Segundo Teniente, D. Florentino Ocafia. ídem , D. Francisco Bernal. ídem , D. Manuel Rodríguez, i.*^ batería de Sitio y Voluntarios movilizados. Línea exterior terrestre. Comandante, D. Wenceslao Farrés. Capitán , á sus órdenes , D. Emilio Ruiz. ídem , encargado del Detall , D. Francisco Anteín. ídem, D. Gabriel Moragues. 4.* compañía del II." Batallón, destacamentos del 10." y II." Batallón, 7.* y 8.* compaftías de movilizados del Regi- miento montado Voluntarios de Artillería. 28 mulos afectos á la 4.^ compañía del II." Batallón. Posiciones artilladas. Mordaza: 2 C. Be. 9 cm. Ce. y 5 M. C. 27 cm. 2.* compañía del 10.® Batallón (25 artilleros). Mazo: 2 C. Be. 9 cm. Ce. Capitán , D. Luís Chacón Bonet. Segundo Teniente, D. José Ruiz López. ídem, D. Evaristo Nogueruela. 2.* compañía del 10." Batallón (ii artilleros). Ingénito: 2 C. Be. 9 cm. Ce. Segundo Teniente, D. Dalmiro Pérez González. Jacomino: 3 C. Be. 9 cm. Ce* y 2 C. Ac. 8 cm. Cr. Segundo Teniente, D. Pedro Ruiz Nidaguila. 3* compañía del 11." Batallón (lO artilleros). \ yGoogk ORGANIZACIÓN DEL FRENTE MARÍTIMO 91 Loma Cruz: 2 C. Be. 9 cm. Ce. y 2 C. Ac. 8 cm. Cr. Segundo Teniente, D. Mariano Monzó. 3.^ compañía del ii.® Batallón (15 artilleros). Cojímar: 3 C. Ac. 57 mm. t. r, Guanabacoa: 3 C. Ac. 57 mm. t. r. Capitán , D. Trinitario Peirats. Segundo Teniente, D. Pascual Franco AUué. ídem, D.Jesús Medina Salmerón. 4.^ compañía del ll.^ Batallón (74 artilleros). Ingénito de Guanabiuoa: 3 M. 32 cm. (?) Baterías de Sitio (i). Jefe, Teniente Coronel, D. Fernando Bringas. Segundo Teniente , á sus órdenes , D. Ulpiano Vázquez La- gares. i.^ Batería: 6 C. Bo. 9 cm. Capitán , D. Ismael Pérez Vidal. Segundo Teniente , D. Francisco Bernal. ídem, D. Manuel Rodríguez. ídem, D. Florentino Ocaña. 3.* compañía del ii.° Batallón (76 artilleros). bJ' Batería: 6 C. Be. 12 cm. Capitán , D. Román Grima. Primer Teniente. D. José Martínez Díaz. Segundo ídem , D. Manuel Fernández Cortina, ídem, D. Alfredo Sendra. I.^ compañía del 10.^ Batallón (127 artilleros). 3,^ Batería: 3 M! Be. 15 cm. y 3 O. Be. 15 cm. Capitán, D. Elíseo Loriga. Primer Teniente, D. Antonio Rull del Río. Segundo ídem , D. Manuel Sanjuán. ídem, D. Salvador Hernández. 2.* compañía del io.° Batallón (il8 artilleros) y 86 mulos de la batería depósito del 4.° Regimiento de Montaña. (x) Parte del personal de estas baterías se notará que ñgiira en otros pues- tos, así como algunas piezas. Obedece esto á falta de personal y cañones para tan extensa plaza, que obligaba á asignarlos doble cometido, según hubiese exigido el ataque. yGoogk 92 LA GUERRA HISPANO- AMERICANA RESUMEN Di AGHUPAcieiEs mkmki DE ESTE FRENTE Campo atrincherado de la Ca- bana Zona de Sotavento ídem de Barlovento ídem del canal de entrada del puerto I Defensas submarinas del I puerto , Total. OBRAS 24 5 3299 '50 3299 '50 3 3 56 I 1 ' 1 2 ; * 56 I 4 ' 1 yGoogk ORGANIZACIÓN DEL FRENTE MARÍTIMO FRENTE MARÍTIMO i MATSHZAZi 2; ^' £> c: 2 5' "1 ^8 APARATOS es n TRANSPORTES MUNICIONES 1 i i a a. 1 V Sí 9 > > a 1 * 0* 1 1 > i. i: e-i : S- 1 9 > ¿ r > » s F •O P — 1 ? 1 1 23 > > > > > ' 77 > 2 4 13 7 1 1 8 > > 15 3.606 9.069 , 83 > 2 2 16 5 2 1 7 2 3 14 3.390 20.816 1 ^^ > > > 1 f > * > > > > 220 273 •2a[nt.*s 28 > > > > > > > > » > > > I2amt.«s¡28 4 6 29 12 3 3 16 2 3 29 7.116 30.158 yGoogk !»4 LA GUERRA HISPANO-AMERICANA O s B < H Q D tí I SeroaforisUs. Obreros tor- pcdístas. . i Fogoneros. . I MaqutnistM. < *2 \ Obreros. . í Telefonistas . l'elegrafistas. k1 ti O 01 K H Pi 1 Telemetris- tas , s! l Tropa . Oí « g; w^o^v Oficiales. a I ^ -g Jefes.... I ^ Tropa. Oficiales. . • Tropa . . . 'y ' c=| u ) Oficiales. [jefes. M C4 v-4 A , O» •-• rH * O O lO 1-1 o C9 ^ co oa r- ^ !>. 00 , O oo o o o ^ o Su : 2 • c . «^ o c *» ! * > o 2 : 5 o « g 2 3 . co M J: fe « : •d 'O ^ o- « tí c S E « J S n22 Q y Google CAPITULO IV. El campo atrincherado. (■- Línea exterior terrestre. — Defensas desde el Morro á Cojiínar.— (.)rKaii¡/.aLÍ«>ii de las defensas terrestres. La divisoria de la cuenca de la bahía de la Ha- bana, forma una línea que, partiendo del castillo del Morro, pasa por la Cabana, Fuerte ni'im. 4, reducto El Ingénito, loma de Uria, Guanabacoa, San Miguel del Padrón, Jacomino, La Luz del Timón, El Mazo, Mordazo, castillo del Príncipe y castillo de la Punta. Un trozo de esa línea, tiene conexión con el frente marítimo, y el resto, es puramente terrestre. A esta parte terrestre, se creyó conveniente darle una organización defensiva especial , para el caso en que los americanos desembarcaran y atacasen (1) Véase el Plano íie la plaza de la Habana y de su campo atrincherado, que forma parte de este libro. yGoogk 96 LA GUERRA HISPANO-AMERICANA en combinación con los insurrectos. Realmente la línea terrestre comprendía desde la loma de Uria á la Chorrera, pues aun cuando en el otro frente, ó sea desde el Morro al camino de Cojímar, se for- mó el llamado campo atrincherado de la Cabana, este era más bien una hijuela del frente marítimo. Organizada, para atender á la defensa de la plaza, una división ál mando del General D. Juan Arólas, empezaron á construirse reductos, atrin- cheramientos y toda clase de obras de fortificación provisional, para ocupar las posiciones importantes, haciéndose enorme movimiento de tierras, del que da idea el plano general qué publicamos. El deta- lle de esas obras lo contiene la lámina 4.,^, que re- presenta el trazado de sus magistrales, el nombre de la posición á que corresponden en el plano ge- neral y la clase de fortificación (i). La naturaleza del terreno cercano á la Habana, entraña una serie de lomas de suaves pendientes, que se van sucediendo, así, que circunscrita la cin- (i) Esos trabajos inmensos de fortificación debieron su rá- pido desarrollo al Teniente Coronel de Ingenieros D. Julián Chacel. En la organización de los servicios de la División de de- fensa se distinguieron mucho el Teniente Coronel de Estado Mayor Sr. Llanos y el Capitán de Caballería D. Julio Amado. yGoogk r EL CAMPO ATRINCHERADO 97 tura dé defensas á la divisoria de la bahía, resul- taban más allá, no lejos, otras posiciones que do- minaban ó se igualaban con las ya ocupadas, por lo cual se desarrolló bien pronto el prurito defen- sivo, construyéndose nuevas obras, que á su vez formaban otra parte de línea, y siguiendo ese sis- tema, acaso hubiera sido necesario ir aún más allá en la defensa. El conjunto vino á ser agrupado en tres líneas, una de obras avanzadas, otra de obras de primera linea y la tercera de obras de segunda linea, además de los atrincheramientos indepen- dientes que con profusión se abrieron (i). El siguiente estado especifica los nombres y agrupación de estas obras : (i) Para estos trabajos funcionaba una Junta de defensa formada por el General de División D. Juan Arólas , Coronel de Artillería D. Wenceslao Farrés y Teniente Coronel de Inge- nieros D. Julián Chacel. Tomo III yGoogk LA GUERRA HISPANOAMERICANA "^ "^ <0 Oü O t- O 00 ^^ 00 »-^ ^ 00 co lO «o lO 00 C(| o o o 00 rH cí eo «o »-< o o o ^^ rH i-i 00 00 b- o C5» C^ 1-1 »ÍD C5» ^ co w ^ ^ t^ 50 ^ ec ogSS i» «o '5» be •o S.t2 « t2^ U i E I s e S E 4^ 4^ V 4^ *> "O e ^o 'O *^ "^ 'd?*-< g H-l H-l H-l l-l S E E E E E V V V 4^ V V ti TS Tí 'O "O Tí H a -* r* *-f O c; M ce ^ -^ « * C^ Fí -H rt ^ P3 — ^ Cí 00 '^ 00 00 ^1 "^oo-^w^-^ -^ vz eo ^ §•2^3 ÍJ '3 2 a 2 co ce o «o c« eo o Oi Oa o C^ "^ CO 00 00 co « o 00 ^ «o cooooO'<^ee o»eooooi 08 O :^ .so. 53 ^:^ 22 ,05 -g E £ E «, 4) o o « E^ s S E^ EES. ü 4> *í 4> «? 4> Digitized byCjOOQlC EL CAMPO ATRINCHERADO 99 5 i 00 oa O 00 .s SSiSSSS i J co íO <0 »o t^ CO W oo 1-^ oa »-• 1-1 t- >i.. c c oo o» eo C4 QO ud oa 04 «o fM 00 00 04 s 1 •5 -o lO o* o '^ «o o » '* í* íC "^ Oi o* 5»? ^ eo o» o t- •-H «¿rj - 71 ^ 00 C4 "^ O ^cí N C^ ^ M M A A sil '^ ^ (M _ - E^l !> •• • • • ^ '' c : § c : : : il: J5 a . k c bí-5 i S m O 1 1 «i C X 1 neta San Antonio . . . diente San Antonio, . neta Monserrat ■« : -si 2 C 0) 1 Xi O dientes (1) im Lomas Lifz é /n^e rriadas de Jesús del M y Vívora cesorias de Luyanó, . ente Alaria ino de la zona de fuej d telefónica C • c o .1 < « c ^ o « « 3ÍJ ^:ío^ Á ¡¿<2^á < 2 ¿ "3 J3 <ü O *-« sis yGoogk 100 LA GUERRA HISPANO-AMERICANA Resulta, pues, que esas posiciones de la línea exterior terrestre absorbían 24.116 hombres. Y aquí encaja que consignemos la opinión de algunas personas, que pensaban si, dadas léis con- diciones de la plaza, era ese el mejor sistema de defensa terrestre, y como conviene que estos casos sirvan de alguna enseñanza práctica, explanaremos esa tendencia. La acción por tierra de los americanos, tratán- dose de una plaza situada en país insurrecto, y en el que las fuerzas insurgentes hacían causa común con el enemigo exterior, habría de ser combinando las operaciones del ejército de desembarco con las de la insurrección, y como ésta, dentro mismo de la Habana, tenía muchos adeptos, se encontraría la defensa por líneas fijas de fuertes terrestres, con enemigo dentro y enemigo fuera; es decir, que no tendría segura completamente su acción: por otro lado, las posiciones alcanzaban una extensión de 24 km., que inmoviliziaba gran contingente de tro- pas, y tenían delante, no campo libre, sino nue- vas posiciones aprovechables por el enemigo, que además sería conocedor del terreno merced á su inteligencia con los insurrectos, y por lo tanto, cabe pensar si convendría, más que la defensa en cierto modo fija, la defensa móvil. En otros términos: yGoogk ¿Oj^CK V í TEFülESTRE §$ MOSJIfiW i^n^^^^ M=«8" Bt ttORDAZO RV £L tMG£A//TO D£ LUYA NO Ñ^MOfiDAZO B*/ÍtO HOMDO C^} 4- /tV' SAN nuPE 4 ÑV» LOMA C/taZ M=U-I ZfV'rBPOtL //¥G£A//rO M=73" ¿í//V¿:rA¿>S¿¿WA UONSSfífíAT M=iOO Googk yGoogk EL CAMPO ATRINCHERADO 101 si la defensa terrestre, podría ser conveniente ha- cerla por un ejército operando al exterior de la plaza, en disposición de acudir y reforzar el sitio por donde el enemigo iniciase el ataque ó el de- sembarco, presentándole superioridad merced á esa misma movilidad. Eso, tenía también la ven- taja, de no agravar el problema del abastecimiento, que, al parecer, revestiría, de prolongarse el blo- queo, dificultades temibles para la población. Hay que tener en cuenta, que para operar al exterior había otras fuerzas independientes de la División de defensa (i). No obstante, en casos como el que nos ocupa, merece pensarse esa teoría, dadas las especiales condiciones topográficas y la situación. Volviendo á la defensa terrestre, se ofrece á la observación el sistema en que se subdividió , que fué por sectores. Eran éstos cinco, con una Brigada cada uno, correspondiendo al terreno comprendido de Cojímar á Marianao , hasta la línea avanzada de fuertes, y dentro de ese espacio había, según ya indicamos, otro trozo de terreno con organización (i) Además de la División de defensa, existían repartidas en la provincia y en las limítrofes , fuerzas del i .e^ Cuerpo de ejército, que mandaba el General de División D.Julián Gon- zález Parrado , fácilmente reconcentrables sobre la Habana. yGoogk 102 LA GUERRA HISPANO-AMERICANA separada, bajo el nombre de Campo atrincherado de la Cabana y que abarcaba el plano inclinado for- mado por la divisoria de la bahía hasta la loma de Uria, Cojímar y la costa á enlazar con el Morro. Ese titulado campo atrincherado, tenía por centro la fortaleza de la Cabana, y lo mandaba el Gene- ral de Brigada D. Vicente Gómez de Ruberte. Para la zona exterior de la Habana, se asignó una fuer- za especial y otra para la vigilancia de la conduc- ción de aguas (canal de Albear ó de Vento). Cada sector tenía su centro de municionamien- to y raciones para cinco días. El Cuartel general de la División se situaba en el Parque Central (Portales del Teatro de Tacón). El del I ^^ sector, en el castillo del Príncipe. El del 2.° sector, en Puentes Grandes. El del 3.**^ sector, en Luyanó. El del 4.®, en Guanabacoa. El del 5.0, en el Gobierno militar (Plaza de Armas). El campo atrincherado de la Cabana tenía por centro la fortaleza del mismo nombre. La fuerza de cada una de esas agrupaciones la da el estado adjunto. yGoogk EL CAMPO ATRINCHERADO 10:i ^> e« O c« t« t« O 1-H O c o <« o o» <<« «o <« >o c o» o , -S eo 5] 1 ■^t^t^i-iooi-iwuD te > fc* »«Ol-iPO»»Oi «^ • •♦ coao»ot«ao^odf-H O s 00 »o •* ^ Oü W -H 1-^ eo Piezas de Artillería.. Saaaamma « s «ot^oocirH oo a > ^ Tercerolas . o 1-- Cí "^ 00 ' § 1-^ oi ^OOat^tOqDCieo -^ ^lO'^iOeOOiO»^ * eo Fusiles 00«00«-lt-.CO^r^ 00 lO Oü «o «o CO 00 N s oo^»-i«coeo^'*oo c > o •«^ooeo-^t^ooeo « "^ Tropa ■^eot-t^cíU3cor-i t- »o co »o »C 00 co ?^ oa w ío a , ► Ti . I- >- a Tropas di 2.* ídem. S.*^ ídem. 4.* ídem. 6.* ídem. Campo at Zona exte Línea de canal d 2 I 1 «— » s yGoogk 104 LA GUERRA HISPANO-AMERICANA Todos estaban en comunicación por líneas te- legráficas y telefónicas y aparatos ópticos. Entre las obras había buepos caminos, y la vía férrea de circunvalación hubiera también prestado excelentes servicios, pues rodea la bahía desde Re- gla al centro de la Habana. De la plaza arrancaban las siguientes vías : fe- rrocarriles unidos de la Habana (línea de Bataba- nó, Empalme y Guanajay); ferrocarril del Oeste (Pinar del Río); ferrocarriles unidos de la Habana (línea de Jovellanos); ramal de Guanabacoa; ferro- carril de Marianao; ferrocarril urbano del Vedado á lo largo de la costa (vía estrecha). Era segundo Jefe de la División el General de Brigada D. Ramiro de Bruna, y Jefe de Estado Mayor el Teniente Coronel D. Francisco Fernán- dez Llano. Parécenos oportuno dejar consignados á con- tinuación los nombres de los Jefes y Oficiales qué dirigieron aquel inmenso movimiento de tierras: Teniente Coronel Sr. D. Julián Chacel y García, ingeniero Comandante. Comandante D. Luis Gómez de Barreda y Salvador, Jefe del Detall, ídem D. Enrique Carpió y Vidaurre , ingeniero de obra, ídem D. Joaquín Cañáis y de Castellarnau , ídem id. ídem D. Guillermo Aubarede Kierulf, ídem id. yGoogk i ■ -o Q P^ O *^ CM. T-H u Q ''4 ÑONES '' 1 < CJ u !1« o / < < vi "2 w H < \ n >' k' < 1 H :í •5 -1 * (zl 1 Q í v''i^- -^ O ^.^'*'', i . ^ H i < yGoogk yGoogk < « O 3 Q < tn O O < -o G O 1^ lO P o < u u Q Pá yGoogk Digitized byCjOOQlC H te] O X tí < < W < Oi H íx] Q ;^ (73 tí O < u Q tí yGoogk yGoogk u < H •-1 c O 5 tí H X yGoogk yGoogk o H t/) cd D CU Id ^ H Vi O o o D H t/) < •-3 U H S5 C/3 tí O H < O o H < yGoogk yGoogk ¡3 2; < (A o lO o co (4 Q o Q O < u a Q í C/3 yGoogk yGoogk y Google \ y Google yGoogk EL CAMPO ATRINCHERADO 105 Comandante D. Juan Fernández Shaw, ingeniero de obra. Capitán D. Jorge Soriano Escudero , ídem id. ídem D. Mariano Escárraga Galindo, ídem id. ídem D. Gerardo López Lomo, ídem id. ídem D. Luis González Estéfani y Arambarri , ídem id. ídem D. José Maranges Camps , ídem id. ídem D."*José Aguilera y Merlo, ídem id. ídem D. Ángel Góngora Aguilar, ídem id. ídem D. Pablo Dupla Valler, ídem id. ídem D. Florencio de la Fuente Zalba , ídem id. ídem D. Emilio Morata Petit, ídem id. ídem D. Antonio Cué Blanco, ídem id. ídem D. Gregorio Francia Espiga, ídem id. ídem D. Sebastián Carreras Portas , ídem id. ídem D. José María Vélaseos , idem^ id. Primer Teniente D. Ernesto Villar Peralta, Director del esta- blecimiento de la red telefónica y de la construcción de fo- gatas. ídem D. Celestino García Antúnez , ingeniero de obra. ídem D. José del Campo Duarte, ídem id. ídem D. José Esteban y Cía villar, ídem id. ídem D. Carlos Bernal y García, ídem id. ídem D. Eduardo Duyos y Sedó , ídem id. Oñcial l.<* de Administración Militar D.José Sánchez Gómez, Oñcial pagador. yGoogk yGoogk CAPÍTULO V. Influencia de las plazas de guerra. Los errores de la opinión.— Confianzas excesivas.— Descuidos y arrogancia». iConeentración ó dispersión.' — Eficacia de las baterías de la Habana. Nos proponemos en este capítulo, volver por los fueros de la verdad, en un asunto que ha sido objeto de altas y bajas censuras. Se ha extendido mucho la creencia, de que la plaza de la Habana, organizada tal como lo fué, . de nada útil sirvió como elemento militar. Agré- gase con dañada intención, que aquellos cañones y aquellas baterías, tanto esfuerzo acumulado y tanto dinero gastado, únicamente sirvieron para pasar tranquilamente á manos de los americanos. La injusticia es notoria. Ante ella vamos á formular las siguientes pre- guntas, cuyas respuestas razonaremos, siquiera sea como protesta teórica de un cargo, harto extendi- do, y que no debe prevalecer. "T^Ügitized by Googk IOS LA GUERRA HISPANO- AMERICAN A ¿La plaza de la Habana llenó alguna misión importante en la guerra hispano-americana? En caso de ataque, ¿aquellas obras de defensa hubieran podido servir para cambiar el aspecto de la guerra? Si los demás puertos principales de la isla, hu- biesen tenido análogos elementos que la Habana, ¿sacáramos mejor resultado? Para poder dar opinión acerca de esos temas, es necesario retroceder un poco en las fechas y venir á la época en que se inició la guerra separatista. La reseña que vamos á hacer, no se refiere á las operaciones militares en sí, redúcese á un lige- ro examen de las fases político-militares por que pasó la lucha. Tres aspectos ofrece la guerra, según los perío- dos que se consideren. Primer período, guerra separatista. Segundo, confianzas excesivas. Tercero, guerra hispano-americana. En el primer período, todos recordamos que no se dio á la insurrección la importancia y gravedad que en sí tenía. Mas bien se la miraba con desdén y se presumía que á plazo breve quedaría domi- nada. Los principales cabecillas, los Máximo Gó- mez, Maceo y otros, tardaron algunos meses en Digitized by VjOOQIC INFLUENCIA DE LAS PLAZAS DE GUERRA lO'J decidirse á saltar á las costas de Cuba, y el incre- mento de la rebelión, por causas que ampliamen- te hemos de analizar en otro libro, se desarrolló de un modo para algunos inesperado. El segundo período, podemos considerar que arranca de la invasión de Máximo Gómez y Maceo de Oriente á Occidente. Ya entonces podía demos- trarse y comprenderse, sin necesidad de ser muy lince, que la ayuda de los Estados-Unidos pasaba de los límites que permiten, si es que permitirlos pueden, las leyes internacionales, porque no era posible comprender la abundancia de recursos que los insurrectos poseían, esencialmente en armas y dinero y protección moral, sin que su causa fuese, casi oficialmente, patrocinada por los americanos. Sin embargo de ello, y á pesar de los avisos que la prensa extranjera y las mismas publicacio- nes americanas, nos daban á diario, .continuó abri- gándose por los políticos al uso, la más absoluta - confianza de que no había que temer nada de nues- tros leales amigos los americanos (i). Á raiz de la invasión debió enviarse á Cuba nuestra escuadra. ¿Por qué no fué? (i) Fué entonces cuando el General Martínez Campos de- cidió impulsar vigorosamente la defensa y artillado de la Ha- bana. yGoogk no LA GUERRA HISPANO- AMERICAN A Y en esto llegamos al tercer período; aquel eir que empezó á dibujarse el espectro de 1% guerra exterior combinada con la revolución interior po- tente y engreída. Ocurrieron en la Habana algunos disturbios, provocados por las procacidades de un periódico, procacidades pasivamente toleradas^por el Gobier- no autonómico, y aquello vino de perlas al ene- migo acérrimo de España, al Cónsul Lee, para pedir que un buque de guerra de los Estados-Uni- dos fuese á la Habana. Hay que tener en cuenta que á todo esto, las debilidades esp&ñolas se iban traduciendo en arrogancias de los Estados-Unidos, pues por aquellos tiempos, su escuadra se situaba en los puertos de la Florida, que luego les sirvie- ron de base de operaciones, y la protección á los insurrectos se hacía cada vez más descaradamente. Nada justificaba la petición del Cónsul de los Estados-Unidos. Los ciudadanos americanos, eran absolutamente respetados y ejercían toda clase de industrias en medio de la consideración completa y correcta por parte de los españoles: aquella pe- queña revuelta á que dieron lugar los ataques de El Reconcentrado al Ejército, quedó satisfactoria- mente resuelta; pues bien, ello no fué obstáculo para que, cuando menos lo esperábamos, el Cón- yGoogk INFLUENCIA DE LAS PLAZAS DE GUERRA 111 sul Lee saliese con la suya, y el Maine, crucero americano, se presentase en el puerto sin explica- ción que garantizase aquel alarde (i). i Acaso se impacientaban los jingoes y se es- peraba que diera lugar la presencia del buque á desórdenes y agravios ! Puede muy bien ser así, por cuanto entonces recrudeció sus insultos y procacidades la prensa amarilla de los Estados-Unidos. Mas lo que no logró la provocación, aquel pre- texto que se buscaba para unirlo al de un preten- dido sentimentalismo humanitario, hoy desmenti- do por los hechos, vino á surgir por \ malicia, por abandono, por casualidad, por algo de eso depen- diente de los americanos mismos, que no otra cosa fué la voladura del Maine dentro de la bahía de la Habana. Ya en otro libro y en un folleto que publica- mos á raíz de aquella catástrofe, desmentimos la hipótesis absurda é imposible de que á manos es- pañolas se debiera la voladura del Maine: absurda, porque no es de usos españoles ese proceder cri- minal; é imposible, porque las circunstancias y se- ñales del caso, los rastros que dejó, los razonamien- (i) También entonces pudo y debió ir la escuadra. yGoogk 112 , LA GUERRA HISPANO- AMERICANA tos de pie forzado á que tuvo que acudir el enemi- go encubierto para acusarnos de un atentado ini- cuo, prueban plenamente que no tuvieron los es- pañoles arte ni parte en aquella explosión. Pero ello no fué obstáculo para que repercutiese en todos los ámbitos de la Unión la pretendida perfidia de los españoles, se predicase la guerra, y se preparase el ataque contra Cuba, considerándola inmediata y legal. Á pesar de eso, en España se seguía aún negando la posibilidad del conflicto. La triste realidad , el irritante y bochornoso ultimátum ^ fué el único medio ,de convencer á algunos de nuestros graodes primates, de que la guerra con los Estados-Unidos era evidente. ¡Pocos días antes aún había personajes que predicaban confianza! Resultado : que los Estados-Unidos se prepara- ron formidable y decididamente, y en nosotros no se vio que, paralelamente á los aprestos tle la Ar- mada y del Ejército yankee, se movieran los re- cursos militares, navales y de abastecimiento, en harmonía con la tremenda agresión que se nos echaba encima. Lejos de eso, los que en Cuba nos hallábamos, y con cuidado seguíamos los sucesos comparando la prensa americana con la española,' notábamos enor- me diferencia: por nuestra parte, confianza y de- Digitized by Googk INFLUENCIA DE LAS PLAZAS DE GUERRA 113 jadez; por la del enemigo, preparación y actividad. Cierto es que esa fué la nota culminante desde antes, á partir de la conflagración separatista: no había conexión directiva entre ésto y aquéllo: tra- tándose de una guerra tan extensa, echábase de ver que no se formaba en la Península concepto exacto de cómo andaban allí las cosas : una indife- rencia glacial lo helaba todo, y mezclada con ella, notábanse inconcebibles arrogancias que habrían de costar caras. Presumíamos de tener plazas fuertes, formida- bles, torpedos aterradores y escuadras potentes. Por lo que se refiere á Cuba, los barcos que poseíamos en aquellos mares eran deficientes, mu- chos inservibles, sin artillería moderna ni velocidad que compitiera con la de los americanos, y aun cuando llegamos á tener en aguas de la Habana el Oquendo y el Vizcaya, pronto se les dio incom- prensible orden de regreso (i). En cuanto á plazas de guerra, puede decirse que sólo merecía tal nombre la de la Habana, y que los demás puertos estaban abiertos á cualquier agresión. (i) Ya tratamos de esto en el libro anterior á éste: El blo- queo y la defensa de las costas. Tomo III 8 yGoogk 114 LA GUERRA HISPANO- AMERICAN A Esas condiciones que hemos descrito somera- mente, no impiden que la crítica se ensañe, tra- tando de hurgar en la forma y manera con que se condujo la guerra, á partir de su nuevo aspecto.. La localización de las fuerzas del Ejército era: Primer Cuerpo. — Habana. I.» I)iv¡si6„ (Pinar del Río). ..\'-l ^T^* Í^Tf^ ^ ^ ^ } 2.a Brigada (Bahía Honda). I .* Brigada (Calabazar). 2.** Brigada (Campo Florido). I.* Brigada (Jaruco). 2.* Brigada (Matanzas). 4.» Divisi6„ (Cárdenas) í '•". f .^^^ ^J^f ""í' ^ ^ I 2.* Brigada (Cárdenas). Segundo Cuerpo. — Cienfuegos. / i.^ Brigada (Cienfuegos). I.^ División (Santa Clara) j 2.* Brigada (Sagua). ( 3.^ Brigada (Trinidad). r-.. . .. ,c. . r. . ■ V í I.* Brigada (Sancti-Spíritus). División (SanctiSpíntus). . «^. , ,^, , ^ ^ ^ \ 2.^ Brigada (P acetas). 2.* División (Habana) ! 3.* División (Matanzas) 2.' División independiente de la Trocha del Júcaro Á Morón. Tercer Cuerpo. — Puerto-Príncipe, 1 .* División (Puerto-Príncipe). I.* Brigada (Puerto Príncipe). 2.* Brigada (Puerto-Príncipe). o T . . . X,, . , V ^ I* Brigada (Holguín). 2.» División (Holguín) . ¡ ^ ^ ^ ' 2.'* Brigada (Puerto-Padre). yGoogk influencia de las plazas de guerra 115 Cuarto Cuerpo. — Santiago de Cuba. I,* Brigada (San IvUÍs). I.* División (Santiago de Cuba)l « ^ . , ^^ ^ ^ ^1 2.* Brigada (Guantánamo). ,, ,,, .„ ^ ( I.* Brigada (Manzanillo). 2.a División (Manzanillo^ ...! -„.,,,, 'i \ 2, Brigada (Manzanillo)* Cabía seguir dos planes, el de la concentración sobre los cuatro ó cinco puertos principales, Ha- bana, Matanzas, Cárdenas, Cienfuegosy Santiago de Cuba, ó el de continuar con el orden disperso que llevaba en sí la campaña separatista, en el afán de seguir la política impuesta de proteger propie- dades y garantizar intereses en un país enemigo y i veces de propios enemigos. Haciendo la concen- tración , acaso se hubiera logrado mantener en al- gunos puntos más tiempo el dominio si se contaba con raciones, cosa dudosa, porque en el interior y puntos de la costa, sentíase su necesidad en mayor escala que en la Habana, y acumular fuerzas donde había de faltarles qué comer, era resolución grave. Aún se vislumbra otro argumento en contra de la concentración, y es que con ella quedarían exten- sas comarcas á merced del enemigo en absoluto, incomunicando las fuerzas españolas, y el efecto, así en España como en el extranjero, hubiera sido desfavorable para nuestro Ejército, que, si ya hoy es combatido por propios y extraños, tendría por yGoogk 116 : LA GUERRA HISPANO- AMERICAN A eso nuevos ultrajes que sufrir, porque la extensión del dominio de los americanos en Cuba hubiese avanzado las ansias de hacer la paz á todo trance. Mas aun, la concentración, de hacerse, debió de serlo paralelamente al conflicto con los Estados- Unidos,, porqu'e siendo difícil realizarla por tierra, á causa de la carencia de medios de transporte, había que recurrir á los transportes marítimos; y sin escuadra, rodeados por la enemiga, eso estaba erizado de obstáculos insuperables. No -estamos estableciendo conclusiones, sino sentando hipótesi5 y respondiendo á teorías. X^om- prendemos que lo más natural era á nun^a clase de guerra, huevos planes de campaña; y la nueva guerra, mejor dicho, el nuevo enemigo más regu- lar, inclinaba el ánimo á pensar en la reconcentra- ción ; pero eso , que es fácil de decir y de hacer con tiempo , perdida la ocasión era difícil en grado sumo. En todo caso, hay que reconocer' que esas lí- neas generales de los planes de guerra, correspon- den á los gobiernos centrales y no á los que man- dan las tropas , que deben quedar descargados de la responsabilidad política de la guerra^ y sólo atentos á ajustar su conducta militar á los ideales y á las reglas que el gobierno responsable les señale. Digitized byCjiOOQlC INFLUENCIA DE LAS PLAZAS DE GUERRA 117 Nadie sabe que ese contacto entre los elemen- tos directores y los ejecutivos existiese. Nadie sabe qué plan se pensó establecer, Pero de lo expuesto, se llega al convenci- miento de que la escuadra pudo y debió presen- tarse en la Habana y establecer allí su base de operaciones, dos veces: una cuando la invasión in- surrecta estaba en auge, y desde los Estados-Uni- dos al cabo San Antonio , era constante el trans- porte de hombres, armas, cartuchos y víveres para los insurrectos; otra, cuando el Maine entró en la Habana. Teníamos, en consecuencia, la única plaza de guerra de la isla, la capital, el cerebro de donde arrancaban las decisiones, la Habana, regularmen- te defendida por baterías de costa, pero sin el com- plemento necesario para constituir la acción ofen- sivo-defensiva, sin escuadra. Algunas fuerzas navales había en el puerto: abrigábanse en él los siguientes barcos (i): (i) Los principales cargos de la Armada eran : Comandante General del Apostadero y Escuadra ^ Contral- mirante D. Vicente Manterola y Taxonera. S¿gundo Jefe del Apostadero y Comandante de Marina y Ca- pitán de Navio de primera D. Luis Pastor y Landero, Jefe de Estado Mayor, Capitán de Navio D. José Marenco. yGoogk lis LA GU£RRA HISPANO- AMERICAN A BARCOS DE GUERRA Marqués de la Ensenada (acero) . . . Alfonso X[[ (hierro, inütil) Infanta Isabel (hierro, en varadero). Conde del Venadito (hierro) Magallanes (hierro, en varadero). • , Filipinas (acero, inútil) Nueva España (acero) Martín Alonso (acero) Vicente Yafiez Pinzón (acero) Legazpi (hierro) Flecha (acero) Águila 'II . N \ Ums* m. 1.064 61*26 3.900 84'8 1. 196 64 1.189 63 '86 627 48 760 71 630 68 671 68 ^71 68 1.249 68'4 48 2r83 > * f 9'14 IS'l 9'74 9»78 7'80 8'26 7 7 8'9 2'66 6 '02 caá 2. 9'61 4. 6'33 1. i 6'34 1.1 4 '20 4'20 4'22 8 '83 3'73 6'6 1'90 € 2.3 2A 2.6 2.6 I Digitized byCjOOQlC INFI^UENCIA DE LAS PLAZAS DE GUERRA 119 A BAHÍA DE LA HABANA a ti ? o 01 03 76 ARTILLERÍA millas 4 C. H. 12 cm. , 2 C. t r. 57 mm / 2.160] Ihs. S7mm [ 3 f 2 cañones-revólver de 87 mm . ^ 1 ametralladora de 11 mm . . . .^ 6 C. HoDtoría 16 cm 3 C. t. r. 57 mm , 2 C. 42 mm . 2C.H.7cm.. 6 cañones-revólver 37 mm. .* . 2 ametralladoras de 11 mm.. 4.243{; 4 C. H. 12 cm 4 cañones-revólver de 87 mm . I 2 . 000| 3 ametraHadoras de 23 mm. . . . f 2C.H. 7cm \ ' 1 ametralladora de 11 mm. . . . ' i 1.63o| 4C. H. 12cm 2 C. t. r. 57 mm 4 cañones-revólver de 87 mm. 1 ametralladora de 11 mm .... 3C. H. 12 era 2 ametralladoras de 25 mm . . . 2 ametralladoras de 11 mm. . . 2C. tr. 12 cm 4C. t. r. 42 mm , 2 ametralladoras de 11 mm . , . 2C. H. 12 cm 2.700. 4C.t.r.57mm 1 ametralladora de 11 mm . . 2C. H. 12 cm , 2.700] 4C. t.r.57mra ( 1 ametralladora de 11 mm. . . . 6C. t.r. 57mm , 1 ametialladora de 11 mm. . , 2.600J ( 'I 2.70OJ 4.736) ' I \ 2 C.H 9cm í 1 ametralladora de 11 mm . . . . | 1 ametralladora de 42 mm .... i 1 C. t. r. 87 mm » IC. t. r. 57mm J 1 ametralladora de 25 mm. . . | CLASE Crucero de 2.* (cubierta protectriz de 60 mm). Crucero de 1.* Crucero de 2.* Crucero de 2.* (cubierta protectriz de 60 mm.) Crucero de 3.* Crucero torpedero. Crucero torpedero. Crucero torpedero. Crucero torpedero. Transporte. Cañonera. Remolcador del comercio. yGoogk 120 LA GUERRA HISPANO-AMÉRICANA Sin gran esfuerzo se comprende, que esos bu- ques que había en bahía, descontados los inútiles, unidos á nuestra escuadra, deficiente y todo, si ésta hubiera ido á Cuba cuando la entrada del Maine, ó sea eñ cuanto se vio que la escuadra americana, movilizada en piede guerra, se hallaba en demostración amenazante en las costas de la Florida á pocas horas de la Habana, y sumados con algunos otros, «hubieran podido contribuir á variar la marcha de los sucesos, porque entonces, al declararse las hostilidades, hubiéramos tenido provista la plaza de una defensa costera importan- te, con fuerza naval complementaria que obligaría á los Estados-Unidos á dividir su escuadra, man- teniendo una parte en el estrecho de la Florida, otra, á lo largo de la costa hasta New- York, y otra, destacada hacia Puerto-Rico, en previsión del auxi- lio que se enviase de la Península. No insistimos acerca de ello, porque en el libro titulado El bloqueo y la defema de las costas ana- lizamos el caso de tener allí siquiera el Oquendo y el Vizcaya^ que con los buques existentes en puer- to formarían una división naval de mucho valor. Y si el Corso se hubiera decretado, á mayor divisibilidad tendría que sujetarse la flota ameri- cana. Digitized byCjOOQlC INFLUENCU DE LAS PLAZAS DE GUERRA 121 Dedúcese, que para cualquier operación seria, iiülitar ó naval, que se hubiera practicado en Cuba, eran indispensables plazas de guerra que sirviesen de apoyo y sostén, y como es loco soñar que una campaña exterior en una isla tan alejada, contra un enemigo cercano de poderosos recursos en el mar, se realizase sin operaciones navales, des- de luego se demuestra que la plaza de la Habana tenía colosal valor en el supuesto de que contába- mos con escuadra, cual creíase en el mundo entero, y por eso, lejos de ser descabellado é inútil, resul- taba imprescindible, lógico y útil poner aquel puer- to en buenas condiciones de defensa. Aun saliendo las cosas tan mal como salieron; aun, marchando la escuadra á destiempo, tarde y mal, la plaza llenó su misión: de no haber estado defendida, el ataque de la capital, emprendido por los americanos, realizado desde los primeros ins- tantes, no hubiera encontrado resistencia adecua- da, y el efecto moral y material hubiese sido incal- culable. En ese aspecto considerado el caso , hay que convenir en que á las defensas de la Habana debe- mos siempre algún bien, dentro del colosal desastre sufrido, cuyas consecuencias empiezan á notarse, pesando cual losa de plomo sobre la vida nacional. l Digitized byCjOOQlC 122 LA GUERRA HISPANOAMERICANA sobre los intereses de muchos, sobre las concien- cias de pocos. Abalicemos ahora lo que era de presumir que ocurriese, en caso de ser atacada la Habana por la escuadra enemiga. Hemos indicado someramente, en el libro El bloqueo y la defe^isa de las costas, que el Almirante Sampson se las prometía muy felices, creyendo que el fuego de los cañones de su escuadra lograría en pocos minutos reducir las defensas: acaso se ha- llaba ilusionado por las esperanzas prematuras del Cónsul Lee, quien, al salir de la Habana, por cier- to en medio de colosal rechifla, cuéntase que dijo, amenazando con la mano al público que así le ova- cionaba^ que dentro de pocos días , al llegar á la vis- ta la escuadra de su nación, plagaríanse aquellas playas de banderas blancas pidiendo misericordia, y los vítores á los americanos libertadores (!) atro- narían el espacio. Mr. Lee, que se había equivo- cado antes, presumiendo que al entrar el Mame iban á resultar conflictos con sus tripulantes, ha.sta el punto de evitar que saltasen á tierra de unifor- me, erró entonces también, y el Almirante Samp- son hubo de conformarse con mirar, las baterías desde lejos, contemplación de la que no se atrevió á separarse, sea por prudencia suya ó fuera porque yGoogk INFLUENCIA, DE LAS PLAZAS DE GUEÍlRA VÜ —muy cuerdamente por cierto» que lo notable debe declararse— la Junta de estrategia fStratrgic board) que en Washington funcionaba, le impu- siera otra norma de conducta, si no tan popular, más positiva. Una opinión de Sampson, que vamos á con- signar, confirma su tendencia^ bélica: puede leer- se en la Anny and Navy Gazette, de 7 de Enero de 1S99 (pág. 16}. Refiriéndose á las defensas de la Habana, decía: «que encontraba las baterías bien calculadas para rechazar una flota que se aproximase á tiro en distancia de pocos miles de yardas, pero que las del Este estaban expuestas á fuego de flanco por los grandes barcos desde corta distancia y al de las baterías secundarias, mediante un fuego intensísimo que abrumaría íÍ los artilleros, arrojándolos del lado de sus piezas, obligándoles á abandonarlas, en tanto que los pro- yectiles lanzados por los buques causarían desper- fectos en los cañones y montajes y los pondrían fuera de servicio. Las baterías del Oeste le inspi- raban peor concepto por su baja cota, con el adi- tamento — decía ^ — que contra todas no habría tiro perdido, porque el que no alcanzase á las obras, iría á dar en la ciudad,^ No está malpensado eso; pero, en la práctica, yGoogk 124 LA GUERRA HISPANOAMERICANA hubiera tropezado Sampson con algunos inconve- nientes. En primer lugar, los proyectiles lanzados contra las baterías del Este, tenían que salvar una altura de 50 m., en la rama descendente de su tra- yectoria para caer en la bahía y en la ciudad, y los dirigidos contra las obras del Oeste, antes de la ciudad, tenían que encontrarse con un gran obs- táculo para la observación de los disparos, repre- sentado por las hondas y extensas canteras de San Lázaro. Sólo enfilando de frente el espacio com- prendido entre la batería de Santa Clara y el Morro, los proyectiles dirigidos serían siempre aprovechados contra la ciudad, y después de todo, el bombardeo no se considera hoy como acción decisiva. Hemos dicho que la plaza tiene condicio- nes fatales de defensa contra el bombardeo. El mé- todo de tirar por tirar, tirar mucho, hubiera en úl- timo caso producido efecto sobre los edificios; pero eso no acarrea el éxito ; como ejemplo , aunque en pequeño , puede citarse lo ocurrido en Puerto-Rico y en Cárdenas , donde , por mucho que tiraron cua- tro barcos enemigos contra una ciudad que no te- nía ningún cañón en tierra que respondiese, fueron escasos los destrozos causados (i). (i) Véase Barcos, cañones y fusiles. yGoogk P»*'*'rvr7' "^^ «*»f*H'..«jr^r INFLUENCIA DE LAS PLAZAS DE GUERRA 125 Sobre las baterías de cota baja del Oeste, acer- cándose á ellas los buques enemigos para buscar cierta inipunidad en su coraza y barrer los sirvien- tes con lluvia abrumadora de proyectiles lanzados por los cañones de tiro rápido de las baterías se- cundarias y de las cofas, es indudable que el plan así pintado resultaría magnífico; pero si los buques se aproximaban al Oeste (sotavento) para batir bien y dominar las obras, quedaban enfilados por las baterías del Este (barlovento), y quién sabe lo que ocurrir pudiera. Y es que, por más vueltas que se le dé al asun- to, la plaza, sin embargo de algunas deficiencias — que en prueba de imparcialidad nos propone- mos señalar al final de este libro, — se hallaba en un estado tal de organización y defensa, que exigía por parte del ataque tiempo y método y ruda lucha para ir reduciendo, una á una, sus obras de costa, y ese riesgo, no les gustó afrontarlo á los yankees, porque tenía sus quiebras, y ellos esperaban, muy cuerdamente, vencer sin quebranto, y á medida que iban conociendo mejor la inferioridad de nues- tro poder naval, se arraigaban más en esa ten- dencia. Por manera, que las defensas de la Habana llenaron su objeto, y evitaron un gran perjuicio: yGoogk 126 LA GUERRA HISPANO- AMERICAN A SU efecto ha sido calificado , algo exageradamente, como el de una victoria sin lucha, pero al fin, los americanos no pueden vanagloriarse de haber tomado á viva fuerza en combate de costa, ni una sola plaza, ni aun esa, abierta al mar, sin escuadra complementaria, sin cotas de bastante altura en las baterías, en malísimas condiciones para luchar con- tra los buques modernos de gran coraza y poca vulnerabilidad, y que por ser la capital y encerrar la casi totalidad de los recursos militares, les hu- biera dado decisivas ventajas. I Hubiéramos conseguido algo de haber tenido los demás puertos mejor defendidos? Es induda- ble. En ellos se hicieron prodigios con pocos ele- mentos, cual en Santiago de Cuba, Matanzas y Cienfuegos; de haber sido dotados en tiempo de paz con poderosa defensa, ¡quién sabe si el resul- tado terminal hubiese sido menos triste! La defensa de los puertos importantes, es, pues, uno de los trabajos que debe emprender todo Estado que aspire á vivir en el concierto político internacional. Digitized byCjOOQlC CAPITULO VI. La pérdida de la escuadra. Elsperanzas, desesperaciones y desalientos.-— Días de angustia. La mala nueva. — ¡La paz! — Loque pasó después. Bien pudiéramos titular este capítulo, continua- ción del anterior, pues lo que vamos á decir se en- laza íntimamente con lo ya dicho. El alarde de fuerza frente á la Habana que ha- cían los americanos desde el 22 de Abril, en que apareció su escuadra, cesó como por encanto el 23 de Mayo. El día antes, ó sea el 22, se descubrían desde los observatorios telemétricos los siguientes buques enemigos, en orden de barlovento á sotavento: Distancias. \P Crucero á 26.000 2.<> Cañonero á 26.000 3." Aviso Dolphin á 27.000 4.*^ Crucero acorazado New- York á. 27 . 000 yGoogk 128 LA GUERRA HISPANO-AMERICANA Distan cías. m. 5.** Cañonero á 27.000 6." Cañonero á 28.000 *¡,^ Cañonero á 27 .í)00 S.** Crucero á 27.000 9.^ Monitor Miantonemoh á 27 . 000 10. Crucero á 26.000 11. Acorazado Indiana á 26 . 000 12. Cañonero á 22.500 13. Crucero á. 27.000 14. Monitor Puritan á 25. 000 15. Crucero Wilmington á 1 7 . 500 16. Cañonero á 12.500 17. Remolcador Tritón. 18. j > Cañoneros y barcos pequeños. 21. / A las ocho y cinco minutos de la mañana del día 23, empezó á notarse especial movimiento en la escuadra bloqueadora, que pronto se tradujo en rumbo fijo. El observatorio de San Diego (fuerte núm. 4) comunicó á esa hora á la Comandancia general de Artillería, que se veían señales cruzadas entre el Indiana y el New- York á barlovento, á 15.000 metros de distancia. Pocos minutos después agre- gaba, que se notaban movimientos entre el India- Digitized byCjOOQlC 'mf^rsm^:' LA PERDIDA DE LA ESCUADRA 129 na, New- York, Montgomery, Dolphitiy Wihnington y tres cruceros de tres palos. Á las nueve y media, decía el observatorio de la Pirotecnia (central telemétrico), que todos los barcos de la escuadra habían desaparecido por el Este, quedando sólo á la vista dos cañoneros, que también llevaban el mismo rumbo, y á las diez y media daban cuenta los observatorios de Artille- ría de la plaza, que el horizonte desde sotavento al frente del canal de entrada se hallaba libre de bar- cos enemigos. Á barlovento, sólo había cuatro ca- ñoneros de los menos importantes, en movimiento hacia el Norte. No se volvieron á ver los barcos grandes frent-e á la Habana; ya se comprendía que el movimiento de la escuadra iba al encuentro de la nuestra, me- jor dicho , á cerrar el bloqueo estrecho de Santiago de Cuba, y frente á la Habana quedaron solamente algún cañonero y barcos mercantes armados en guerra (¡auxiliares!) y hasta buques de vela que se mantenían á distancias de i6 á 20.000 m. Desde entonces, la fuerza de los bloqueadores iba cada vez siendo más escasa. Toda su atención se reconcentraba en Santiago de Cuba, y como sabían que no teníamos otros buques disponibles, se paseaban á su gusto por aquellos mares, sin Tomo III 9 yGoogk 130 LA GUERRA HISPANO-AMERICANA preocuparse de que llevaran poca ó mucha fuerza naval. Las baterías abrieron el fuego varias veces, siempre que algún barco enemigo se aproximaba; pero éstos, en vez de entablar combate, se ale- jaban. Los principales lances de este género fueron: D« guerra. — El día 6 de Mayo, rompieron el fuego las baterías números i y 2 contra dos pequeños cañoneros enemi- gos que se acercaron á 4.000 m. de la costa, hacién- doles los siguientes disparos: „ . . , , Cuatro de 15 cm. Batería num. 1 (^ f Cuatro de 67 mm. Batería núm. 2 Cuatro de 21 cm. Los proyectiles de la núm. 2 cayeron cortos, y de los de la núm. i, el primero dio cerca del codaste del buque y el segundo también cerca, reventando la gra- nada y cubriendo de cascos el área del barco, que em- prendió rápida huida en zig-zag, metiéndose hacia bar- lovento. Debió ser alcanzado por algún casco, pues la observación con el anteojo de la batería de Velasco, acusó que al segundo disparo la tripulación se arremo- linó hacia proa. Fueron estos los primeros disparos que hizo la plaza , motivados por lo mucho que se metían sobre las obras los buques pequeños del enemigo. Digitized byCjOOQlC LA PERDIDA DE LA ESCUADRA 18X — El día 7 de Mayo las baterías números 3 (caño- nes) y 4 rompieron fuego sobre dos barcos enemigos que perseguían una goleta, haciéndole los siguientes disparos: Batería núm. 4 Ocho de 16 cm. T> * . ' o j Dos dp 24 > Batería num. 3 -., , ^ ^ I Dos de 16 > Los cascos de nuestros proyectiles, chocaron contra los buques enemigos, obligándoles á dejar la caza de la goleta y causándoles averías , pues una granada de 24 cm. se vio reventar sobre uno de ellos en auxilio del cual acudieron los otros, retirándose todos del horizonte. — El día 9 de Mayo , la batería núm. 4 hizo un dis- paro contra el remolcador Tritón, El proyectil de 15 centímetros cayó cerca y el buque se alejó rápida- mente. — El día 10 volvió la batería núm. 5 á lanzar dos proyectiles de 15 cm; sobre el Tritón á 5.000 m. — El día 13 de Junio, á las cuatro y cinco minutos de la tarde , recibió orden el Comandante de Artillería del General en Jefe de romper el fuego sobre el Mont- gomery, haciéndole los siguientes disparos entre 8.000 y 9.000 m. : Dos de 30 '5 cm. (Ordoñez). Batería de Santa Clara. . . ! ,^ , «,« I Uno de 28 > (Krupp). Batería ntím. 3 Uno de 24 » (ürdóñez). El barco enemigo huyó á toda máquina. Los pro- yectiles cayeron algo á la izquierda. yGoogk 132 LA GUERRA HISPANO-AMERICANA — Ese mismo día, la batería núm. 2 hizo un dis- paro de 30*5 cm. (Krupp) contra un barco á 7.020 metros. La granada cayó á la izquierda. — El día 16 de Junio rompió fuego la batería de Velasco, al amanecer, con los C, t. r. 12 cm. Hontoria sobre un barco enemigo que se hallaba á 4.000 ra. Hí- zole tres disparos que resultaron cortos y el barco se puso fuera de tiro. — El día I.*' de Julio, á las siete de la tarde, la ba- tería núm. I hizo dos disparos de 15 cm. sobre un bar- co, tipo yacht, que se retiró. — El día 19 de Julio, la batería núm. 4 hizo los siguientes disparos contra el crucero Wicksbourgy á dis- tancias de 6.500 á 7.000 m. Dos de 16 cm. (Hontoria). Tres de 16 > (Ordófiez). El buque se alejó rápidamente de la batería. Por la tarde volvió á ser cañoneado. — El 1 2 de Agosto , á las cinco de la mañana , rom- pieron el fuego las baterías de Velasco y núm. 2 sobre el crucero San Francisco , que aparecía entre la bruma á 4.000 m. ^ ^ . , -, , ( Cuatro de 28 cm. (Krupp). Batería de Velasco.¡ ^ , ^ ^ ^ ^ , ;/ . ^ I Ocho de 12 > t. r. (Hontoria). Batería núm. 2 .. . Uno de 30*6 > (Krupp). El San Francisco fué alcanzado por tres proyectiles de la batería de Velasco y no contestó , sino que huyó rápidamente. yGoogk LA PÉRDIDA DE LA ESCUADRA 133 Marina. Al mando del Capitán de Navio Sr. Marenco, salieron el día 14 de Mayo el Conde de Venadito y el Nueva España, fogueándose contra los caño- neros enemigos y regresando ya de noche á puerto. La idea de esta salida, parece ser que obedecía al intento de obligar á los americanos á sostener el bloqueo con más fuerzas. Volvieron á salir el 10 de Junio, á las ocho y treinta de la mañana, el Conde de Venadito, Nue- va España, Yañez Pinzón y Flecha. Desde lejos les hicieron fuego los cañoneros enemigos á 10.000 metros, sin acercarse, cruzando los nuestros al amparo de las baterías de la plaza y regresando á puerto á la una y treinta minutos. El bloqueo fué forzado por el vapor Santo Do- mingo, al mando del Teniente de Navio D. Carlos Latorre, que salió del puerto de la Habana el 23 de Julio burlando la vigilancia de la escuadra ame- ricana. Fué á Veracruz, embarcó víveres y se di- rigía al Mariel cuando cerca de Bahía Honda avis- tó un crucero americano, por lo cual arrumbó al Oeste y se dirigió á la Coloma, varando frente á yGoogk 184 LA GUERRA HISPANO-AMERICANA Cortés, y allí fué incendiado por un buque ene- migo (I). El Montevideo, al mando del Teniente de Na- vio D. Antonio Gascón y Cubells, forzó el bloqueo el 23 de Junio y se dirigió también á Veracruz. La vida entera de la isla de Cuba estaba pen- diente de la llegada de la escuadra. Con ella, las condiciones de la lucha daban, hasta cierto punto, lugar á la esperanza; sin ella aún quedaba sitio para los ardores de la desesperación; destruida, como lo fué en Santiago de Cuba, la esperanza trocábase en desaliento (2). (r) Nuestro libro El bloqueo y la defensa de las cosías, ha sido traducido al inglés , de orden oñcial, por la Office of Naval Inielligence , de W^ashington. También ha sido traducido el últi- mo capitulo de Barcos, cañones y fusiles. Por cierto que la tra- ducción americana, suprime las consideraciones político-milita- res que dedicamos á los Estados Unidos como instigadores de la guerra separatista , diciendo que no tienen valor histórico. No lo tendrán para el acomodaticio criterio americano, pero el mundo entero está con nuestra opinión , sobre la que hemos de insistir con pruebas en otro libro. En esa traducción , encontramos el dato de que el buque enemigo que apresó é incendió al Santo Domingo, fué el yacht armado en guerra Eagle, Conformes en lo del incendio, pero no hubo tal apresamiento. (2) Idea bien clara del estado de la opinión dan los siguien- tes telegramas, publicados por el Almirante Cervera , en su re- yGoogk ? cp^f'»«ri3íWfi'!íBr*R^-«^«»«'''^ ■'^^ri''*t(g^fj' LA PERDIDA DE LA ESCUADRA 135 Queremos consignar, en comprobación de esas palabras, un fenómeno curioso, que presenciamos más de una vez. Dentro del pueblo, dentro del recinto de la Ha- bana, en todas las clases sociales, hay que confe- sar que teníamos muchos enemigos de opinión y de acción; pues bien, siempre que se iniciaba al- gún tiroteo entre las baterías y los buques blo- queadores, aunque nunca la cosa pasó á mayores por prudencia muy bien calculada del enemigo, nuestros disparos eran saludados por los aplausos de la muchedumbre, entre la cual seguramente ha- bía numerosos enemigos, que en aquellos instantes cíente libro, puesto á la venta, Colección de documentos referen- tes á la escuculra de operaciones de las Antillas^ páginas 98, 99 y loi: El Gobernador General de Cuba (Blanco) al M. de Ultra- mar (R. Girón) (a). Habana ly Mayo i8g8, € ( Descifre V. E. por sí mismo .) — Interrogado por mí Ge- neral Marina si había recibido noticias sobre situación nuestra escuadra, me dice recibido de Puerto Rico telegrama cifrado y reservado manifestando se dirige telegrama á Fort de France diciendo al General de nuestra escuadra se amplían sus ins- trucciones para que , si no puede operar aquí con éxito , pueda regresar Península; y como de acontecer esto, la situación aquí (a) £sie telegrama no lo conoció Cervera hasta mucho después de su vuelu á España. yGoogk 136 LA GUERRA HISPANO-AMERICANA de fijo hubieran visto con placer irse á pique al mejor barco contrario, y es que, el entusiasmo que en los defensores predominaba, se contagiaba á todos los que presenciaron aquel impulso, y el grito de la sangre saltaba entonces momentánea- mente y unía en una sola aspiración las almas : la de vencer ó destruir á los que enfrente teníamos en actitud pasiva, pero amenazante. El mismo en- tusiasmo se notó, por regla general, cuando lle- garon las primeras noticias de salida de la escua- sería de todo punto insostenible y no me sería posible evitar una revolución sangrienta en esta capital y en toda la isla, donde están ya los ánimos extraordinariamente excitados con la tardanza de la escuadra nuestra, ruego á V. E^ me diga si es cierta la citada orden de retirada á la Península, y caso de serlo, medite el Gobierno la gravísima transcendencia de ese acuerdo, que podría ser causa de una página de sangre y de baldón, de- rrumbándose nuestra historia, y de la pérdida definitiva de esta isla y de la honra de España. Si nuestra escuadra es batida, aumentaría aquí la decisión para vencer ó morir; pero si huye, el pánico y la revolución son seguros. > El Gobernador General Puerto Rico (Macías) al M. Ul- tramar (R. Girón) (a). Puerto Rico i8 Mayo i8g8* c Orden vuelta escuadra á Península, hará caer por tierra entusiasmo isla y su espíritu levantado después primer comba- (aj Este telegrama no lo conoció Cervera hasta mucho después de su vuelta á España. y Google TS >> O yGoogk yGoogk "A H Q O OJ Q o P Iz; -o < H < M Q (d < H Q yGoogk Digitized byCjOOQlC N O a O o H 5 a o < Q O H < yGoogk yGoogk o H <; [i] P P B o» < u (M ce p Ui O Ü H Z < O oí H O p pía >< < tí H PC yGoogk yGoogk yGoogk yGoogk < m O < M O tá Oí b] S5 O O H U O. oí H U 1^ (¿ u H O U Si: b] Q u H D yGoogk yGoogk tA PERDIDA DE LA E3CUADRA 1S7 dra de Santiago de Cuba, dándola como victoriosa y salvada (i). Habíase anunciado que la escuadra salía para f> la isla, y confiando en su eficacia, los ánimos reac- cionaron á favor de nuestra causa. La decepción fué terrible. Una de las preocupaciones más grandes de la opinión y acaso del manda, era el problema del abastecimiento, que, tratándose de ciudad que pa- saba de 180.000 almas, representaba pavoroso problema. Los especuladores — de cuyos abusos no queremos ocuparnos por el asco que nos pro- ducen — tenían ocultas grandes existencias, cual se comprobó el día en que se levantó el bloqueo; sin necesidad de que entrase ningim buque, por eacanto empezó a abundar de todo , cuando el día le. Dirán haliitantes, España les abandona y situación puede ser graTÍ^ima, Cumplo deber sagrado manifestfindoselo,» El Mínistro (AuSón) al Comandante deí, «Terror» (Aiard- nim) Y AL DE MAKirJA w. Saniíagu i>e Cuba (h). Madrid ig Mayo iSg8, tSí tuviesen mediüia de comunicar con Almirante nuestra escuadra j maníñéstele que (.jobíerno anula telegrama solire vuelta á España.* (1) Una victoria en el mar, hubiera sido bastante para cam- biar^ en favor de España , el aspecto de la guerra, (aj Este Lele^rama b conoció Cervera eii Santiago de Cuba el día ao. yGoogk 1S8 LA GUERRA HISPANOAMERICANA antes no parecía haber existencias de nada, y los artículos de primera necesidad se pagaban á pre- cios exorbitantes. Las medidas que para cortar esos abusos se tomaron, producían algún efecto momen- táneamente; pero contra ellas, es claro que caben numerosos subterfugios del avaricioso comercio que en parte las anulaban, sobre todo en lo relativo á subsistencia de la población civil, que no puede estar tan atendida como la militar en casos de esta índole. Lanzar fuera de la plaza más de loo.ooo bocas inútiles, no era allí practicable; pues eso, engro- sando la insurrección que nos rodeaba por todos lados, constituiría un conflicto mayor; hay que te- ner en cuenta que la índole especial de aquella guerra, tal como se llevó, había conducido á un es- tado también especial, en el que influía mucho la opinión en todas las decisiones, y esa opinión en la Habana tenía en su masa factores de fuerza efec- tiva. lín tales condiciones, el problema del abasteci- miento era complicado, y como no se notaba que rompieran el bloqueo más que raros barcos, la preocupación avanzaba de día en día. Los víveres que entraron durante el bloqueo, fueron : Digitized byCjOOQlC LA PERDIDA DE LA ESCUADRA 13Í) Especificación de las mercancías. Medicinas Cajas. Sacos. Fardos. Barriles. 1 30 260 768 2.511 > > > > 600 6.227 6.003 836 > 2.736 > 0.402 201 214 22 > > > > > > > > > > 100 > > > > > > » > > > > > 3.000 » > > Levadura Galleta Bacalao Trigo Arroz Maíz Garbanzos Tocino Fríjoles Tasajo Harina Café Patatas Lentejas yGoogk 140 LA GUERRA HISPANOAMERICANA Víveres llegados á la Habana y vapore! VAPORES Villa verde Reina María Cristina, Chateaux Lafítte . . . . Santo Domingo., Franklin. . Régulus , , . Franklin.. . Montserrat. PUERTO k QUE LLEGARON Batabanó. Cienfuegos. Nuevitas. PROCEDENCIA DE LA CARGA Fué cañoneado é in- cendiado por el ene- migo frente á la Co* loma(P. del Río).. De México, por cuenta d la Junta patriótica d aquella República.. De la Península, por cuet ta del Estado . . . De México, por cuenta d la Junta patriótica d aquella República. De México, por cuenta di Estado Caibarién. Isabela de Sa'gua.. Caibarién. ,...,.. Matanzas . 1 De México, por cuenta c r la Junta patriótica c ( aquella República.. De Halifax, por cuenta d Estado j De México, por cuenta ( í la Junta patriótica ( ( aquella República, j De la Península, por cue I ta del Estado. .. Nota. Procedentes de cargamentos de algunas pequeñas goletas 11< adquirió la Administración Militar en su mayor parte, si bien el total Digitized byCjOOQlC l.A PKRDIDA DE LA ESCUADRA 111 que los importaron rompiendo el bloqueo. de FECHA llegada al puerto. FECHA de Ikf adA de las oiercAndu á la Hahan*. NACIONALIDAD DEL VAPOR Pia. Mes. Adú. Día. Mes, Add, 24 Junio. 1898 30 Junio. 1898 E^ peinóla. n ídem. 1898 2 julio* 1898 Ídem. ' !7 ídem. 1898 17 ídem. 1898 Francesa* 1 Julio, 1898 18 Idetn, 1898 Española. h ídem. 1898 26 Ídem, 1898 Noruega. 1 10 Ídem, 1898 3 Agosto. 1898 Inglesa, ,31 Ídem. 1898 11 ídem. 1898 Noruega. 29 ídem, 1898 12 ídem. 1898 Española, ífas á Ba tábano, entraron li^ encasa importancia. también cu h Habana algunos artículos que yGoogk 142 LA GUERRA HISPANO- AMERICAN A La cantidad es, según se ve, insignificante tra- tándose de tan populosa ciudad. Por eso, repetimos, la llegada de la escuadra era esperanza de un cambio completo en el siste- ma de bloqueo, que permitiera la entrada de ví- veres. Así fué, que la noticia de que había sido des- truida, cayó como una bomba entre los que con- fiaban mucho en nuestros buques, y se recreaban soñando con las hazañas de nuestros destróyeres. No por ello se abatió el espíritu del ejército. Había verdadero deseo de pelea. Entré los artille- ros , se hablaba con fruición del combate de las ba- terías contra la escuadra americana, de las ense- ñanzas técnicas que habría de producir aquel caso práctico en un asunto en que tanto se teoriza, y ese mismo impulso predominaba en las demás Ar- mas y Cuerpos, que llevaban mucho tiempo de ser- vicio penoso día y noche, siempre en acecho, cuya única compensación hubiera sido el' encuentro con aquel enemigo , que tantos años había permanecido en la sombra, cual fantasma impalpable, y que en aquellos momentos ¡también iba á evaporarse, des- pués de destruirnos sin gloria ni lucha! Comprueban asimismo ese buen espíritu, los telegramas cruzados entonces, que no hace muchos yGoogk LA PERDIDA DE LA ESCUADRA H3 meses fueron publicados por numerosos periódi- cos de Madrid, de provincias y del extranjero, y que, por lo tanto » son conocidos de la pública opi- nión. Invocábase desde allí, que el ejército estaba in* tacto y dispuesto á sacrificarse por la patria, con- servaba excelente espíritu y era poco propicio á la paz, deseando, al contrario, la guerra para dis- putar al enemigo una tierra que hacía tantos años conservaba á costa de su sangre. Se contestaba desde la Península, que era inútil toda resistencia^ salvado ya el honor de las armas; que no condu- ciría á otro resultado que á rendirse por falta de municiones y víveres ^ ya que el trabajo del enemi- go sólo se reduciría á persistir en el bloqueo; que era inútil sostenerse en aquella tierra ingrata , que se hacía odiosa al pretender separarse de la madre patria y que nos repelía; que al doíor por abando- narla debía anteponerse la ruina y desolación que esa funesta persistencia y ciego suicidio acarrearía á nuestra desventurada Nación, que clamaba por una paz honrosa que aún era posible alcanzar^ así que no se esperaba que el ejército dejase de obe- decer y someterse á las decisiones del Gobierno. Enorme tortura debió sufrir el General Blanco en esos días, cuando, después de consultar con los yGoogk .,iti 144 LA GUERRA HISPANO-AMERICANA Generales que en la Habana pudieron reunirse (i), persistió en que la opinión estaba por la continua- ción de la guerra, porque el honor de las armas exigía más sacrificios; pero que, por de contado, las órdenes del Gobierno serían acatadas y obede- cidas. Después hiciéronse desde aquí indicaciones, de que los americanos estrecharían el bloqueo, bombardearían las ciudades impunemente, atacan- do al propio tiempo á Puerto Rico, Canarias, Ba- leares y puertos de la Península, y ayudados por los indios conseguirían dominar las Filipinas y has- ta alterar el orden en el interior de la Nación, por lo cual era deber de todo Gobierno evitar esos ma- (i) Los Generales que se reunieron en la Habana fueron^ Generales de División D. Julián González Parrado , D. Juan Arólas y Esplugues, D. Francisco Fernández Bernal y D. Er- nesto Aguirre de Bengoa; Generales de Brigada D. Pablo Gon- zález del Corral , D. Luis Valderrama y Rodríguez , D. Jorge Garrich y Alio, D. Enrique Solano y Llanderal, D. Calixto Rniz y Ortega, D. Vicente Gómez de Ruberte, D. Cándido Hernández de Velasco, D. Luis Molina Olivera, D. Andrés Maroto y Alba , D. Santiago Díaz de Ceballos, D. Julio Fuen- tes y Forner, D. José Marina Vega , D. Juan Tejeda y Valcra y D. Ramiro de Bruna y García Suelto; Inspector de Sanidad D. Cristóbal Mas y Bounebal; Intendente militar D. Victoriano Araujo y Paredela. La mayor parte de los que tenían mando en la plaza y en su provincia y limítrofes de Matanzas y Pinar del Río. yGoogk LA PÉRUIDA DE LA ESCUADRA Uñ les poniendo término á la lucha desigual y desastro- sa, pues de otro modo, rendida Cuba por hambre, perdida Manila, rendido Santiago, perdido Puerto Rico, bombardeadas las poblaciones de nuestro li- toral, la paz sería imposible y todo habría acabado. Estas incertidumbres vinieron á tener fin, con la orden general del 21 de Agosto de 1898, en el Cuartel general de la Habana: ítEl Excmo. Sr, Ministro de la Guerra, en telegra- ma de ayer^ me dice entre otras cosas lo siguiente: «La Reina y el Gobierno, enterados por sus des- pachos de 9, 14 y 17 de Julio y 14 del corriente del levantado espíritu de ese sufrido ejército, confían en absoluto en la constancia de sus esclarecidas virtudes militares, para que ayude á los poderes piíb lieos á rea- lizar sus propósitos en bien de la patria, que no ha de economizarles su reconocimiento». Lo que he dispuesto se publique en la orden gene- ral del Ejército para su conocimiento y satisfacción* — Blanco, » Complemento de ella son las dos alocuciones siguientes, publicadas en edición extraordinaria de la Gaceta de ia Habanat Td»o ni yGoogk 146 LA GUERRA HISPANO- AMERICAN A Alocución. GOBIERNO GENERAL DE LA ISLA DE CUBA. Don Ramón Blanco y Eren as, Marqués de PeSa Plata, Go- bernador GENERAL, CAPITÁN GENERAL Y GeNERAL EN JeFE DEL Ejército de esta isla. HABITANTES DE LA ISLA DE CUBA. No siempre al valor acompaña la fortuna. La es- cuadra española , mandada por el Contralmirante Cer- vera, acaba de realizar el acto de heroísmo más grande quizás que registran los anales de la Marina en el pre- sente siglo. Combatiendo contra triplicadas fuerzas americanas, ha sucumbido gloriosamente en los mo- mentos en que la considerábamos salvada del peligro que la amenazaba dentro del puerto de Santiago de Cuba. £1 golpe es rudo; pero sería impropio de pechos españoles desmayar siquiera ante ese contratiempo, por grave que parezca. Debemos demostrar, por el contrario, al mundo que no decae nuestro ánimo ante los reveses , y que te- nemos alientos para mirar tranquilos las adversidades y luchar contra ellas hasta vencerlas. Fuerzas nos sobran para defender nuestra justa causa y sacar triunfante nuestro derecho, si unidos to- dos en el sagrado amor á la patria, la consagramos vi- das y haciendas. En la adversidad se acrisolan las virtudes de los pueblos; demos pruebas patentes de que en el pueblo Digitized byCjOOQlC LA PERDIDA DE LA ESCUADRA UT español se atesoran todas; y firmes y resueltos ante el peligro , confiemos en Dios y en nuestro derecho para sacar incólume el honor y la integridad de la patria. Así lo espero de vosotros, dispuesto á vencer ó mo* rir á vuestro frente por la honra de España y la integri- dad del suelo patrio. Habana 5 de Julio de 1898.— Vuestro Gobernador general, Ramón Blanco. -GOBIERNO GENERAL DE LA ISLA DE CUBA. HABITAKTES DE LA ISLA. Resuelto por el Gobierno de S. M. el ajustar la paz con los Estados Unidos, considero terminada mi mi- sión en este país y solicito mi relevo: difícilmente po- dría preparar vuestros ánimos á una solución pacífica en la actual contienda, quien en día no lejano 05 exci- tó á sostener la guerra á todo trance. Vine á esta isla, como todos sabéis, en circunstan- cias bien críticas , sin arredrarme las dificultades que presentía, animado por la esperanza de pacificarla y salvarla para España con el concurso de todos los par- tidos, sin otro ideal ni mus ambición que los de pres> tar un servicio á mi patria , á la que tan ferviente culto profeso» La falta de fe y la desconfianza en los unos , los prejuicios y los errores de otros, fueron insuperable remora al logro de mis aspiraciones; pero d pesar de lan graves dificultades, no estuvo quizás lejano el día en que pudieron verse realizados tan halagüeños pro* pósitos. No convenía, sin embargo, á los enemigos de yGoogk U8 LA GUERRA HISPANO-AMERICANA nuestra raza y de nuestra dominación en América la realización de tan nobles y humanitarios deseos, y arrojando de una vez la máscara con que venían encu- briendo sus ambiciosos proyectos, nos declararon abier- tamente la guerra más injusta que registran los anales de la Historia, cuando sólo motivos de gratitud podían abrigar para una nación de la que tantas pruebas de consideración y amistad habían en todo tiempo reci- bido. Tuvimos, pues, que aceptarla lucha en los mo- mentos en que menos podíamos esperarla y en condi- ciones, por lo tanto, muy desfavorables, no obstante las cuales, hemos sostenido la campaña con vigor, con- servando casi por completo el territorio de la isla y disponemos de un Ejército aguerrido, ganoso de gloria, que ha dejado sentir ya á los invasores el peso de nues- tras armas , y á cuyo frente me proponía seguir dispu- tándoles palmo á palmo la tierra que con tanto valor y á costa de tanta sangre veníamos hace largos años defendiendo. El Gobierno de la nación , inspirado seguramente en los altos intereses de la patria y deseoso de asegu- rar también vuestros propios intereses y los de las de- más colonias, cree llegado el caso de hacer la paz, y deber nuestro es secundarle lealmente en sus propósi- tos; pero no puedo ser yo, ciertamente, el llamado á realizar una política que se aviene mal con mis anterio- res declaraciones, con mis actos y mis convicciones de siempre, viéndome obligado á separarme de vos- otros, con harto sentimiento, en momentos penosos y difíciles como son los actuales. yGoogk i Í-A PEklJlÜA DE LA ESCUADRA Uíl No lo haré, sin embargo ^ cuando ese caso ilegue, sin recomendaros la calma y la prudencia , tan necesa- rias para sacar á salvo los legítimos intereses de Espa- ña en Cuba, que representan el fruto de vuestro trabajo y que podrían correr peligro sin la serenidad y la dis- creción que tan graves circunstancias imponen. Al aconsejaros asf, cree prestar el último y más desinteresado servicio al pueblo de Cuba, y especial- mente al de la Habana j vuestro Gobernador general, Mamón Blanco. ^\l^h2Xi2i iz de Agosto de 1898, El día 16 de Agosto recibió La Lucha un ca- blegrama que decía: ^Nueva-Yúrk 14 Agosto i8g8, A las cuatro y media del día 1 2 del actual se firmó el protocolo de la paz entre España y los Estados* Unidos. Por el primer capítulo^ España renuncia á sus dere- chos de soberanía sobre Cuba. Por el segundo^ cede á los Estados-Unidos la isla de Puerto Rico, Por el tercero se estipula que Manila será ocupada mibtarmente por los americanos hasta que se den por cumplidas las condiciones del tratado de pa¿. Por el cuarto, se acuerda nombrar comisionados dentro de diez días , debiendo reunirse en el término de treinta en las ciudades de la Habana y San Juan de Puerto Rico. Estos comisionados acordarán los deta- lles referentes á la ejecución del tratado de paz. Por el quinto las partes contratantes nombrarán á Digitized byCjOOQlC 150 LA GUERRA HISPANO-AMERICANA lo menos cinco comisionados que se reunirán en París antes del próximo mes de Octubre para redactar el tra- tado de paz deñnitivo. Por el sexto, se suspenden todas las hostilidades y se acuerda comunicar inmediatamente la suspensión á los Jefes de las fuerzas beligerantes. » ¡Así concluyeron cuatro siglos de dominación en Cuba, donde dejamos torrentes de sangre, muestras de enorme trabajo y una civilización exuberante y rica! Lo que sucedió después, los días de tristeza que ocurrieron en la Habana, pactada la paz hasta la completa evacuación, no fueroii por nosotros presenciados : por eso no nos metemos á trazar la impresión que nos produjeron. Acaso lo hagamos más adelante, cuando pueda hablarse con mayor libertad y tengamos datos completos para llenar ese y otros claros de que forzosamente tiene que adolecer la narración, que hemos emprendido con el buen deseo de que, andando el tiempo, el ver- dadero concepto de las cosas no quede por com- pleto borrado. yGoogk CAPITULO VIL Deducciones y conclusiones. Op¡DLone*i y consejes^ — ¿La ley de lo= débiles padrá ier la. fuerzaí^La guerra híspAiio-amerícaíia-áep^a^ratisU y la anglo-bocr.^Elstructura de l«s übras, — Orgnn ilación de las batcríai.— Calibita.— Vulntíatiilídad de ios barcosn— El DiAado.— ¡Espei^n^as! Dos años se tardó en poner la Habana en con- diciones de defensa j y eso que allí se trabajó con la mayor actividad, disponiendo, casi siempre, de dinero abundante y de cañones con antelación construidos, caso que no suele presentarse frecuen- temente en la práctica de las obras de g^uerra de nuestra patria, donde las intermitencias y las va- riaciones de criterio son cosa corriente- De ahí se deduce, que no puede soñarse en defender una plaza después de tener encima el peligro. Es esta una verdad inconcusa, que no á todos les cabe en la mollera- Hay que convencer, á los que no tie- nen obligación de saberlo, de que la guerra exige larga preparación durante la paz. Sí así no se hace, luego vendrán los atropellos, y ias cosas que se yGoogk 152 . LA GUERRA HISPANO- AMERICANA realicen irán mal, llegarán tarde y costarán mayo- res sacrificios. Tampoco resulta expediente de economía no hacer las defensas en tiempo de paz. La experien- cia demuestra, que, cuando los conflictos estallan, la opinión no razona, se impone, se olvida de los reparos que en época normal la obsesionan, y en- tonces, comerciantes y políticos, pueblo y gobier- no, piden defensas, protección de intereses, y se gastan y malgastan tesoros, á ojos cerrados, en compras de material de guerra de desecho, para perder al fin dinero, territorio y honra. Ahí está el ejemplo de lo ocurrido á fines del siglo pasado en nuestra lucha contra Inglaterra. Ahí está lo recientemente sucedido en nuestra con- tienda con los Estados-Unidos. Esas derrotas sólo dependieron de falta de preparación para la gue- rra, porque hay que convenir que, en nuestros desastres, el elemento combatiente lo ha hecho bien y no es responsable. Ha peleado con denue- do; ha dado su sangre ante el hierro enemigo y su salud y vida en tributo á crueles enfermedades; ha sido modelo de sufrimiento, de sobriedad, de cons- tancia y disciplina, pero no le ayudaban los ele- mentos de combate, faltaban esos elementos, entre los que se encuentra el entusiasmo político-social Digitized byCjOOQlC DEDUCCIONES V CONa.USIONES J63 por la causa que se defiende, y el concepto y la competencia del mando, que, por sucesivo escalo- namiento, de ellos nace. Esa falta de estudio y preparación y de ele- mentos de combate, fueron las causas principales de que la guerra adquiriese el aspecto desastroso que desde luego tomó para España (i). Suponien- do que el bloqueo hubiera podido prolongarse in- definidamente, como el enemigo era dueño del mar, hubiera habido que ceder al fin; pero una nación como los Estados-Unidos, que tuvo la arro- gancia de dar un plazo de sesenta horas para con- testar aceptando la evacuación de Cuba, ¿hubiera podido limitarse á continuar el bloqueo meses y meses, sin emprender una acción decisiva en tierra contra el ejército y contra las plazas de costa: No es de creer, y tampoco lo hubiera permitido el es- tado de la opinión pública norteamericana, con- vencida de que la superioridad de' los Estados- Unidos sobre España era aplastante. Y para todos esos eventos, ¿no son factor de primer orden las plazas de guerra, las escuadras, ¿os elementos de combaten (i) El gran estratego Clausewit^ dice: A la gu^rrf toufé es i iimph t milis ct simpU ia ist difjidk. yGoogk 164 LA GUERRA HISPANOAMERICANA Ya no cabe el subterfugio de decir, que las na- ciones pequ^as no pueden intentar ser naciones agresoras, fuertes y hasta vencedoras. El perfec- cionamiento de las armas, de esos elementos de combate á que nos venimos refiriendo, reserva muchas sorpresas en las guerras del porvenir, y puede asegurarse que será más fuerte aquel que se haya preocupado más de serlo, aquel que esté mejor preparado en la paz para la guerra, princi- pio que empezó á vislumbrarse el año 70. Un ejemplo de actualidad ofrece la campaña anglo-boer. Podrán tal vez, á fuerza de tiempo y sa- crificios, quedar por amos los ingleses; mas, por de pronto, nadie les quitará el sambenito de las enor- mes derrotas sufridas, por falta de elementos de combate, por haberse demostrado que los boers, preparándose con tiempo, calma y método, en la paz para la guerra, estaban mejor organizados, me- jor dispuestos, mejor mandados. Y á propósito de esa campaña, creemos pertinente decir algo que sea á modo de comparación entre los casos á que da lugar y los de la contienda hispano-ame- ricana separatista. Tres años luchó nuestra nación contra los insurrectos de Cuba, y contra los Esta- dos-Unidos, que, en la forma peor, en forma di- simulada, constituían con ellos un conjunto har- yGoogk DEDUCCIONES Y CONCLUSIONES 1&5 mónico en la preparación y en la acción ofen- siva (i). Más aún, ahora se demuestra sin lugar á duda, que también teníamos enfrente á Inglaterra, en términos bastante activos. Es triste que la pers- picacia de nuestros estadistas no descubriera cla- ramente lo que en estos momentos confiesa el mis- mo Chamberiain (2). Por manera que el ejército español, sostuvo tres años guerra contra un país entero insurreccio- nado y disimuladamente contra los Estados -Uni- dos; y, sin embargo, aquella lucha iba ya vencida, por cuanto éstos tuvieron que desenmascararse, y ponerse abiertamente en agresión, y ana buscaron (i) Recomendamos k lectura del Apéndict II, que va al final, (z) De El Impardal: « Londris i^ Didembrc gg. — Chambeiiain y España. — Et pá* rrafo textual del discurso pronunciado en Leice^ter por Cham- beriain ^ en la parte referente á España, dice asíi cNo ignoro que hace ya tiempo existió animosidad enltc los Estados-Unidos é Inglaterra; pero ese sentimiento obedecía á diversas causas, en las cuales no tengo para qué tajarme. Además, esas causas las disipamos el año pasado, cuando de- mostramos á los Estados-Unidos Las simpatías que nos inspira- ban en la gran guerra que habían euíprendido en favor de la civilizacíónj guerra de la justicia contra la opresión. > Deber nuestro es protestar contra esas til timas frasea. No por estar caídos debe insultársenos,.,» yGoogk 156 LA GUERRA HISPANOAMERICANA y obtuvieron quien les guardase la espalda. Hoy, la lucha de un poderoso tan temido como el impe- rio británico, contra un enemigo más modesto y reducido, sin aniquilarle, al contrario, sufriendo reveses, da medida de lo que son las guerras con- tra quien es dueño del suelo y del alma del país en que se combate. Preséntase al propio tiempo en el campo de la práctica de la guerra, otro tema en litigio: ¿Qué es mejor, el soldado profesional ó el soldado regular con m^tios profesión? En otros términos: ¿qué vale más, tener menos soldados, voluntarios, viejos, profesionales , ó mayor número de soldados )io tan veteranos y pero en proporción adecuada para que á cada profesional se le puedan poner enfrente tres ó cuatro hombres? (i). La Army and Navy Gazette plantea esa cues- tión con motivo de lo que está ocurriendo á los ingleses, posesores del soldado voluntario, del soldado profesional. En el resto de Europa, las potencias militares se inclinan al soldado regular, al servicio militar obligatorio , al pase gradual de todo ciudadano por la milicia. (i) Entiéndase que no nos referimos á los Oficiales y Sub- oficiales, que de día en día necesitan mayor preparación. yGoogk DEDUCCIONES V CONCLUSIÜNES Cambian los tiempos y con ellos la condición social de las cosas. El soldado profesional resulta hoy en baja. Es menos soMado que el soldado simple y exig^e más^ cuesta más, vive con ipás re- calo y está lleno de alifafes. No quiere decir eso que se desdeñe la instruc- ción en el soldado, sino la profesión, el hábito, la permanencia constante en el Ejército como oficio ó medio de vivir. En lo que toca á la instrucción, cada vez se va exigiendo mayor, pero ella depende de un buen cuerpo de Oficiales y de tener el ejérci- to mandado por quien sepa formar su espíritu, para lo cual también es necesario que el pueblo y el ejército se compenetren y se quieran: por lo de- más, líegan á tanto las exigencias de las armas mo- dernas, que se asegura que ya se piensa en que la moderna artillería de campaña de tiro rápido, obli- gará á aumentar el tecnicismo de ¡os que la ma- nejen en el combate , habiéndose pronunciado la palabra de que será necesario servir esos cañones- máquinas con Oficiales y Suboficiales. Mas al pro- pio tiempo, resulta en favor de la resolución del problema, que cuanto más se convierte en máqui- na el instrumento de guerra, menos hombres exi- ge para su empleo. \ yGoogk Id8 LA GUEkRA HISPANO- AMERICAN A Al recorrer in mente los sucesos que con la plaza de la Habana se rozan, adquiérese triste evi- dencia de la inconstancia que caracteriza la historia militar de España. Es el juego del tira y afloja. Unas veces encontramos apresuramientos en favor de la defensa; otras, decae hasta rayar en los lin- deros del desprecio, cuanto se refiere á fomento de los recursos militares. Y es natural, por ese proce- dimiento, no es posible que ningún pueblo llegue á ser grande, puesto que la labor de sus hombres, se reduce á destruir en un período de tiempo lo que crearon en otro. Si ese sistema persiste; si después de las pér- didas sufridas no se piensa en robustecer las insti- tuciones armadas y la defensa del país, llegará pronto el instante en que nuevos desmembramien- tos pongan fin á nuestra nacionalidad (i). Lo que pueden las plazas de guerra, en bien de la conservación del poderío de un pueblo, de- mostrado queda sacando á cuento lo ocurrido en (i) Al concluirse la impresión de este tomo, llega á nuestras manos un libro notable. Titúlase Inglaterra ^ señora del mundo, y es su autor el Capitán de Ingenieros D. Ricardo Martínez Unciti , que desarrolla el tema con inmensos datos y gran pers- picacia. Ese libro merece ser muy leído y meditado por los que se preocupen del porvenir de nuestra patria. yGoogk DEDUCCIONES Y CONGJ.USIONES IfiP la Habana. Es imposible que en los momentos ac- tuales» un Estado que tenga fronteras marítima^* pueda considerarse libre y constituido sin poseer bien defendido su litoral , preparando en la paz los elementos de la guerra. Son actualmente éstos tan terribles en sus efectos, que las naciones débiles tendrán en ellos una garantía de su independen- cia, porque la decisión y la preparación detendrán la audacia de los fuertes. I..as ventajas que se obtienen simplificando los tramites de los estudios de defensa, se demuestran de un modo claro con lo ocurrido en la plaza de la Habana. Hubo un hombre que quiso defenderla, y surgió la defensa, que no había podido resultar con medio siglo de largos estudios y expedientes pro- lijos. No nos parece necesario insistir acerca de esto, y entramos á enunciar otras conclusiones de orden menos general. Estructura de las obras. La plaza de la Habana, representa el más com- pleto tipo de organización defensiva que España puede mostrar en los tiempos modernos. Por eso mismo debe servir de enseñanza, como caso prác- tico y de estudio. Digitized byCjOOQlC t 160 LA GUERRA HISPANO-AMERICANA En lo que á la situación de las obras de defensa marítima se refiere, cabe, bajo ese punto de vista, hacer algunas deducciones, producto de la propia observación y síntesis del criterio de personas com- petentes que las visitaron (i). Hay que convenir en que allí se trabajó mucho y bien, aunque con criterio ^casi impuesto por el número y clase de los cañones de que se disponía. La situación baja de las baterías, principalmen- te á sotavento, era excesiva. Las cotas máe eleva- das convienen tanto en la lucha, que creemos útil sacrificar á ellas algo la acción ofensiva, si es ne- cesario , retrasando las obras en busca de mayores altitudes, si las hay, aunque se pierdan algunos cientos de metros de alcance sobre el mar. Otra tendencia que ha venido prevaleciendo durante mucho tiempo, es la de instalar los caño- nes de mayor poder en la boca ó cerca de la boca de los puertos, y los de mediano calibre hacia los (i) Los agregados extranjeros que visitaron las obras de defensa de la Habana, fueron: Coronel de Estado Mayor Giliusky (ruso). Capitán de la Armada, Ponkoisneff (ruso). Mayor de Ingenieros, Leversson (inglés). Capitán de Artillería, Bens (sueco). Además entraron durante el bloqueo varios buques de gue- rra ingleses , franceses , austriacos , alemanes é italianos. yGoogk DEDUCCIONES Y CONCLUSIONES 161 flancos, restringiéndose el apartar mucho la de- fensa de la boca. En el caso práctico á que nos venimos refiriendo no se hizo así, con muy buen acuerdo, y se demostró que ese sistema obligaba al enemigo á separar mucho la distancia de blo- queo y á intentar operaciones por tierra. De ha- berse entablado el combate, la escuadra america- na, antes de batir la entrada, hubiera tenido que reducir las baterías números 2,3, Velasco y Santa Clara, de gruesos cañones. La acción defensiva es necesario extenderla á los dos lados de la boca en la amplitud necesaria. Aún era poca la que en la Habana se desarrollaba; á barlovento, se ve bien claro en el plano general que faltaba otra batería, pues las zonas marítimas frente á Cojímar queda- ban sin fuegos. Bien lo comprendieron á los pocos días del bloqueo los buques enemigos, que se me- tían hacia aquel lado, con verdadera y descarada impunidad. En caso de combate, es probable que aprovechando esa circunstancia, lo hubieran inicia- do por allí, para ir batiendo la obra núm. i , luego la núm. 2, y evitar exponerse á fuegos convergen- tes de varias baterías, reconcentrándolos ellos so- bre una determinada. Es de notar que se colocaron los cañones de que se disponía; de haber tenido mayor número hubiérase construido otra batería Tomo III ix yGoogk 162 LA GUERRA HISPANO-AM£RICANA más á barlovento, en cota de 20 metros para arri- ba, según el plan primitivo trazaba (i). Los altos relieves de los traveses son muy per- judiciales, porque desde alta mar, por mucho que se disimulen, forman siluetas geométricas denun- ciadoras de la situación de los cañones (2). Los traveses entre pieza y pieza que á la vez sirven de repuestos, dan á la obra un frente excesivo que dificulta el mando en fuego para la corrección del tiro. No dejará de ser útil citar algunas opiniones acerca de este asuntó. « Las cañoneras en los parapetos disminuyen (i) En el proyecto de defensa del hoy General Cerero, á que al principio nos hemos referido , figuraba esta obra. (2) Algunas de las fotografías de las obras, que van con este libro, dan idea del excesivo relieve de los repuestos. Prin- cipalmente las de Santa Clara y Velasco, adolecían de este de- fecto antiguo; ya se ha dicho que su construcción databa del conflicto de las Carolinas la primera , y del Virginius la segun- da. En la de Velasco , para subsanar ese inconveniente reunie- ron los ingenieros de dos en dos los repuestos, rellenando de tierra el espacio que antes habían ocupado las piezas Parrot, quedando así fuertes traveses, pero el aspecto exterior no podía modificarse. En Santa Clara también se disimuló todo lo que se podía el alto relieve. Acerca de él habían hecho indicaciones, los capitanes que mandaron aquellas obras en tiempo de paz en escuelas prácticas , entre otros , D. Francisco Cerón y D. Adol- fo Martínez Jurado. yGoogk DEDUCCIONES ¥ CONCLUSIONES 16a h protección de éstos y reducen el campo de tiro; de otra parte, sirven de magnífica referencia al adversario.» (Teniente Coronel austro-húngaro von Leithner, La foriificacim permanente y la guerra de sitios.) El Coronel de Ingenieros ruso, Welitschko «hacía las cañonera,^ como si fuera artillero y no ingeniero.» (Von Leithner, n.^ entrega de 1S90 del Miítheihmgai über Gegemtámie des Artilkrie und Gente WessettsJ «Los traveses, salvo alguno que otro de tos flancos, se rebajan al nivel de la cresta. * (Nmiveau manuel de fortification permanente, par un Officier superieur du Genie frangais, 1S95.) « Loa traveses de los frentes de cabeza no pue* den sobresalir de la línea de fuego, porque su si- lueta denuncia de lejos la obra y facilita mucho la corrección del tiro de la artillería enemiga. » (Guia para la enseñanza de la fúriificacion permanefüe, por el Mayor General de Ingenieros austro-húngaro von Brunner, 1896.) íf En Alemania inmediatamente después de la guerra, las instalaciones de los terraplenes fueron transformadas conforme á las ideas modernas (re- bajamiento de los altos traveses).» (Von Leithner.) « Bases de la fortificación moderna: i.^ La in- yGoogk 164 LA GUERRA HISPANO-AMERICANA troducción de los morteros rayados y del tiro curvo con granada de metralla ha hecho impositrfe que la artillería gruesa de la defensa se mantenga en sus actuales emplazamientos de combate, princi- palmente sobre terraplenes claramente visibles, de perfil elevado y provistos de traveses 2.* El mis- mo efecto produce la adopción de los proyectiles- torpedos. T* (Von Leithner, 1894,) Los repuestos, se ve en la práctica del servi- cio cuánto conviene que estén enterrados, bajo las explanadas ó un poco retrasados, subiendo los pro- yectiles con montacargas. Pero ese sistema, que algún agregado extranjero señalaba, hay que ver que necesita mucho tiempo y trabajo para cons- truir y allí lo que abundaba era la prisa. En las nuevas baterías, el relieve de los re- puestos era mucho menor, y en algunas resultaban en parte enterrados. De haberse dispuesto de más tiempo , de fijo que hubieran sido la mayoría ente- rrados del todo. En las baterías de obuses, que el Teniente de Navio M. Degouy aconseja colocar de ^2.000 á 1.600 m. de la línea de fondos de 3*50 m., para preservarlas del tiro de los cruceros rápidos, es también conveniente no desparramar las piezas, porque su mayor eficacia se ha de conseguir con yGoogk DEDUCCIONES Y CONCLUSIONES IOS el tiro por salvas^ con puntería preparada ^ y para esta clase de tiro, cada sección debe corregir su salva por el efecto de la anterior, rápidamente (i). Los cañones de tiro rápido de pequeño calibre destinados al flanqueo y contra las sorpresas, no deben instalarse en torrecillas visibles desde el mar, en los flancos de las baterías mismas, porque servirán de excelentes referencias al enemigo para localizar la situación de las piezas. Pueden poner- se en los intervalos, fuera de las obras principales. El municionamiento en fuego resulta problema dificilísimo. Para cuanto se relacione con cl^ como por ejemplo, salidas de los repuestos á las expla- nadas, corredores de comunicación, elevadores, distribución de locales, luz, etc., debe darse parti- cipación oficial en los anteproyectos y proyectos, al Cuerpo de Artillería, teniendo sus observaciones el mismo efeqto que el que en el tanteo de armamen- to se le otorga, porque nadie mejor que los que han de sufrir el fuego en las explanadas y estar dentro de los repuestos llenando el servicio, puede hacerse cargo de las exigencias del mismo. (i) La batería nüin. 3 (lámimt /.* bis) ofrícfa excesiva se^ pa ración entre las dos secciones de obuses de derecha é izquier- da de los cationes de 30*5* Estos oUuses^ acaíío conviniera que hubiesen ocupado agrupados una sok batería* yGoogk ^ ^ ■ ■ ^^^^W^ Bfmifsn^fr- 166 LA GUERRA HISPANO-AMERICANA Y á propósito de corredores de comunicación entre los repuestos y las explanadas, parece más conveniente ponerlos á retaguardia que á vanguar- dia, entre el través y el parapeto, porque siendo esta la parte más expuesta, se corre el riesgo de que se obstruyan y entonces se dificultaría el ser- vicio en fuego. Organización de las oleras. La distribución dada al personal en la plaza de la Habana, debe ser muy tenida en cuenta por los artilleros. Allí, sobre el terreno, prácticamente, pu- dieron notarse las verdaderas necesidades del ser- vicio y á ellas se amoldó el criterio del Comandan- te General del Cuerpo. Nuestra artillería de costa y plaza reclama ra- dical transformación. El tecnicismo aumenta de un modo prodigioso en las fases todas del servicio principal y de los servicios accesorios indispensa bles, de los que depende el aprovechamiento en fuego de las piezas. Una plaza debe dividirse en zonas, completando en cada una los servicios de fuego y municionamiento. Cada zona, en obras, con jefe propio. Las obras, en baterías, con el nú-' mero de Capitanes y Oficiales técnicos necesarios, Digitized byCjOOQlC DEDUCCIONES V COSCLUSU.tNt^ W proporcional al de cañones » teniendo en cuenta que las grandes piezas necesitan cada mía un Ofi- cial facultativo para el servicio en fuego. Esencialísimo es el sistema telemétrico, pero en nuestra opinión, ese servicio debe ser propio de cada obra, con independencia de las demás; es decir, que cada obra ha de dasíarst- á sé misma, sin perjuicio de que el Comandante de Artillería de la plaza disponga de la red general telemétrica, telegráfica y telefónica para dirigir los rasgos esen- ciales del combate, no coartando por eso \wu facul- tad de tirar de los jefes de obra (i). Éstos, deben dominar bien todas sus piezas^ y para ello es necesario que se sitúen en im pues- tú de combate, que abarque el conjunto, y desde él por teléfono y á la voz, si es posible, dar órdenes. En la batería de Santa Clara, el jefe de obra don Manuel Tapia Ruano , autor de un notable sistema telemétrico , pidió y obtuvo la construcción de una torre de madera para ejercer el mando, situándose en ella á manera que en el puente de tm buque se coloca el Capitán que dirige la nave. (i) Asi se quiso hacer en la plaza de la Habana, pero no áe disponía más que de cuatro aparatos Salmoiraghy de base vertical: hubo necesidad de agrupar las baterías con los obser- vatorios en forma obligada. (Véase el Apéndict L) yGoogk ^T^ 168 LA GUERRA HISPANO- AMERICAN A Y acerca de esto parécenos oportuno reprodu- cir lo que sigue : « Los observatorios acorazados de la obra , se- rán bien pronto destruidos por el bombardeo ge- neral, y entonces el fuerte perderá sus ojos. Si la cubierta acorazada del observatorio presenta resis- tencia bastante contra los impactos, ello no será obstáculo para que la observación resulte bien pronto imposible, porque los órganos de rotación serán destruidos y el cemento de los revestimientos caerá y cegará momentáneamente la cañonera del observatorio; tampoco se puede esperar que la delicadeza de los anteojos resista las violentas sa- cudidas producidas por las explosiones de los pro- yectiles, y la atmósfera interior resultará de tal modo viciada por los gases deletéreos, que será imposible permanecer dentro del observatorio. La observación no podrá hacerse si el observatorio no puede funcionar. Acaso sea mejor colocar los ob- servatorios fuera de las obras. » (Principios del ata- que de plazas, por el Mayor de la Artillería austro- húngara von Rehm, 1898.) La solución que propone von Rhem nos parece práctica. Fuera de la obra, disimulados, si es posi- J^le, por la vegetación ó el terreno, deben colocarse los observatorios. Un modelo de ellos, muy racio- yGoogk DEDUCCIONES Y CONCLUSlONEÍÍ Ifiíi nal y seguro, fué instalado para la línea de torpe- dos de la boca del puerto de la Habana. Resultaba completamente enterrado ^ en un picacho recubier- to de plantas, y era imposible divisarlo. Algo análogo sucede con la instalación de los proyectores eléctricos, sujeta á parecidas reglas. El objeto principal de los proyectores, además de alumbrar las líneas de torpedos y los pasos obligados, es descubrir los barcos enemigos du- rante la noche, para evitar que se acerquen á dis- tancias de tiro eficaz de las obras, y, una vez des- cubiertos, iluminarlos para poder apuntar contra ellos los cañones de las baterías. Todo ello exige mucha práctica en el manejo y absoluta unidad de acción y mando entre los proyectores y la Artille- ría. En todas las Escuelas prácticas de Artillería deben ocupar un papel importante los ejercicios con proyectores eléctricos. Son tantos los servicios de la Artillería que se derivan de las aplicaciones de la electricidad j iluminación, proyectores, comu- nicaciones, telemetría, transporte de fi.ierza en fá- bricas y talleres, etc., que parece conveniente la organización permanente de personal obrero elec- tricista en ¡a cuantía necesaria. yGoogk 170 LA GUERRA HISPANOAMERICANA CaUbres. La cuestión del calibre, fué por nosotros tra- tada en el libro Barcos y cañantes y fusiles. Corrobo- ramos de nuevo las afirmaciones que entonces hi- cimos, con datos que coinciden con nuestro modo de pensar. Hay quien opina que el calibre de 1 5 cm. es ex- cesivo como pieza de tiro rápido para batir las su- perestructuras y las corazas ligeras de las baterías secundarias , y que es pequeño para producir la per- foración de los gru^esos blindajes. Ese efecto de perforación, se consigue con los cañones poderosos de enorme proyectil de acero endurecido, vertigi- nosa velocidad, rasante trayectoria y gran calibre, tomando como término medio de éste el de 26 cen- tímetros, pero no se logra con los de 1 5 cm. Y se añade que para barrer las superestructuras y rociar con lluvia de cascos y balines las cubiertas, hacién- dolas intransitables, basta el calibre de 10 á 12 centímetros, que facilita mayor rapidez en el fuego, más sencillez en el servicio y que cuesta por cañón la tercera parte que el de 15 cm,, lo que permite multiplicar el número de piezas (i). (i) Los Estados-Unidos acaban de adoptar un cañón de I o yGoogk DEDUCCIONES Y tlQNCLUSlONES 111 Fundándose en estas ideas, que no son de des* preciaFj abogase por la sencillez en el armamento de las costas y por no prodigar los puntos de de* fensa. En cuanto al calibre, casi todos coinciden en la clasificación siguiente: 1 J^ Cañones de 24 á 26 cm. , situados en bate- rías bajas, para perforar las gruesas corazas en la línea de flotación. 2.^ Obús ó mortero de 24 á 30 cm. en mucha abundancia, en baterías elevadas, muy fácil de ins- talar, no caro y que representa gran peligro para los barcos de guerra. 3." Cañones de tiro rápido de 10 á 15 cm., su- ficientes contra todos los blindajes ligeros, las ba- terías acasamatadas y las superestructuras de Ioíí grandes buques y contra los costados débilmente acorazados de Jos cruceros. 4.° Cañón de pequeño calibre, de tiro rápido, que alcance de 2 a 3.000 m., para demoler los pe- queños escudos protectrices, el material de arti- cen time tros (50 calibres de longitud) para las bacterias comple- mentarias de los nuevos moíiítores. Con asta pieza han obten í- do 91 r ni, de velocidad inidaL Para las barcos tipo Múine adoptan otra pie¡:a de 15 centf* metros análoga* — (Armiebldit, iS Octubre, 1S99.) yGoogk 172 LA GUERRA HISP ANO-AMERICANA Hería, y dificultar el servicio á bordo, que tire 12 proyectiles por minuto, calibre de 47 á 57 mm. La mayor parte de las teorías vigentes y en esto del calibre, razonan poco en lo referente al arma- mento de las baterías de costa. Si en los barcos el tirar mucho en poco tiempo trae ventajas, en el fuego dirigido sobre ellos desde las obras de tierra debe darlas mayores aprovechando bien los mo- mentos en que, corregido el tiro, la eficacia del fuego está asegurada. En él libro Barcos, cañones y fusiles, expusimos á este propósito los beneficios que los americanos confiesan haber sacado del ca- ñón de 20 cm., al que atribuyen la victoria en el combate naval de Santiago de Cuba. Cuanto más reducido sea el calibre, más se facilita, es cierto, la rapidez del fuego, pero no debe abusarse de esa idea. El General von Sauer, en su obra sobre Ata- que y defensa de las plazas fuertes , así lo enuncia al pregonar la excelencia del calibre medio en re- lación con el gran calibre (Mayor de Ingenieros Schott, La cuestión de la fortificación, 1886). Lo mismo este General que el Mayor Schumann, dan preferencia al calibre de 1 2 cm. sobre el de 15 para armamento de las plazas; pero esto se refiere prin- cipalmente á sitio de plazas y no á combate naval, y es de llamar la atención que al comentar Brial- yGoogk DEDUCCIONES Y CONCLUSIONES 173 moht esas conclusiones, en su excelente obra In- Jluence du tir plongeant ei des oims-túrpillés sur ¿a fortification , i88S, declare, que para destruir los acorazamientos j aun los de obras de fortificación de plaza, que no suelen ser más resistentes que los de las cúpulas y escudos profusamente repartidos hoy sobre las cubiertas altas de los barcos, «será preciso emplear el cañón largo de 15 cm. y acaso el de 17 ó el de 21 cm.» Hay que distinguir entre dos cosas: una, cuan- do se trate de tirar sobre objetos animados á dis- tancias medias; otra, cuando lo que se pretende es tirar á larga distancia sobre verdaderos obstácu- los» llámense corazas ligeras ó parapetos de tierra, según sea naval ó terrestre el combate. En el pri- mer supuesto, \2i potencia vía feria ¿ á^ los calibres mayores es menos útil que la rapidez del tiro de que son susceptibles los cañones de más pcquefio calibre. El cañón de 10 cm. es entonces superior al de 1 5 y al de 12 cm. En el segundo la cuestión no es tan clara. Con el calibre reducido, el tiro se corrige mu- cho más pronto. Lo que convendría saber es, si un proyectil de 15 cm. bien aprovechado, datantes efectos como dos ó tres de 10 cm., y á la vez, si es más fácil acertar una vez con el de 1 5 cm. que yGoogk 174 LA GUERRA HISPANO-AMERICANA dos Ó tres veces seguidas con el de lo cm. Es de- cir, que debe mirarse, no sólo el numero de balas y cascos que tocan al objetivo, sino el tiempo en que las recibe y el destrozo que le causen. Acerca de esto, podemos dar el siguiente dato admitido: en igualdad de condiciones de aprovisionamiento pueden dispararse, cuatro proyectiles de 9 cm., dos de 12 y uno de 1 5 cm. (von Sau^r) y hay que dis- currir qué ventaja producirá el lanzar cuatro ó dos veces más proyectiles. En lo que se refiere á la gruesa artillería, capaz de producir efectos perforantes sobre las corazas de los barcos, hiriéndolas bajo la línea de flotación, no estaba mal dotada la plaza de la Habana, donde, los dos cañones de 30*5 cm. Krupp, sin vacilar . aseguramos que eran superiores á los mejores que montaba la escuadra americana, y, á más de ellos, teníamos como piezas importantes dos Ordóñez de 30*5 cm., dos de 24 del mismo sistema y seis Krupp de 28 cm., que, aun cuando no tan buenos, podían dar mucho que hacer al enemigo; en cam- bio , en los calibres medios disponíamos de pocos recursos, y sobre todo, faltaba casi en absoluto el cañón de tiro rápido de este calibre, que tan exce- lentes efectos produce en el combate de barcos contra baterías y viceversa. Hemos de señalar asi- Digitized byCjOOQlC UEDUCCIONÉS Y CONCLUSIONES 1T5 mismo la imperiosa necesidad de adoptar un pro- yectil-torpedo en los cañones de grueso y medio calibre j cargado con gran cantidad de explosivo fuerte, que canse por su explosión efectos demo- ledores, que sirva de vehículo para introducir en la nave ó colocar sobre su cubierta una cantidad considerable de esas pólvoras vivas modernas , be- llita, lyddita ó sus similares de algodón-pólvora, di- namita, emmensita, etc., que al explotar desga- rren, pulvericen y desconcierten las más sólidas construcciones de la arquitectura naval. Acaso fue- ra conveniente dotar á este proyectil de espoleta eléctrica, que funcione al caer en el agua, cerca del buque, haciendo las veces de torpedo submari- no, aprovechándose así ios tiros que, sin lleg^ar al impacto sobre el barco, caigan cerca, cortos ó lar- gos 6 desviados, i.a escuadra en zafarrancho de combate dispondrá sus buques escalonados y con intervalos, lo que aumenta las probabilidades de aprovechar esta clase de proyectiles, Nada decimos de los proyectiles incendiarios, porque en otro lugar dejamos establecido que lo son todos los explosivos si encuentran materias combustibles donde prender fuego. Lo ocurrido con nuestra escuadra en Santiago de Cuba y en Manila^ donde el incendio se cebó en seguida en yGoogk 176 LA GUERRA HISPANO-AMERICANA las superestructuras de madera de nuestros des- graciados barcos, caso análogo al que aconteció á los chinos en sus buques en la batalla naval del río Yalu, hace sospechar que las nuevas construc- ciones navales , desterrarán hasta un límite extraor- dinario el empleo á bordo de materiales en que el incendio pueda hacer fácil presa. De todas suertes, el proyectil incendiario no debe perderse de vista en la organización del material de costa, por más que consideramos preferible el proyectil-torpedo, demoledor, acaso también incendiario, cargado con explosivo fuerte. Vulnerabilidad de loa barcos. Las baterías de costa deben aprovechar mucho en el tiro los momentos en que los barcos dismi- nuyan su velocidad, cual acontece en las viradas. Hay que procurar corregir pronto el tiro y enton- ces buscar la supremacía de la Artillería, En tie- rra, en los combates campales, ya se nota cuan grande va á ser esa supremacía con la aplicación del cañón de tiro rápido. Pues eso mismo ha de buscarse en el mar. El papel ofensivo de las escua- dras va decayendo cada vez más frente á las ba- terías bien situadas, armadas y mandadas. El man- do reclama reunidas grandes condiciones militares yGoogk DEDUCCIONES V CONCLUSIONES 177 y técnicas. No basta, en efecto, conocer á perfec- ción el material para sacar de él todo el rendi- miento májcimo; hay que unir á esa ciencia la del soldado, el carácter y entusiasmo que, infiltrado en el personal de la batería, haga que todos es- tén convencidos de la importancia que tiene para el éxito el saber aprovechar Jos momentos (i). De la práctica del servicio frente al enemigo en la plaza de la Habana, resulta otra observación importante, á saber: que !as baterías de costa de- ben cuidar mucho de vigilar su campo de tíro al amanecer, pues puede suceder, como allí sucedió, que algún barco enemigo, de virada en virada á corta máquina, durante la noche, venga, sin darse cuenta, a caer de madrugada dentro de la eficacia de tos cañones. La bruma le impide percatarse de (i) El mando superior de la defensa debe recaer en ei que ^jer^a el mando superior de la Ar ti Hería ^ tratándose de una pla^a fuerte T donde el factor principal son los cañones. Algo de esto convendría hacer en tiempo de paz en las plazas de primer orden. No hace mucho qi>e nos ha dado ejemplo de esto Bél- gica^ cuna de sabios maestres de la fortificación moderna^ donde al tratarse de las operaciones militares , para poner en estado de defensa un sector de la plaza de Termimdi, se confió el mando de la plaza, mientras duraron las maniobras^ al Mayor General Boulardj Comandante de la 3* Brigada de Artillería de campaSa ; y lo que ha de resultar en tiempo de guerra, ¿por qué no 5e ha de hacer en época de paz? Tomo II [ \% yGoogk 178 LA GUERRA HISPANO- AMERICAN A esa situación comprometida, y si entonces se apro- vechan los momentos, el fuego puede ser muy efi- caz, porque antes de levantar presión y ponerse fuera de alcance , es posible que el buque reciba varios proyectiles de grueso calibre. Dos veces hubo de presentarse esta contingencia durante el bloqueo de la Habana. Allí, las piezas se tenían de antemano cargadas, y acerca de esto podemos decir, que no conviene hacerlo si no se tiene seguridad de que van á tirar pronto, pues si, como ocurrió, han de permanecer mucho en esa situación , la humedad altera las su- perficies de contacto entre el proyectil y el ánima, lo que dará lugar á trastornos y peligros en el tiro. Otra observación útil acerca de la vulnerabili- dad de los barcos: se admite que la parte donde más predilectamente debe dirigirse el tiro, es hacia las chimeneas, ó sea á la mitad de la nave. En con- traposición con esa regla, hemos oído aconsejar á autoridades en la materia, que el tiro debe con pre- ferencia dirigirse á proa ó popa, que son los luga- res donde hay menos resistencia, poca coraza, y donde, caso de herir, pierda más pronto la nave su estabilidad y gobierno. yGoogk DEDüCaONES V CONCLUSIONES 179 Para terminar, hemos de insistir en la necesi- dad de que las plazas tengan entre su armamento el calibre medio de tiro rápido. Lk Habana sólo disponía de dos cañones de esta clase González Hontoria de 12 cm.^ tomados de la Marina (i), y véase por qué coincidencia también los ingleses re- cientemente, en su lucha con los boers, han tenido que desembarcar cañones de los buques para em- plearloa en tierra, ejemplo de mala organización que fustigaba el Heraldo de Madrid ^n un reciente artículo traducido de Le Matin, en el que se de* ciara la supremacía de la Artillería (2), Dice así: «Tenemos, es cierto^ en Ladysmith 9.500 hombres, tropas buenas I tomadas de nuestros contingentes colo- niales y de nuestro ejército activo. (1) La instalación en tierra de estos cañones y de los de 16 cm. del mismo sistema, realizada por loa Unciales de Arti- llería ^ era sencilla y rápida: red iS jóse á establecer un entramado de gruesos maderos, empotrados con liormiíjún de cernento en el suelo, a] que se alornillaba la base del montaje González Honioria, cual ú fuera sobre U cubierta. El conjunto resultó perfectamente resistente en faego. (2) Por haber paridad entre lo que nos pasa á nosotros y lo que les pasa á los ingleses, basta la hay en lo que sigue; *E1 War Ofjict ha publicado una disposición ordenando que sean ascendidos á oficiales los alumnos cadetes í3el Real Colegio militar de Sandhurst, que habían de ser examinado? yGoogk 180 LA GUERRA HISPANO- AMERICAN A Pero el número de hombres no significa nada para defender una plaza. Estamos aprendiendo á nuestra costa, puesto que en quince días llevamos perdidos el efectivo de seis batallones y de un regimiento de Caba- llería , más que en la batalla de Inkermann. La Artiüeria es hoy la que significa todo, y nuestra artillería es inferior. Nuestras piezas de campaña sólo alcanzan 4.500 ro., y el lunes por la mañana los boers nos cañonearon desde más de 6.000 m. El mismo lu- nes por la tarde, Ladysmith hubiera caído en poder del enemigo , si dos días antes no hubiéramos desembarca- do cuatro cañones de Marina del Fowerful, que llega- ron á dicha plaza á la mitad de la batalla. Algún día sabremos á costa de qué sacrificios pu- dieron ser puestos en posición estos cañones en tres horas, sin otro montaje que los vagones del ferrocarril; mas, gracias á estos cuatro cañones, cu)ro alcance es de 8.000 m., pudo dominarse el fuego enemigo, y á eso debemos ahora el conservar aún una ligera esperanza respecto á Ladysmith. No podré jamás creer que un país como el nuestro, que aspira á desempeñar un papel militar, esté reducido á servirse de piezas de Museo como cañones de combate , y se vea forzado á desembarcar la mañana de las batallas los cañones desmontados de sus barcos. Los alemanes hablan en estos momentos de crear una flota. Yo tengo fundada esperanza que al día si- antes de las próximas Pascuas , y que se incorporen inmediata- mente á los regimientos de Caballería é Infantería en vista de la escasez de oficiales y la perentoria exigencia de cubrir Tacantes. Digitized byCjOOQlC UEUUCCiONES y CONCLUSIONES 181 guiente de la entrada de Buller en Pretoria se estudia- rán entre nosotros los medios de tener artillería y ejér- cito. » Ccrramüs estas páginas cqp una satisfacción y una pena: la satisfacción del deber cumplido; la pena que produce el desastre sufrido. Que él no sea obstáculo para evitarnos en el porvenir análogos quebrantos. Recorriendo las ho- jas de este libro ^ se notan esos rasgos de decisión y entusiasmo que caracterizan á los vencedores, y, sin embargo, hemos sido vencidos. ;Por que? No lo preguntéis á persona determinada. No echéis la culpa exclusiva á este alto personaje ni á aquel otro. ¡La culpa! todos la tienen, unos más que otros; á medida que se sube y se baja en la esca- la de las responsabilidades, encucntranse ligados, cual los eslabones de una cadena, gobiernos y mandos, política y milicia^ pueblo y aristocracia, largos años de errores y de engaños. Cada uno, cada entidad, cada persona, debe aceptar resigna- damente la parte que le toque. Pretender que todos lo han hecho bien y que fm¿¿a malo ha pasado, es imposible. Los hechos están por encima de las engañosas ilusiones yGoogk 182 LA GUERRA HISPANO-AMERICANA Nuevos horizontes se abren á nuestra vista si, siguiendo marcha diametralmente opuesta á la que nos condujo á la derrota, hay quien se preocupe, todos á una se preocupan, de trabajo y virtud, bien entendido, que también la defensa de un país y su organización armada, es un trabajo necesario, que debe encerrarse en moldes de virtud. Practicando esos principios, quién sabe si ha- bría que alterar algún día aquel despreciativo di- cho: África empieza en los Pirineos, por este otro, España empieza en los Pirineos y se extiende hasta la cordillera del Atlas. yGoogk APÉNDICE I Servicio telemétrico. Después de hacer las triangulaciones necesa- rias, para situar exactamente las baterías y dar los sectores de fuego de cada pieza, procedióse a for- mar los planos telemétricos en escala Vííwuo P^^^ los observatorios principales y en escala Víomo para las estaciones de batería, de los que es una reduc- ción el que publicamos. En este plano, el cruce de direcciones de do,^ letras mayúsculas indica el kilómetro donde está el blanco, y, dentro de cada una de estas cuadrícu- las grandes, el cruce de direcciones de dos núme- ros dígitos, marca el cuadrado de lOO m. que lo contiene. Así, la designación B-R-5-2, transmitida por telégrafo á la batería desde el observatorio , expre- sa que el buque enemigo se halla en el cruce de las direcciones B y R, y dentro de esta cuadrícula eii Bigitized by Googk 184 LA GUERRA HISPANO- AMERICANA la intersección de la línea 5 vertical con la 2 ho- rizontal. Los planos telemétricos de cada batería, con- taban con una regla graduada, que daba las distan- cias á la cuadrícula designada, por lectura directa. También disponían de arcos metálicos graduados de 5 en 5 minutos para aplicar íos telémetros con base horizontal (i). La distribución general de este servicio era : Estación telemétrica de San Diego (ftierte núm. 4). Baterías principales. Baterías agregadas. Núm. 2 Núm. 1. — Baterías auxiliares. Estación telemétrica de la Gabafla. ¡Morro. — Baterías auxiliares. Cabana. — Pastora. Castillo de la Punta. Estación telemétrica de la Pirotecnia. • Baterías núm. 3 (obuses y cañones). Santa Clara y anexas, . . .< ídem auxiliares. ' ídem de la Reina. Estación telemétrica de la Pirotecnia. . Batería núm. 5. ídem auxiliares. (i) Hemos pretendido dar ligera idea de lo que es el im- yGoogk fr« Oí fC m H t> >• ^ .-<«' >- — o M^ ^ / . íK / Y ft Z / r X / \ á j /^ K 1 -a lí 7^ Ev" N4 1 i J /^ A l\ i ^ \ i / \' &\ )-4 \ / / \', sq V ^H M «^ >^ i>. jff-vru^j W^ dml >< \ ^'\ s. ^3M^ pa /JT*^ \ ^ ■^ ¥ á \ «i r c:^ ' m \ S — \ V I m 1 ^. V cq 1 m 1 \ \, < " *w^ p^ Oí ítí IQ ^ ■ » > > K >- í^ u i yGoogk yGoogk APÉNDICE PRIMERO ISA Cada estación comprendía los aparatos que pa- samos á enumerar: l,"^ Un telémetro Salmoiraghy de base vertical, 2!^ Un plano telera é trico de la costa en escala Vf(»»* 3*^ Una estación telegráfica para transmitir las designacio- nes de situación de los barcos. 4.*^ Uno ú más teléfoíios para comunicar órdenes 4 las ba- terías y para recibirlas del Comandante de Artillería de la íona ó del Coronel Comandante de Artílleria de la plaza ^ enlazán- dose las estaciones entre si. ^P Telégrafo óptico para transmitir designaciones en caso de interrumpirle laír líneas telegráficas y telefónicas. 6*° Un anteojo de gran alcance. 7" Colección de vistas y planos de k Marina americana y española. En las baterías, había e&taciones receptoras con los aparatos telegráficos y telefónicos para la transmisión, y planos telemétricos preparados para cada una. Es tan importante cuanto se refiera á las comu- nicaciones entre las obras en el momento de fuego, que creemos conveniente especificar la forma que allí adoptaron los artilleros ^ para evitar confusio- portatitCsimo servicio telemétrico, cnya descripción completa eKJgirfa mayor espacio. En nuestra opinión, la telemetría, para ser práctica , debe dar distancias instantáneamente , y ningún procedimiento mejor para ello que el eléctrico del Teniente de Navio de los Estad os -Unidos^ Mr, Fiske, del que en el Memo- ria! de ArtilUría^ no^ ocupatnoB hace afios. yGoogk 186 LA GUERRA HISPANOAMERICANA nes, estableciendo al efecto tres líneas que suma- ban más de 40 km. con cable submarino de varios conductores á través de la bahía, en forma tal, que desde cualquier sitio donde llevaran las circunstan- cias del combate al Comandante de Artillería, po- día estar en relación con todas las obras, I .° Línea general telefónica de órdenes y ser- vicios. — Tenía dos centrales, una en la Cabana para toda la zona de barlovento, y otra en la bate- ría de la Reina para la zona de sotavento , unidas estas dos centrales entre sí por un hilo general y con derivaciones parciales y directas de las centra- les á cada una de las estaciones y puntos principa- les de la zona. 2 .® Línea para el servicio telemétrico. — Estaba formada por líneas directas de San Diego-Pirotec- nia, San Diego-Cabaña y Cabana-Pirotecnia para relacionar los telémetros entre sí, á fin de que sus designaciones estuviesen acordes y deducir los errores de cada uno. Al mismo tiempo, estas líneas servían también para convertir cada dos estaciones en sistema te- lemétrico de base horizontal, como nueva garan- tía de los resultados obtenidos. De cada estación telemétrica partían además líneas telegráficas ó telefónicas directas á las bate- Digitized byCjOOQlC APÉNDICE PRIMERO 187 rías á que estaban destinados los telémetros, única y exclusivamente para transmitir designaciones ó distancias de los buques que habían de combatir 3-^ Líneas de órdenes entre hs centras artille- r£?j.™Estas eran líneas telefónicas directas de en- lace entre las dos zonas y para uso exclusivo del Comandante de Artillería de la plaza y los jefes de zona. El cuadro general de líneas establecidas es el que va á continuación (i): Lineas geaerales de órdenes y servicios. Central Rtina. I,* línea.— A Pirotecnia, Príncipe y Ataré*. %,^ línea» — A Santa Ciara y Obra niím, 3, 3.^ línea. — A Obras números 4 y S , IO° Batallón y pro- yector de sotavento* 4.^ línea* — A Central telefónica de la ciudad, 5,^ línea, — A Castillo de la Punta ^ Maestranza ^ Subinspec- ciún y Cabala (línea de enlace por cable \ Central Cabana, 1,* Unea, — A Pastora y almacenes de Artillería, 2,* línea.— A Morro, Vela^co y proyector de barlovento. 3,* Ifnea, — A Obsenratorio de la Cabana y batería auxiliar entre Velasco y Barco. 4»* linea. — A Obra ndm, 3 (Barco)» I (i) Constancia y trabajo considerable dedicó t estas insta- laciones el Capitán D. León Martín Peinador» yGoogk 188 LA GUERRA HISPANO -AMERICANA 5.* línea. — Á Obra niím. i (Cojímar y poblado de Cojímar). 6.* línea. — Á fuerte de San Diego y Observatorio de ídem. Lineas para servidos especiales. Observatorio de la Pirotecnia, Línea telefónica para el servicio telemétrico de las Obras y órdenes del señor Coronel Comandante de Artillería ( Santa Clara, Observatorio y Baterías números 3 y 4). Línea telegráfica para designaciones (Observatorio, Santa Clara y Obras números 3 y 4). Observatorio de la dfbaña. Línea telefónica á Velasco y Observatorio del Morro. Observatorio de San Diego. Línea telegráfica para designaciones (San Diego y Obras números 2 y i). Línea telefónica para órdenes y designaciones (San Diego y Obras números 2 y i). Línea telefónica directa del Observatorio de la Pirotecnia al de San Diego, Para unir los dos Observatorios. Línea telefónica directa del Observatorio de la Pirotecnia á Cabana (Central), Para órdenes directas del Comandante de Artillería de la plaza. Línea directa del Observatorio de la Pirotecnia á Peina, Subinspección de Artillería y Capitanía General. Digitized byCjOOQlC APÉNDICE II Sin que pueda re=?ponderse de su absoluta au- tenticidad, pero también sin que haya sido des- mentido, tiene interés el siguiente documento, que fué publicado en Alemania y reproducido en espa- ñol por La Lucha, de la Habana, de donde lo to- mamos: Hay un membrete que dice : Dipartamenta dé ¡a Guerra,— Oficina del Secretario asistente. — Was- hington, D, C. 24 de i8gf. Querido señor: Esta Secretaría, de acuerdo con la de Negocios Exteriores y la de Marina, se cree obli- gada á completar las instrucciones que sobre la parte de organización militar de la próxima campaña en las Antillas le tiene dadas, con algunas observaciones é instrucciones relativas á la misión política que, como General en Jefe de nuestras fuerzas , recaerá en usted. Las anexiones de territorios á nuestras Repúblicas, han sido hasta ahora de vastísimos territorios con es- yGoogk r^^TíP 190 LA GUERRA HISPANO- AMERICAN A casa densidad de población, y siempre precedidas por la invasión pacíñca de emigrados nuestros, de modo que la absorción ó amalgama de la población existente ha sido fácil y rápida. El problema se presenta con relación á las islas Hawai más complejo y peligroso, pues la diversidad de razas y el hallarse casi nivelados nuestros intereses con los de los japoneses así lo determina,; pero teniendo en cuenta ,1o exiguo de su población, la corriente de inmigración nuestra hará estos peligros ilusorios. El problema antillano, se presenta bajo dos aspec- tos : el uno relativo á la isla de Cuba y el otro á Puerto Rico , así como también son distintas nuestras aspira- ciones y la política que respecto á ellos habrá de des- arrollarse. Puerto Rico constituye una isla feracísima, estraté- gicamente situada en la extremidad oriental de las grandes Antillas, y á mano para que la nación que la posea sea dueña de la vía de comunicación más impor- tante del Golfo de Méjico el día, que no tardará en lucir gracias á nosotros, en que sea un hecho la aper- tura del istmo de Darien. Esta isla tiene cerca de un millón de habitantes de raza blanca, negra y mezclada, pero laboriosa y mansa. Es adquisición que debemos hacer y conservar, lo que nos será fácil, porque al cam- biar de soberanía considero tienen más que ganar que perder, por ser los intereses allí existentes más cosmo- politas que peninsulares. Para la conquista, habrá que emplear medios rela- tivamente suaves, extremando en nuestra ocupación del territorio con exquisito celo el cumplimiento de Digitized byCjOOQlC APÉNDICE SECITNDO ín todos los preceptos de las leyes y usos de la guerra entre naciones civilizadas y cristianas, llegando sólo en caso muy extremo al bombardeo de algunas de sos plazas fuertes. Para evitar conflictos, las fuerzas de des- embarco lo verificarán aprovechando en lo posible los puntos deshabitados de la costa Sur. Los habitantes pacíficos serán rigurosamente respetados, como sus propiedades y como las autoridades civiles y eclesiás- ticas que permanecieren en los puntos ocupados , las cuales serán invitadas á entrar en nuestros servicios. Recomiendo á usted muy eficazmente procure ga- narse por todos los medios posibles el afecto de la raza de colorí con el doble objeto, primero, de procuramos su apoyo para el plebiscito de la anexión, y segundo, teniendo presente que el móvil principal y objetivo de la expansión de los Estados Unidos en las Antillas es resolver de una manera eícaz, rápida y humana nues- tro conflicto interior de razas, conflicto que cada día aumenta merced al crecimiento de los negros; éstos, conocidas las ventajosas circunstancias para ello de las Indias Occidentales , una vez éstas en nuestro poder, no tardarán en ser inundadas por un desbordamiento de esta inmigración. La isla de Cuba , con mayor territorio, tiene menor densidad de población que Puerto Ktco y está des- igualmente repartida, pero á pesar de ello constituye el núcleo de población más importante de las Antillas; su población la constituyen las razas blanca, negra, asiática y sus derivados. Sus habitan! es son , por lo ge- neral, indolentes y apáticos. En ilustración se hallan colocados desde la más refinada hasta la ignorancia Digitized by VjOOQIC LA GUERRA HISPANO- AMERICANA más grosera y abyecta; su pueblo es indiferente en materia de religión , y por lo tanto sa mayoría es* in- moral; como es á la vea: de pasiones vivas, muy sen- sual , y como no posee sino nociones vagas de lo justo y de lo injusto, es propenso á procurarse los goces, no por medio del trabajo, sino por medio de la violencia; y como resaltado eficiente de esta falta de moralidad, es despreciador de la vida humana. Claro está que la anexión inmediata á nuestra Con* federación de elementos tan perturbadores y en Un gran número seria una locura, y que antes de plan- tearla debemos sanear ese país, aunque sea empleando el medio que la Divina Providencia aplicó á So doma y Gomorra, Habrá que destruir cuanto alcancen nuestros ca- ñones con el b ierro y el fuego ; habrá que extremar el bloqueo para que el hambre y la peste, sus constantes compañeras , diezmen sus poblaciones pacíficas y raer- me su ejército; y el ejército aliado habrá de emplearse constantemente en exploraciones y vanguardias para que sufran indeclinablemente el peso de la guerra entre dos fuegos , y á ellos se encomendarán precisamente todas las expediciones peligrosas y desesperadas- La base de operaciones más conveniente será la de Santiago de Cuba y el departamento oriental, desde donde se podrá verificar la invasión lenta por el Cama- güey, ocupando con ta rapidez posible los puertos ne- cesarios para refugio de nuestras escuadi'as en la esta- ción de los ciclones. Coetáneamente , ó mejor dicho , cuando estos pla- nes empiecen á tener cumplido desarrollo, se enviará Digitized byCjOOQlC APÉNDICE SEGUNDO l^ un ejército numeroso á la provincia de Pinar del RíOj con el objeto ostensible de completar el bloqueo marí- timo de la Habana con la circunvalación por tierra; pero su verdadera misión será el impedir que los ene- migos sigan ocupando el interior, disgregando colum- nas de operaciones contra el ejército invasor de Orien* tCj pues dadas las condiciones de inexpugnabilidad de k Habana es ocioso exponernos ante ella á pérdidas dolorosas. El ejército occidental empleará los mismos procedimientos que el oriental. Dominadas y retiradas las fuerzas regulares espa* ñolas, sobrevendrá una época de tiempo indeterminado de pacificación parcial, durante la cyal seguiremos ocu- pando militarmente todo el país, apoyando con nues- tras bayonetas al Gobierno Independiente que se cons- tituya^ aunque sea informalmente, mientras resulte mi- noría en el país. El terror por un lado , y la propia con- veniencia por otro, ha de determinar qae esa minoría se vaya robusteciendo y equilibrando sus fuerzas, cons- tituyendo en minoría al elemento autonomista y á los peninsulares que opten por quedarse en el país. Llega- do este momento, son de aprovecharse para crear con- flictos con el Gobierno Independiente, las dificultades que á éste tiene que acarrear la insuficiencia de medios para atender á nuestras exigencias y los compromisos con nosotros contraídos, los gastos de la guerra y la organización de un nuevo país; estas dificultades ha- brán de coincidir con las reivindicaciones que los atro- pellos y violencias han de suscitar en los otros dos ele- mentos citados, y á los cuales deberemos prestar nues- tro apoyo. Tomo IU |i Digitized byCjOOQlC 194 LA GUERRA HISPANO- AMERICAN A Resumiendo, nuestra política se concreta: apoyar siempre al mis débil contra el más fuerte hasta obte- ner la completa exterminación de ambos para lograr anexionarnos la Perla de las Antillas. Con respecto á las posesiones asiáticas de España, pn principio se ha resuelto un movimiento de división, cuya extensión y detalles oportunamente se acordarán, teniendo en cuenta el que los celos de las potencias coloniales asiáticas for^íosamenie nos obligarán á limi- tar á estrecho círculo nuestra acción, y teniendo á la vez en cuenta no excitar las susceptibilidades del Ja* pon , ya demasiado vivas por la cuestión de Hawai. La época probable de empezar la campaña será el próximo Octubre, pero hay conveniencia en emplear la mayor actividad en ultimar basta el menor detalle, cuanto se refiere á reclutamiento, organización, moví- lización , armamento y acopio de municiones de boca y guerra , y reunión de medios de transporte , confor- me á las instrucciones ya acordadas , y á usted remiti- das, para estar listos ante la eventualidad de que nos viéramos precisados á precipitar los acontecimientos, para anular el desarrollo del movimiento autonomistaj que pudiera aniquilar el movimiento separatista. Aunque la mayor parte de estas instrucciones están basadas en las distintas conferencias que hemos cele- brado j estimaremos nos someta usted cualquiera obser- vación que pueda la práctica y la conveniencia acón* sejarcomo corrección, pero ateniéndose estrictamente, mientras tanto, á lo acordado. Soy sinceramente su muy obediente servidor, — yi M, Bremkreazon^ — Asst Sig. yGoogk APÉNDICE SECUNDO Al Teniente General J. S, Miles, comandante en jefe delU. S. A,:* Desenmascarada la política de los Estad os -UnidoSi excasemos comentarios y preguntemos: ¿Europa con- sentirá este crimen? Dr, Johann Sdmlkz, [Lo consiatiól 7^ Digitized byCjOOQlC X Digitized byCjOOQlC yGoogk Digitized byCnOOQlC .^^. i^- ^-^ HARVARD LAW LIBRARY FROM THE LIBRARY OF RAMÓN DE DALMAU Y DE OLIVART MARQUÉS DE OLIVART Received December 31, 191 1